sábado, 23 de diciembre de 2006

POEMAS QUE QUIEREN SER VILLANCICOS...

NAVIDAD DE VERDAD

nadie puede asegurar que sucedió

ni en qué lugar de la historia pasó

si los reyes magos la mula y el buey

son un invento una leyenda o qué

¿será verdad la navidad

como este pan que compartimos hoy?

¿será verdad la navidad

como el abrazo que doy si no estoy?

nadie recuerda que el niño que nació

una enseñanza eterna nos dejó

entre luces de colores y papel

ocupa su lugar papá noel

¿será verdad la navidad

como este pan que compartimos hoy?

¿será verdad la navidad

como el abrazo que doy si no estoy?

si lograste perdonar en tu interior

o si aceptaste lo que sucedió

si fue tu mano cansada la que dio

el primer paso hacia otro corazón

la navidad es de verdad

como este pan que compartimos hoy

la navidad es realidad

como el abrazo que doy si no estoy


INOCENCIA


niño jesús que quisiste ser pobre

pobre y pequeño entre pajas y heno

niño jesús que quisiste ser bueno

desde la frágil visión de ser hombre

niño jesús que dejaste el divino

cielo de gloria y de pena ninguna

para morir una noche de luna

y así entender el rigor del camino

en esta noche de bruma y misterio

en que la gente festeja y regala

y nadie piensa en tu angustia escondida

entre el aroma de incienso y sahumerio

cuando una lágrima tibia resbala

siento tu luz encenderse en mi vida

viernes, 22 de diciembre de 2006

QUÉ IMPORTA SI FUE ASÍ...

Lejos deberían estar las disputas de si realmente ocurrió o nunca pasó tal cual. Creo que estamos comprendiendo que en realidad no importa, pues parecería que lo que ocurre en la mente, el corazón y la imaginación de los pueblos realmente ha ocurrido aunque nunca haya sucedido en la historia real. Todas esas discusiones inútiles sobre si el arca de Noé, los dinosaurios comiendo de la mano de Adán y Eva, las murallas de Jericó derrumbándose al sonar de las trompetas, y tanta cosa parecida que pretende demostrar la literalidad de los símbolos para mantener el dominio de las religiones, se derrumba avergonzada ante el reino de la imaginación humana que inventa mundos mágicos para darle forma y color a sus procesos interiores y a las vicisitudes de su espíritu.
Y uno de esos casos es la Navidad, en nuestros días lamentablemente tan contaminada de consumismo y compromisos del arribismo más que del auténtico afecto. Pero más allá de las promociones que en marzo nos caerán con el dogal de una (o muchas) deuda(s) más, más allá de los sorteos y rifas de los centros comerciales, más allá del simpático anciano gordito que lo único que quiere hoy por hoy es hacernos vaciar nuestras ya muy exiguas billeteras, la navidad, más allá de comprobar la existencia histórica de Jesús, más allá de que si fue o no fue en diciembre o cuándo mismo, mucho más allá, además, de haber juntado las fiestas paganas del solsticio de invierno con el probable nacimiento de un líder religioso más reputado que otros similares de su misma época, es una fecha que, poco a poco, ha ido adquiriendo también otros significados mucho más valiosos y perdurables:
  • El misterio de la Encarnación: lamentable convertido en dogma impenetrable por la iglesia católica, pero que siempre tiene mucho que decir a todos los que aspiramos a trepar y a ganar más dinero, tener más fama, reconocimiento y un larguísimo etcétera... Un dios, sea el que sea, decide probar la condición humana para desde allí observar la vida y sus implicaciones. "En todo menos en el pecado" dice San Pablo que Jesús compartió nuestra condición y, haya sido o no así en la historia, la lección arquetípica va más allá de la simple humildad, atraviesa toda una historia de amor que nos obligaría a fijarnos en nosotros mismos y en nuestras -muchas veces- mezquinas aspiraciones de fama, de poder, de dinero, de ropa a la moda, de salir en el periódico y ser reconocidos, nombrados, "valorados", y así, nos resentimos cuando el conserje del lugar donde trabajamos no nos saluda, y firmamos anteponiendo nuestro título universitario al nombre de pila, y en fin, demostramos todo lo contrario del niño Jesús, pues, siendo simples personas de carne y hueso, todos clamamos por nuestra parcelita de divinidad, o divinización.
  • Un tiempo de afecto y reconciliación: puede suceder que la mayor debilidad de estas fiestas radique aquí, pues es de este deseo de lo que se aprovecha el mundo del mercado. Sin embargo, no es nada despreciable esa necesidad de abrazos, de dar sencillos presentes que simbolicen nuestro cariño y nuestra gratitud, de compartir momentos de confraternización y de alegría con aquellas personas a las que nos une el afecto.
  • Un tiempo de unión familiar: los migrantes se esfuerzan por regresar, las familias ampliadas organizan novenas en donde se reencuentran por lo menos una vez al año, los ausentes que no han podido regresar llaman, envían tarjetas y correos electrónicos (por eso colapsa el messenger); pero todo el mundo busca puentes para comunicarse con sus seres queridos, y no falta quien olvide resentimientos de años en esta época.
  • Un tiempo de solidaridad: por desgracia, este sentimiento no escapa a la contaminación de cierto exhibicionismo filantrópico que puede ser interpretado en más de un sentido; pero me resisto a creer que todos aquellos que visitan ancianatos, orfelinatos, barrios marginales y otros sitios en donde la necesidad llama estén únicamente tranquilizando sus conciencias o mostrando lo buenisima gente que son. Sin embargo, esta solidaridad tiene dos bemoles: primero, que para el veintiséis o cuando mucho el veintiocho de diciembre ya nadie se acuerda de nada, y segundo, nos recuerda demasiado que la caridad y la justicia social son excluyentes, y que puestos a escoger, a mí al menos, no me resultaría difícil escoger la segunda.
Sí, sí... No sé qué pasaría allá en los umbrales de la era cristiana. No quiero, tampoco, intentos de demostraciones históricas que muchas veces apelan a la ingenuidad y al dogma. Sé que, si nos ponemos escépticos y nihilistas, veremos en la Navidad arribismo, ostentación, delirio consumista, hipocresía, asistencialismo y dogma... Pero cuando mi pequeña hija decide "donarme" una parte de lo que su abuelo ha decidido darle para sus gastos navideños porque ya se ha comprado suficiente, o cuando mi hijo entra a mi cuarto, me encuentra recostada, me cubre con algunas mantas me acaricia, me arropa, me besa y me dice que descanse y me cuide porque, aunque no lo parezca, para él soy la mejor mamá del mundo, entonces dejo el escepticismo para otra ocasión y me dedico a disfrutar con emoción de los sencilos gestos que el tiempo navideño me regala.

martes, 19 de diciembre de 2006

EL BAILARÍN URBANO

El domingo pasado, mientras Pancho Prado cantaba en la Plaza Grande, un hombre de mediana edad, con una camiseta de Noboa encima de su camisa, se puso a hacer unos extraños y armoniosos movimientos, al principio a un lado del público. Luego, más allá del recelo, se introdujo en el círculo y continuó bailando con gestos medidos, disfrutando de lo que hacía, concentrado en la música. De ese momento, me "brotó" este texto, que es para el Pancho, claro, pero también para ese hombre desconocido y para todos:

son las manos de un hombre
que se mueve en la plaza
hilvanando tu música
desde su aparente locura
tenía que ser contigo
que remiendas corazones
y enderezas la sombra del dolor
donde el hombre de las manos danzantes
mostrara su tímido arte
marginal
desplazado
extraño
doloroso quizá
y al mismo tiempo
hecho de magia
y nubes de nostalgia

viernes, 15 de diciembre de 2006

NO HAY COMO ESTAR MUERTO PARA SER BUENO

No me alegró la muerte de Pinochet. Tampoco me entristeció. En el fondo de mi ser, pienso que, para casos como el de este señor o el de muchos otros, se justifica la existencia de una próxima vida en condiciones inferiores a la actual, de un infierno de calidad variable, o aunque sea de un purgatorio riguroso; pero ese es un tema que no me compete y sobre el que no tengo ningún poder, así que se lo dejo a las fuerzas y leyes que regulan el funcionamiento del universo.
Lo que me ha asombrado, y debo decirlo, dolorosamente, es esa urgencia de ciertos ecuatorianos por aclarar que, haya hecho lo que haya hecho, Pinochet siempre fue "amigo del Ecuador". Es gente bien intencionada, gente magnánima, además, pues minimiza de corazón los tres mil desaparecidos, las torturas, la matanza del estadio, el bombardeo de la Moneda, la traición a Allende, la corrupción demostrada, y si la hubiera, cualquier otra cosa, con el pretexto de que Pinochet, insistimos, fue "amigo del Ecuador".
Ahora bien, ¿qué significa haber sido "amigo del Ecuador"? Sabemos que Pinochet vivió en Ecuador durante un tiempo, que visitó el país en alguna ocasión posterior (y el presidente de aquel entonces, Rodrigo Borja, lo declaró persona "non grata"). Sabemos también que, en casos de agresión peruana, Pinochet tomó ciertas actitudes, por decirlo de algún modo, "distractoras" o por lo menos inquietantes para el ejército peruano. Todo eso lo sabemos. Lo que no sabemos, o no recordamos, es que en política no hay amistades, sino intereses, y nadie puede saber lo que anidaba en el corazón de Pinochet en el momento de tomar aquellas acciones.
Ahora, si vamos un poquito más allá, y suponiendo que Pinochet haya tenido afecto sincero por nuestro país, ¿puede eso borrar todas las atrocidades cometidas en su régimen? Si tengo una amiga de mi alma que ha decidido arrancarle las uñas a su empleada porque se han perdido cincuenta centavos de su monedero, ¿cómo evaluaré mi relación con esa persona, en ese caso?
Sin embargo, se oyen cosas aun peores, y una de las más horrendas es: "En este país (Ecuador) lo que hace falta es un Pinochet". Se lo repite cada dos por tres, en buses, en conversaciones, en reuniones de toda clase. Yo me pregunto, con una mezcla de indignación y compasión, ¿sabrá esta gente lo que está diciendo? Entonces, en seguida viene la explicación de que sí, claro, los muertos... pero gracias a él Chile es la potencia económica que es... ¿Potencia económica? ¿Conoce alguien la situación de los pobres, de los indígenas, de los jubilados de Chile, más allá de los indicadores macroeconómicos? Y aunque Chile fuera en efecto una supuesta potencia económica, eso jamás se justificaría, no digamos con la muerte o tortura, ni siquiera con el maltrato o apresamiento arbitrario de una sola persona. Ese precio es demasiado alto, y como humanos, no deberíamos estar dispuestos nunca a pagarlo, peor a justificarlo.
Como dice la Biblia, la palabra tiene poder de vida y poder de muerte, y por eso es necesario meditar en aquellas expresiones que, movidos por un patrioterismo barato e irreflexivo, solemos decir sin mucho pensar. Si no, con el paso del tiempo, no debería extrañarnos que en cualquier momento alguien, con la mejor intención del mundo, diga: "Aquí lo que nos hace falta es un Hitler", personaje al cual, en el fondo del alma, tenemos que agradecerle que jamás nos haya regresado a ver, para que así ningún trasnochado se sienta "honrado" (¿hornado?) por su "amistad".

Piénsalo tú también...

sábado, 9 de diciembre de 2006

HERMANO TORO









del silencio y la estrella de la noche campestre
al estallido del pasodoble
qué media

de la paz de los campos en verde y azul
al rugido de la multitud
que cecea y se emborracha con vino de bota
negando lo que es
pero sin ni siquiera ser lo otro ni nada
qué camino recorres

qué siente tu lomo herido por las banderillas
o por la lanza del picador
una y otra vez
cómo entiendes la demecial sucesión de derrepentes que no se terminan
rugido
banderilla
verónica de capote en la cara
dolor
adrenalina
miedo
dolor
adrenalina
miedo
dolor
adrenalina
y ver tu sangre mojando la arena
dolor
dolor
dolor
dolor
dolor
olé
y al fin
casi como una bendición
la estocada certera
y el imposible ángel de la muerte
recogiendo tu alma de la arena escarlata
para que vuele
como tantas otras
/de selvas extinguidas
de marfiles robados
de gigantes risueños
y de incontables seres inocentes/
al cielo de los mártires incógnitos
donde no hay más toreros
ni multitud confusa vitoreando tu angustia

DESAMOR

Me vio como se mira al través de un cristal
o del aire
o de nada.

Y entonces supe: yo no estaba allí
ni en ninguna otra parte
ni había estado nunca ni estaría.

Y fui como el que muere en la epidemia,
sin identificar, y es arrojado
a la fosa común.
[Rosario Castellanos]

TODOS LOS MINUTOS SON DEL MISMO TAMAÑO

Acabo de oír en la radio a un señor bastante bien intencionado, que para iniciar su comentario telefónico habló de intervenir "por unos cortos minutos". Esa es una de tantas cosas que oímos y decimos cada día sin advertir que encierran graves inconsecuencias lógicas. Aunque, ahora que reviso lo escrito, me doy cuenta de que esa gravedad es relativa, pues cierto es que todos los minutos son del mismo tamaño (60 segundos, 600 décimas de segundo); pero en este caso, lo que el hombre quería decir, haciendo una figura poética cuyo nombre ignoro por completo (como el de todas las demás), era que su intervención en general iba a ser corta, que no iba a "robar" demasiado tiempo al programa.
Cosa rara, esto de hablar y hacer piruetas con el lenguaje. Muchas veces nos agarramos de expresiones hechas sin meditar en lo que realmente estamos diciendo cuando, por ejemplo, comentamos:
-A la postre o a la larga se va a ir.
Espero que todos los que estén leyendo esta página se hayan dado cuenta ya de que "la postre" (lo último) y "la larga" son lo mismo. El dicho "correcto" sería: A la corta o a la larga se va a ir... o: A la postre se va a ir.
Recuerdo también haber escuchado a alguna colega profesora referirse a los trabajos o intervenciones de alguna estudiante como "muy mediocres". E igual, haberme quedado un rato meditando: si la mediocridad es un anodino punto intermedio entre lo mejor y lo peor, ¿alguien o algo puede ser muy mediocre? Es el mismo caso en el que un alcalde ecuatoriano criticaba ciertas intervenciones del futuro Ministro de Energía y Minas respecto de la última crisis minera diciendo que habían sido "extremadamente tibias", o sea... ¿qué? ¿Lo tibio no es también un punto central entre lo frío y lo caliente? ¿Cómo la leche para el bebé puede estar extremadamente tibia si en cuanto supera en una u otra dirección esta cualidad será irremediablemente fría o caliente?
Sin embargo, al releer el texto de esta entrada me pregunto si realmente hay un problema en expresarse así. El lenguaje es un organismo vivo, que cambia, que busca los cauces expresivos más adecuados para traducir las ideas y sobre todo los sentimientos de quienes lo usan. Entonces, ¿no será ahora que mediocre ya no es un punto intermedio, sino que se desliza peligrosamente hacia lo peor, alejándose de su otrora equitativa distancia de lo mejor? ¿será que tibio ya no es el justo medio entre frío y caliente, sino que comienza a resbalar cada vez con mayor velocidad hacia el frío, sobre todo si de declaraciones de ministros se trata? ¿Será que cuando queremos ponderar la brevedad de nuestras futuras intervenciones los minutos sí pueden reducirse a cuarenta o cincuenta segundos? ¿y que la postre significa el principio y ya no el final?
No lo sé. Todavía esas expresiones, dichas con buena intención aunque no con mucho sentido lógico, me perturban y me chocan un poco, no importa cuán consciente esté de que "en lingüística, lo que hoy es un error, mañana será una norma".
Porque no creo que jamás pueda estar bien dicha una frase como la que expresó, dolida, una vecina de mi madre, quejándose en general de la ingratitud juvenil y uniendo, al mejor estilo del Chapulín Colorado, dos refranes de su particular invención, cuando exclamó, con lágrimas en los ojos:
-¡Los hijos son como el perro, que alzan el vuelo y se van!

Piénsalo tú también, de vez en cuando es bueno...

domingo, 3 de diciembre de 2006

CIUDAD (Quito, por supuesto)

con ritmo de pasillo
o puede ser de blues
camino paso a paso
/rueda a rueda/
por tus calles
ciudad que te derrumbas de pobreza
pero compras sin tregua
chucherías
que a nadie le hacen falta
ciudad que te traicionas
cada vez que te dejan
y muerdes las entrañas de tu gente
sin piedad ni recato
ciudad que eres ternura cada noche
o soledad brutal en una esquina
o en un colchón a medias desolado
ciudad de paraíso
y de hades insufrible
te recorro
y me asaltan
y me abandonan una vez por año
en los aniversarios de la muerte del amor
te recorro
y me abrazan
y un sorprendente bach que no conozco
hace el amor conmigo en una iglesia
ciudad
máscara
orgasmo
rebeldía de fósforo encendido
fatuidad de colegios aristócratas
y apellidos prestados
fidelidad y escarnio
ciudad
que simplemente amo
y a veces no comprendo
pero que va en mis venas y en mi piel
como una marca a fuego
de lo que soy y he sido
y la premonición inevitable
de lo que un día seré
o ya no seré
Esta semana no te pierdas el impactante tercer capítulo de la novela corta Mi sombra te ha de hacer falta cuando te fatigue el sol.

viernes, 1 de diciembre de 2006

"ES QUE A MÍ SE ME PEGA EL ACENTO"


Una noche, en algún noticiero de televisión, entrevistaban a un ecuatoriano que había sido deportado de España, y le preguntaban por el trato que había recibido en el avión. El hombre, indignado, respondía:
-Es que nos han tratao como a un saco de patatas...
¡Olé! diría yo al final, aunque lo que más provoca decir es otra cosa que por respeto todavía no voy a poner, aunque no garantizo nada si el texto lo exige; pero si el lector pone atención verá que el ecuatoriano, entre una de las características más notorias de su idiosincracia, cuenta con la pavorosa facilidad de perder el acento nada más juntarse, en su mismo país, con ciudadanos aunque sea de Colombia. Por ejemplo, uno de mis cuñados, cubano él, tenía una amiga que hablaba con el suave seseo de los colombianos, y respondía siempre "sí, señora", "no, señor". Hombre observador, le preguntó de qué parte de Colombia era, y ella le respondió, en un perfecto caleño:
-No, yo soy de aquí (de Quito). Pero hablo así porque mi novio es colombiano.
¡Ave María! Mi hermana lleva casada cuatro años y ni se le ha ocurrido llamar "chico" ni "chica" a nadie.
¿Por qué perdemos el acento los ecuatorianos? O mejor dicho: ¿por qué adoptamos en seguida el acento de otros lugares? Una prima mía, que recientemente visitó España, me decía: "He visto argentinos que viven treinta años en Madrid y no han perdido un así el acento". Y en treinta años pueden suceder muchas cosas, claro, entre ellas perder el acento. Pero los argentinos, los colombianos, los chilenos y los mismos españoles jamás lo pierden. Pueden adquirir un tonito, utilizar algunas palabras del léxico propio del lugar... pero en cuanto hablan se sabe de dónde son.
Para este fenómeno tan ecuatoriano de perder el acento podemos plantear algunas hipótesis explicativas, aunque siempre a manera de hipótesis muy personales y con poca o ninguna base científica, solamente la observación... y la experiencia que me dan mis años (je, je):
  • El deseo de que los demás sepan que hemos viajado: porque si vuelves, pongamos por caso, de México, y dos días después te encuentras con tu prima Alicia a la que no has visto en años, tienes que introducir por lo menos un"chido" o un "órale" en tu discurso, así ella te quedará viendo con ojos de qué le pasó a este, y tú tendrás oportunidad de contarle que estuviste en México, con mayor razón si sabes que ella jamás podrá un pie fuera de los límites patrios, por la razón que sea. Entonces el mismo fenómeno se da entre los que han viajado una semana a Miami, han hablado solo con cubanos y regresan más gringos que George Washington, o entre los que han sido deportados de algún país europeo antes aun de bajarse del avión y sin embargo regresan ceceando y diciendo "jodé" y "valee" cada tres palabras, cuando no hablando holandés (o lo que ellos y ellas creen que es holandés).
  • El deseo de que los demás sepan que hemos viajado, pero en versión tímida: esto se da, por ejemplo, cuando sucede lo mismo que reseñamos en el caso anterior, pero la persona en cuestión, al final de su frase, se encoge de hombros, sonríe tímidamente, enrojece un poco y da la explicación pertinente: "es que a mí, cuando voy a cualquier parte, se me pega el acento aunque yo no quiera"...
  • Explicaciones etológicas: En el fondo, lo que anima a perder el acento, si lo vemos desde el punto del vista del comportamiento meramente animal, es el deseo inconsciente y sin ápice de malicia, de imitar aquello que consideramos propio de los miembros "superiores" de la especie. Y sucede, muy lamentablemente, que según esto, la gran mayoría de los ecuatorianos consideramos superiores de la especie a todo el resto de la humanidad, comenzando por los colombianos y los peruanos, no se diga los chilenos, argentinos, brasileños, mucho más los españoles (por algo nos conquistaron)... ¡y ni hablar de los que son taaaán superiores que ni siquiera hablan español! Es la actitud del animal pequeño en su especie que eriza el pelo para que el más grande se atemorice o lo considere uno de los suyos. Solo que en esta actitud (la de apegarse al acento ajeno) hay una gran dosis de ingenuidad, pues el que imita el acento no se da cuenta del sinnúmero de factores que por el momento traicionan su imitación: la talla, el color de ojos, el lenguaje corporal y el mismo acento con que intenta imitar el otro acento.
  • En el fondo, un doloroso y vergonzante deseo de ocultar lo que uno es: alguna vez, una de mis hermanas hizo un viaje a Chile con alguna de sus amigas. Era una pasantía de un mes en la universidad. Nada más bajarse del bus, la amiga de mi hermana hablaba como si hubiera nacido en Santiago, Concepción o Temuco; pero el colmo fue cuando mi hermana (pobrecita) seguía hablando como ecuatoriana quince días después, entonces su amiga, con aires de superioridad, llegó a decirle esta escalofriante frase: "Mejor déjiame hablar a mí, porque cuando vos hablai (uivona) la gente se puede dar cuenta de que somos ecuatorianas (!)".
Puesta a soñar, que no es una cosa mala, me gustaría llegar a ver el día en el que por colombiano que sea el novio de cualquiera, la muchacha conservara el acento ecuatoriano; el día en que el deportado e injustamente maltratado respondiera, con mayor indignación aún, en la entrevista:
-¡Chuta, si nos trataron pior que a un costal de papas, carajo!
Y el día en que en cualquier parte, a cualquiera de nosotros, nos embargara el orgullo cada vez que cada uno de los extranjeros que nos escuchan se diera cuenta de que nacimos en el Ecuador, y a mucha honra.
(Ahora que, si me preguntan, les contaré que a mí no se me pega el acento en general, pero si me voy a Cuenca, cuando regreso, es de oírme cantar... Como si me hubieran parido a orillas del mismito Tomebamba, ni más ni menos.)
Piénsalo tú también... sobre todo si "se te pega el acento".

lunes, 27 de noviembre de 2006

no fui para el amor
de alguna parte me vendieron sueños
y pensé
yo también
pero no
me dieron letras números palabras
música
libros
hijos amigos hobbies y mascotas
me dieron cosas nada despreciables
y personas que son pan y alegría
así puedo olvidarme del dolor
y acompañarme en esta soledad
que sin embargo
en las tardes de lluvia
me lastima los huesos
recordando
a mi pesar y más allá de todas
mis buenas y optimistas intenciones
que
aunque parezca ingrato e inexacto
no fui para el amor

sábado, 25 de noviembre de 2006

INSULTAR CON EPÍTETOS DE ANIMALES...

INSULTAR CON EPÍTETOS DE ANIMALES
¿ES JUSTO?


Un hombre infiel es un "perro".
Alguien ingrato es "como un gato".
Una persona intrigante es una "víbora".
Un traidor es un "alacrán".
Un político corrupto es una "rata".
Un jefe de transnacional ambiciosa es un "tiburón"...
Y así.
¿Qué nos impulsa, como seres humanos, animales, al fin, a insultar de esa manera a nuestros semejantes? ¿Por qué atribuimos a los animales actitudes y valores morales que no nos consta que los tengan o no los tengan? Si bien los perros suelen andar con varias hembras de su especie, ¿no hacen los mismo los humanos, y no necesariamente porque sea una cosa mala? Y, que yo sepa, jamás hemos sabido que una víbora se dedique a echar cizaña por ahí contra sus congéneres ni siquiera porque tiene una lengua viperina. El alacrán pica y ataca por supervivencia, como la mayoría de seres de este planeta que se han visto inmisericordemente atacados por la ambición, la estulticia y el deseo de abarcarlo todo de los mal llamados "humanos". A las ratas las consideramos malas, sucias y dañinas porque roen nuestros muebles; y a los tiburones (que ya vamos en camino de extinguir) les echamos la culpa de asesinos y acaparadores, cuando sería de preguntarse por la relación de muertes que existe entre las de tiburones ocasionadas por seres humanos y la de humanos ocasionadas por tiburones.
Lamentablemente para todas las especies del planeta, la aparición del ser humano sobre la faz de la tierra marcó un enfrentamiento entre la supuesta "inteligencia" del uno y la fragilidad de los otros seres que durante siglos vivieron según sus instintos y sus éticas de especie que, me atrevería a decir, siempre fueron mucho más consecuentes y respetuosas del ambiente que la supuesta superioridad moral del ser humano.
Y después de destruir su espacio vital, corromperlos con nuestra fatuidad, matarlos hasta extinguirlos solamente por ambición, nos permitimos, encima, utilizar sus nombres para señalar defectos que, te guste o no, son patrimonio exclusivo de la humanidad: la infidelidad, la violencia, la avaricia, la intriga, la maldad, la ambición y hasta la ridiculez.
¿No se han preguntado, si los animales pudieran estructurar el pensamiento como nosotros, qué comparaciones harían?
Por poner algunos ejemplos:
Fatuo como reina de belleza.
Ambicioso y avaro como banquero.
Asesino sanguinario como Bush.
Corrupto como político.
Chismoso como...
En fin, por este motivo, ahora, cada vez que pienso en llamar a alguien "rata asquerosa" o algo parecido, me abstengo de corazón. No por la persona, es que no quiero ofender a una sola de las ratas que, a su manera, son muchísimo más limpias e íntegras de alma que algunitos...
Piénsalo tú también...

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