lunes, 24 de diciembre de 2007

DE NUEVO LOS VILLANCICOS

Muchas personas me ha pedido la letra de los villancicos que 'compuse' en las últimas navidades. La música es bien simple (yo no tengo formación musical), pero por el momento no tengo posibilidades de incluirla. Quizás, en el futuro...
En fin, gracias a todos y por todo, y aquí van mis dos pequeñas 'creaciones' para acompañar a todos en sus fiestas.
Un beso y Felicidades a todos en estas fiestas.

NAVIDAD DE VERDAD

nadie puede asegurar que sucedió
ni en qué lugar de la historia pasó
si los reyes magos la mula y el buey
son un invento una leyenda o qué
¿será verdad la navidad
como este pan que compartimos hoy?
¿será verdad la navidad
como el abrazo que doy si no estoy?

nadie recuerda que el niño que nació
una enseñanza eterna nos dejó
entre luces de colores y papel
ocupa su lugar papá noel
¿será verdad la navidad
como este pan que compartimos hoy?
¿será verdad la navidad
como el abrazo que doy si no estoy?

si lograste perdonar en tu interior
o si aceptaste lo que sucedió
si fue tu mano cansada la que dio
el primer paso hacia otro corazón
la navidad es de verdad
como este pan que compartimos hoy
la navidad es realidad
como el abrazo que doy si no estoy
Tangled Lights
INOCENCIA

niño jesús que quisiste ser pobre
pobre y pequeño entre pajas y heno
niño jesús que quisiste ser bueno
desde la frágil visión de ser hombre

niño jesús que dejaste el divino
cielo de gloria y de pena ninguna
para morir una noche de luna
y así entender el rigor del camino

en esta noche de bruma y misterio
en que la gente festeja y regala
y nadie piensa en tu angustia escondida

entre el aroma de incienso y sahumerio
cuando una lágrima tibia resbala
siento tu luz encenderse en mi vida
3D Rudolph

CARTA AL NIÑO JESÚS

Manger
Querido Niño Jesús:
He tenido algunos desencuentros con algunas personas porque la verdad, verdad, yo no sé si realmente exististe como un personaje histórico real, y lo he dicho. Esto me ha ocasionado, por decir lo menos, una ceja levantada, y vaya una a saber lo que circulaba por el cerebro que estaba detrás.
Pero yo sé que, seas lo que seas, tú me comprendes. El bullicio de los centros comerciales y los gentíos en todas partes encubre lo que realmente significas, que hoy por hoy es lo que importa, ¿no? No significas tanto la desesperación por comprar, por adquirir, por tener, cuanto la necesidad de querer y ser querido en medio de todo este estruendo que no deja oír tus tenues vagidos de niño recién nacido, y no precisamente en el Hospital Metropolitano ni en el Hospital de los Valles.
Fuiste tú el que dijo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja antes que un rico entre en el reino de los cielos; pero esa parte de la historia es mejor ignorarla, después de todo, ¿quién no quiere ser rico, cueste lo que cueste, y por más que se digan cristianos, aunque el precio sea bancarse el infierno por toda la eternidad, según esas palabras tuyas que no le gustan a nadie?
Fuiste tú el que inventó esa hermosa parábola del Juicio Final, en donde lo único que se necesita para 'ser salvo' es haber sabido reconocerte en todos quienes, de una u otra forma, necesitaban de cualquier cosa. Pero la gente ha preferido creerle a San Pablo y sus enredados condicionamientos doctrinales, y ha preferido pensar que el ritual es preferible a la sinceridad de las acciones, y ha preferido vestirte de oropel y organizar novenas y misas antes que seguir esas sencillas pero profundas normas de vida que es mejor ignorar para no hacerse líos con la vida.
Por eso, Niño Jesús, aunque yo también he comprado juguetes y chucherías, no quiero molestarte con peticiones que nada tienen que ver contigo. Ni siquiera quiero pedirte paz para mi corazón o salud para los que amo. Y no sé si lo volveré a hacer en el futuro. No sé si te gusta o te conforma el disfraz de Dios que algunos te pusieron para convertirte en el guardián de sus oscuros intereses. Solo sé que, si exististe, si tus pisadas hollaron el suelo arenoso y candente de Palestina, el mundo de hoy te asqueará y, como a muchos otros, la impotencia y la decepción te impedirán festejar cualquier cumpleaños con ganas y con gusto.
Por eso, no te pido nada. Te he cantado un par de villancicos que son más para pensar que para otra cosa. Espero que, si estás en alguna parte, te hayan gustado. Lo único que te puedo ofrecer es seguir hurgando en medio de tus enseñanzas y tratar de sentirlas y vivirlas de la mejor manera posible, aunque eso me cueste, como a ti, la soledad, el ostracismo y aun la vida. Cosa difícil, lo sé. Pero estoy segura de que eso es lo que a ti te gustaría más que cualquier otra cosa.
Por lo que significas, por tu pobreza, por tu desnudez, por la soledad que te acompañó hasta el calvario y de la que hoy por hoy nadie se acuerda, solo quiero decirte que igual te quiero mucho siempre.
Y feliz cumpleaños, sea cuando sea,
La Lucre

domingo, 16 de diciembre de 2007

SIN NADA QUÉ DECIR

así me quedo a veces
silenciosa como una piedra
en el extraño camino de la vida

así
tiemblo con las palabras y los sentimientos
atenazando las articulaciones
pero sin poder salir
porque tienen nombres
porque tienen fechas
porque tienen marcas de nacimiento
y también tipos de sangre
que no se pueden ocultar
una vez aparecidos

así permanezco a veces
aunque me haya vendido
el ansia de aliviar mi corazón

es mejor
callar
siempre se dice
callar
sencillamente
bancarse por dentro todas las procesiones
imaginar los cuentos que salvaron la vida
alguna vez
cuando la soledad
nos quiso estrangular
soñar
imaginar
y seguir caminando por ahí
sin nada qué decir

FENÓMENOS PARANORMALES

Navidad es tiempo de prodigios, no cabe la menor duda. Ya hablé de esto anteriormente; pero no puedo resistir la tentación de volver sobre el tema. Y me voy a explicar.
Hace algunos meses, por la zona de mi casa apareció un nuevo centro comercial. Nostálgica y tradicionalista en mis apegos, como soy, sufrí en silencio (y a veces no tan en silencio) por el viejo centro comercial que visitaba antes, al que le tenía especial cariño, pues en una época dolorosa y depresiva de mi vida solía ir a consolarme viendo los escaparates y gastando el dinero que todavía no tenía en chucherías que creo que hasta ahora no he terminado de pagar, tal cual hacemos todos en esta época del año.
Bueno, como les contaba, estaba pensando en que de repente este viejo centro comercial, entrañable para mí, se vería seriamente afectado por la aparición del nuevo, más cerca de una vasta zona de la ciudad a la que el otro también atendía. Sin embargo, en estos días navideños, advierto con más estupor que satisfacción que no es así. La pregunta clave es ¿de dónde sale tanta gente?
Porque se supone que si, por ejemplo había diez mil personas en la zona atendida por el viejo centro comercial, ahora que ha aparecido uno nuevo, cada centro comercial podría contar con cinco mil clientes; pero esta tarde, cuando pretendí ir a pagar alguna de las deudas en un almacén de ropa, advertí que no es que la población del primer centro comercial se había dividido en dos con el segundo. No. Todo lo contrario, creo que ahora, en ambos centros comerciales, por decir algo, no solo había cinco mil personas sino, me atrevería a afirmar... creo que en cada uno había más de diez mil: congestiones de tránsito inmanejables en un kilómetro a la redonda de cada uno de ellos; estacionamientos llenos, incluso en aquellos sitios que habitualmente están desocupados porque allí es prohibido dejar un auto particular; almacenes por los que resultaba una proeza humana circular sin ser aplastado o sentir una inminente falta de oxígeno.
Claro, mientras una no piensa, aparentemente las cosas van bien; sin embargo, si se piensa dos segundos, en seguida nos asalta la pregunta: ¿de dónde sale tanta gente? ¿por qué, con la aparición del segundo centro comercial el primero no se descongestionó? Y peor si tomamos en cuenta que nadie nace adulto, las preguntas se vuelven más inquietantes: ¿habrá habido una oleada de bilocaciones y desdoblamientos mientras otros incautos dormíamos plácidamente? ¿nos invaden los marcianos? ¿qué es realmente lo que está pasando?
Es un misterio, y más que obra de la navidad, parece obra de magia... por no decir del diablo.

lunes, 10 de diciembre de 2007

SÚCUBO

volverá
una y mil veces
a poseerte
en la bruma cerrada del recuerdo
arañando tu espalda
tenaz
y criminal
no cesará
como cualquier animal enfermo
sediento
de tu indefenso cuerpo de niño
sombra de la sombra
no importa
si aquel tiempo pasó
si cada día te dices que terminó
sagaz demonio
que mordisquea aún
las células de tu alma

abrázalo
tan solo abrázalo
más allá de los pánicos atávicos
une tus lágrimas
a su soledad de engendro
desterrado aun del mismo infierno
mírate en el espejo de su miedo
y entonces
/puede ser/
que por sus propios medios
y sus ganas
abra por fin la puerta
y escape
para siempre

domingo, 9 de diciembre de 2007

DICIEMBRE

Por un momento quiero apartar mis ojos de la política, de los usos del lenguaje, de las fiestas de Quito. Y hablar, como si fuera el título de una película de Woody Allen, del mes de diciembre. Porque en diciembre la gente enloquece, ¿se han dado cuenta? Si para Freud el Quijote de Cervantes se convirtió en un muestrario de patologías de orden psiquiátrico o psicológico, quizá se debió a que no vivió ningún diciembre de fines del siglo veinte o principios del veintiuno.

En primer lugar, la gente se multiplica, nadie sabe cómo. Porque no es que nace un número representativo de niños ni cosa parecida. Simplemente, la gente y sus vehículos aumentan en cantidades exorbitantes. ¿Cómo lo hacen? No se sabe, pero hay más gente: en la calle, en los centros comerciales, en las farmacias, en los bancos, en todas partes. ¿De dónde sale tanta gente? ¿Hay un desdoblamiento masivo, acaso? ¿Alguien se pone a clonar personas justo para este mes? Si nos ponemos a hurgar en las razones, verán que no existe explicación posible desde el punto de vista de la lógica para esta cortazariana situación.

Luego, la gente se vuelve compradora compulsiva. Todos, sin excepción. Y más que todos aquellos que han declarado a la altura de octubre que para estas navidades no caerán en las redes y los tentáculos del consumismo. Lo dicen y al ratito están comprando regalos con base de diez dólares para los diversos intercambios de la oficina, de los grupos de primos, de los clubes de lectura, de la jorga de amigos. ¿Cariño? ¿Deseo de dar? Puede ser, pero no es más que empezar. Una va por uno de estos regalitos y sale como con veinte, por lo menos.

Hay gente que, quizá movida por un espíritu ascético, inicia dietas en diciembre. Son pocos, pero son, como diría César Vallejo: Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte, y todo a punte asombro. Se presentan al té de amigas y dejan intactos todos los platos que se les ponen por delante. La pregunta inmediata es: ¿catolicismo del siglo XXI -saben que pululan los fundamentalismos raligiosos, ahora último, ¿no?-? ¿masoquismo? ¿pre anorexia? nadie sabe. Nadie entiende, lo peor.

Como todo, diciembre es un mes con sombra. Hermoso porque toda la gente retoma el cariño y el aprecio que siente por los suyos. Horrible porque a veces, aunque no sintamos ese cariño nos vemos obligados a demostrar por lo menos algo parecido para no quedar mal. Hermoso porque nos vienen múltiples tentaciones de solidaridad. Horrible porque se pone en evidencia le miseria y la desigualdad. Hermoso porque se recupera el sentido de la familia. Horrible porque duelen más los desencuentros, las soledades y las ausencias.

Sin embargo, diciembre es, con todo, el mes de las luces, de las alegrías, de los reencuentros y de los abrazos. Y quizá lo mejor sea enfocarnos en todo esto, y pelear para que, a pesar del enloquecimiento colectivo, diciembre sea un mes en el que cada vez se vea menos inequidad y más igualdad entre todos y todas.

lunes, 3 de diciembre de 2007

LOS MUROS DE ESTA CIUDAD


de piedra y pasado
de miedo
de fuego orgulloso
que arrasó el anhelo
de furia y conquista
de cruz y convento
de paz franciscana
que fue una mentira
de chisme
y secreto
de poetas muertos
de hastío
y de sombra
de pasillo y cumbia
de sal y miseria
de orgullo insensato
de fatuas creencias
de envidia y censura
de altivez y furia
las calles
las plazas
los muros y patios
de Quito
están hechos

VIVA QUITO


Muchas veces me he preguntado, con un regusto amargo, qué es lo que hace que mi ciudad festeje con tanta emoción su conquista y su derrota. Fundación, le dicen, pero Quito estuvo ahí desde mucho antes de que Almagro y Benalcázar vinieran a ‘fundarla’.
Según me cuentan los mayores, las fiestas de Quito, tal como se conocen ahora, se organizaron como tales a principios de la década de 1960, tal vez a fines de los cincuentas del siglo pasado. De estas fiestas, en mi infancia y adolescencia, tengo un recuerdo más bien agradable: la noche del cinco de diciembre, la gente del barrio reunida en una confraternización afectuosa, en un encuentro de alegría, con una sencilla banda de música o con un disk jockey de barrio mismo. En el momento del baile no había diferencias de edad, ni sociales, ni económicas. Se juntaban la empleada de una casa con el dueño de otra, los niños y los adultos bailaban en iguales ruedas o parejas. Los adultos, vecinos todos, se encargaban de ver que ningún niño sufriera un percance. Los adolescentes no querían alejarse de sus padres para disfrutar de los excesos sin control (o si lo querían, lo disimulaban muy bien). Era una celebración familiar y entrañable.
Pero desde entonces ya había los bemoles. Como ex vecina del barrio de la Jipijapa, en las inmediaciones de la Plaza de Toros, por ejemplo, recuerdo desde siempre el entorpecimiento en la circulación, los autos taponando los garajes, ocupando las veredas, la congestión cada año más desesperante. ¿Y por qué? Porque somos taurinos, pues. No quiero extenderme aquí sobre mis razones para rechazar en cuerpo y alma las corridas de toros. Respeto a quienes, con sed de sangre disfrazada de amor al arte, asisten a este espectáculo. Sin embargo, lo que yo miro más allá de la corrida en sí, escapa de enfermarme por pocos milímetros: veo un poco de gente que de la noche a la mañana se vuelve española, pero no española de principios del siglo XXI, no: española de cuando los Arnistas ecuatorianos anhelaban irse a vivir o por lo menos a estudiar en la España de Franco: carretas del Rocío con majas y damas de peineta y vestido de vuelos y lunares, gente que cecea sin ningún sentido de la ortografía más elemental; gente que toma vino de bota y lleva sombrero cordobés porque sí. Lo que yo siempre me pregunto es: ¿qué están tratando de decir? ¿Cómo se debe entender ese discurso?
Por suerte, también aparecen por algunas partes ferias populares en donde podemos comer comida ecuatoriana, escuchar y bailar música quiteña y nacional, comprar artesanías y productos que nacen de manos y trabajo ecuatoriano.
Sin embargo, la fiesta se ancla en la fundación española, se haga lo que se haga. Y duele. A mí, al menos, me duele. Hablamos con pasión del héroe Rumiñahui, pero aún no somos capaces de reconocerlo en los rostros indígenas que nos rodean, y ellos mismos, cuando tienen que irse al padre violador que fue alguna vez España (ninguna madre patria, por favor), comienzan a hablar como españoles incluso antes de subirse a los aviones, negando, por el motivo que sea, lo que son, lo que dicen y cómo lo dicen. Festejamos una masacre, y ahora último la festejamos como quizá sea correcto festejar las masacres: con violencia, con accidentes de tránsito, con miríadas de adolescentes ebrios que evidencian el abandono, no precisamente familiar, sino el abandono de una sociedad completa que mira obstinadamente hacia el afuera y el pasado sin comprender que es hora de apropiarnos del adentro y del presente para poder continuar por la vida y por la historia ya sin traumas ni complejos que sigan impidiéndonos crecer día tras día.

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