domingo, 29 de abril de 2007

VIRGINIA TECH

dirán que estaba loco
perturbado
esquizofrénico
psicópata
dirán
dirán que es causa de los videojuegos
o de la gran culpable de estos últimos siglos
/esa televisión/
dirán
que el rock satánico
que las películas
la crisis familiar
la crisis de valores
la juventud actual
pocos recordarán
los ciento cincuenta mil soldados
que lo hacen aún mejor
en nombre de la paz y del petróleo
y que llenan Bagdad de horror y escombros
salpicados de cuerpos de inocentes
como los chicos del Virgnia Tech
cuerdos
inmaculados
inocentes
dirán
/diremos/
que nada es nuestra culpa
y apagaremos el televisor

SEXO BRUTO

La violó un macho. Un macho de manos burdas y tronco fuerte. La violó porque aprendió el sexo bruto genital, y porque se sabe que en este país la violación es una acción patológica que a veces sucede por un extraño o por un marido o por un amante o por un alcahuete de bragueta dura.
La violó y se fumó un tabaco luego. La chica, la mujer, el cuerpo, el alma, el miedo agarró al macho y lo ahorcó rabia. Lo dejó dormido.
Sexo bruto. Muerte bruta. Cuerpo necio. La violación de la chica ocupó la coyuntura que los medios dan a la fatalidad humana: desgarra pero pasa. El llanto pasa. El dolor pasa. La culpa crece.
Ahora resulta que la chica que aguantó el sexo bruto es una homicida, una loca, una fugitiva.
Los medios la olvidaron, peor, olvidaron la bragueta enferma. Ahora solo ella existe. Porque lo mató, porque tuvo fuerza, porque tuvo rabia, porque no soportó la afrenta que vendría pronto.
La afrenta de un ambiente social fundible y fundido. La afrenta de ser una mujer rota. La afrenta de no defenderse sin matar al macho. La afrenta de contradecir el canon de la virginidad castrada.
Sexo bruto. Niña mató a violador. El orgasmo de la muerte abrupta. La ley agazapa en su ley el delito del crimen del himen, y delata el delito del crimen en defensa propia. La violación comprobada: abrir las piernas, otra vez, para que un galeno y dos espátulas revisen la telita rota. Doble afrenta. Doble lupa de pudor sin nombre.
Sexo bruto. La violó y murió por eso. Lo humilló en la asfixia del placer mortal. La hazaña, la defensa propia, la dignidad exprimida en el gañote del macho –nada erguido ya- se ahogó en el túnel del dolor de ella.
Ahora resulta que la niña no pudo matar al macho. La mujer es débil. Pero ella era (es) una atleta. Mil historias. Mil versiones para justificar la imposibilidad de una mujer usando la fuerza como una palanca de vida, de otra vida: la otra vida de una mujer violada. Mil maneras de sacar la ley para salvar al muerto y demonizar a la viva.
Ley de los libros muertos. Ley de los hombres. Ley de las hembras con hambre. Culpar a los vivos para salvar a los muertos.
No entiendo nada. Solo sé que hay momentos que permiten salvar la furia a través de la furia... Y que la furia, la emoción, lo humano, tiene en su centro la sombra del instinto y la garra de la supervivencia... Solo sé que hay instantes, inmensos instantes, en que la muerte es mejor que la vida destruida, criticada, censurada, por la vida perfecta de los otros, los sabios, los juristas, los chapas, los curas, los buenos y las buenas.
Sexo bruto. La tara de una humanidad que no comprende la superioridad del instinto de vida y del instinto de muerte.
Sexo bruto. Lo mató porque violó más que una intimidad descuidada, desconocida, escondida; violó el principio de consentimiento, de ganas, de olores gratos, de sabio deseo.
Sexo bruto. Lo mató porque violó el principio de perdonar el pecado, es decir, el pecado del macho.

Carol Murillo Ruiz
cmurilloruiz@yahoo.es

DOÑA SOLEDAD

Amargo despertar el de este viernes. Doña Soledad falta por primera vez al compromiso que le ha embargado la vida en estos veintiún años. Su puesto de educadora en la Penitenciaría del Litoral ha quedado vacío para siempre, irremplazable.
“Ella no concuerda, ella no cabe en ese mundo” ha señalado su hija. Y yo la puedo comprender porque recorrí con ella más de una vez el kilómetro de miseria y de injusticia que liga todos los pabellones de la penitenciaría modelo del litoral. Ahí en ese espacio se ha levantado una capilla ardiente para darle un último adiós a su cuerpo acribillado. Aunque su voz de defensora de los derechos humanos y de ser humano comprometido seguirá resonando clandestina, en cada palmo de esa prisión a la que entregó su vida, y, a la que hoy, entrega también sus preciosos restos.
Hace unos años, no muchos, visité por última vez la penitenciaría, movido por una invitación a declarar que me había formulado la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en Costa Rica. Para llenarme de razones contacté a la Socióloga Soledad Rodríguez, que era el mejor referente que tenía del trabajo carcelario en la Perla. Ella me condujo de arriba abajo del penal, absolviendo a cada paso los problemas diarios de un centro que estaba en ese entonces poblado por más de tres mil internos. Aprovechó para mostrarme su obra que era bastante mayor que la frustración que yo mismo había acumulado en años de servicio: un trabajo terapéutico, un servicio de alimentación limpio y ordenado, procesos para favorecer la educación de los presos. Pero su entusiasmo se opacó cuando me dibujó la corrupción de los servidores del sistema, particularmente en el “negocio” de ubicación en los pabellones para los recién llegados.
Ella se paró de frente a lo que en la Penitenciaría llaman “cuarentena”. Un espacio pestilente, sin los servicios básicos, un área sin divisiones ni privacidad en la que se acumulan doscientos o trescientos presos, uno sobre otro. Aquí está el principal negocio de los guías, me dijo. Cuando hay batidas o llega por cualquier motivo un grupo de huéspedes lo natural es hacerles formar junto a la puerta de cuarentena para señalar que todos los nuevos serán ubicados ahí. El justo recelo y la angustia hacen que cualquiera ofrezca pagar hasta lo que no tiene para ser alojado en cualquier otra parte. El precio define el área de privilegio en el que cada cual puede ser ubicado. Con mucho dinero se puede encontrar un espacio en “atenuados altos”, por ejemplo, donde hay servicio de hotelería cubierto por los internos más pobres que viven en otros pabellones.
El mejor ejemplo de estos abusos se produjo cuando el “Comandante Duro” Toral Zalamea contaba con un pabellón entero solo para él y su banda armada. Cuando yo mismo denuncié éste y otros hechos de violencia, de manera documentada, ante el Consejo Nacional de Rehabilitación Social, el ministro Hainz Moeller pidió con su habitual prepotencia pasar al siguiente punto del orden del día.
Habíamos mantenido con insistencia que las prisiones del país, siendo el último eslabón del sistema de justicia penal, es un espacio que no ha sido tocado por la justicia, y que en él todo tiene precio: desde una llamada telefónica hasta los atentos servicios de una trabajadora sexual, desde una visita al área médica hasta una salida discreta de fin de semana. Si no es suficiente la verdad para crear convicción habría que decir que la droga ronda en los pasillos y se ve reflejada a cada paso en la cara de los adictos, al extremo que se conoce que hay gente que entra de visita para comprar drogas, porque el negocio es tan seguro que baja el precio, por aquello que los economistas llaman “mercado cautivo”. Pero el negocio que Soledad siempre quiso cortar, sin éxito, fue el de la venta de celdas.
Los buenos, los comprometidos, los sacrificados deben tener su propio paraíso. En el sistema penitenciario son especialmente mujeres, otras Soledades, que pueblan con su determinación y persistencia el camino de una reforma penal y penitenciaria, tantas veces declarada imposible porque el sistema ofrece tal como está sus réditos para que la delincuencia siga siendo lo que es: un parapeto en que se maldisimulan los “ilegalismos de las clases dominantes”
No hay consuelo posible para tus deudos. No concuerdas, no contemporizas, no buscas lo tuyo, no te enriqueces en la función pública, te entregas completa y ayudas cuando tienes poder para hacerlo. No concuerdas con la vorágine de la corrupción y la injusticia escrita en el cuerpo de los condenados. Atiendes con esmero, esperas con pasión que tus palabras hagan el milagro de cambiar el modelo y cuando tienes ocasión también extiendes tu dedo acusador sobre el inmovilismo, la venta de favores y el tráfico de influencias. Es por ello que tu voz Soledad Rodríguez no se apaga en este día tenebroso en que la mano asesina se ha ensañado contigo, amiga y compañera de lucha.

Santiago Argüello Mejía
Jurista y defensor de derechos humanos

domingo, 22 de abril de 2007

TREINTA Y TRES

Soy de esos seres que no pueden matar una mosca sin sentir remordimientos de conciencia. Y que en el momento que trituran entre las dos uñas de sus pulgares a una pulga del perro o del gato se preguntan si no estarán alterando irremisiblemente el ciclo del universo. No soy vegetariana por razones que no viene a cuento mencionar aquí, pero a veces también me cuestiono sobre ciertas maneras de faenar y ciertos modos de producir comida de origen animal. Y por supuesto, odio las corridas de toros.
Por todo eso, se me hace tan difícil acercarme siquiera a la comprensión de por qué un hombre joven (23 años, dicen) puede hacerse de un arma, ir a la universidad en donde estudiaba y arremeter a tiros hasta acabar con la vida de treinta y tres personas, incluida la suya.
Durante esta semana, los periódicos, la gente que sabe y la gente que piensa han emitido toda clase de opiniones. Las he oído desde racistas: "Tenía que ser un chino..." (para comenzar, era coreano del sur, y además, qué es eso de "tenía que ser...", de seguro son las mentalidades que ya se están previniendo, con un servilismo digno de mejor causa, contra la competencia de China ante Estados Unidos), hasta otras mucho más sensatas y ponderadas.
Pero, en el fondo, creo que las explicaciones de cualquier tipo sobran, y lo que queda flotando en el aire son las preguntas sin respuesta: ¿Es este niño, que desde los ocho años vivió en Estados Unidos, acaso un cínico y descarnado ejemplo de los posibles resultados de buscar el "sueño americano" más allá de cualquier desarraigo o ruptura con la propia cultura y la propia identidad? ¿Cuánta discriminación, cuánto maltrato, cuánta agresión y hostigamiento pasaron por esa vida antes de que se decidiera a arremeter a tiros indiscriminadamente contra sus iguales y desiguales a un mismo tiempo? ¿Por qué sus relatos ya hablaban de venganzas sangrientas, de muerte violenta, de agresiones sin cuento?
Es muy fácil mandar al infierno a la gente que falta a alguno de los diez mandamientos. Es muy fácil hablar desde nuestra pureza de seres inmaculados que no somos capaces de matar una mosca (yo, por ejemplo). Pero, ¿acaso estos muchachos, hombres y personas que se agarran a tiros contra lo primero que encuentran no son sencillamente la parte visible de un monstruoso iceberg? Y sobre todo, ¿qué puede decir contra este suceso un país, un gobierno que autoriza alegremente la posesión y el uso de armas mortíferas y que ha enviado, hoy por hoy, a ciento cincuenta mil hombres a hacer lo mismo, y de peores maneras, solo que en nombre de unos deleznables y supuestos valores "occidentales y cristianos" (léase "capital" y "petróleo")?

Piénsalo tú también...

domingo, 15 de abril de 2007

PARE DE SUFRIR

para Helena

la violeta abandonada en el estudio

jamás dejó de florecer

con agua

sin agua

con música de los grandes maestros

o con los gritos obscenos y poéticos

de los amados molotov

la flor que el viento trajo hasta el jardín

se abre cuando hace sol

y se cierra en la sombra o en la lluvia

el aire barre las hojas secas

sin hacerse problema

y las hojas se dejan arrastrar

como quien ve el secreto

del ciclo de la vida

y de la muerte

cada cosa

estará finalmente en su lugar

incluso este dolor

incluso esta sonrisa

o esta lágrima tibia

y cada campanada del reloj

sabrá la hora exacta

de quién o de qué marca

y para qué

domingo, 8 de abril de 2007

A L@S QUE SIEMPRE NOS DEJARON

faut dire
faut dire qu’ils ont ri
quand ils m’ont vu pleurer
faut dire qu’ils ont chanté
quand je les ai maudits

Jacques Brel
llueve en alguna parte
posiblemente en el corazón de verlaine
/o en el de serrat/
pero de seguro y más que nunca en el nuestro
a mares
y a cántaros

llueve
porque nos sentimos plenamente identificad@s con por lo menos dos canciones de brel
o hasta tres
porque conocemos a la perfección el significado de todas y cada una de las palabras del estribillo del romance del curro el palmo
porque sabemos cómo suenan todos los tiempos y modos del verbo yanoteamar
conjugados por diversas segundas personas del singular
pero siempre dirigidos a un solo complemento directo
que es quien les habla

que nos pregunten sin miedo a equivocarse
sobre la bolsa de agua caliente y las medias de lana que nos abrigan en las noches
mientras nos abrazamos a una almohada
que averigüen nomás
sobre el sonido que hacen los pasos al alejarse por el pavimento
cada vez más alegres
y sobre cómo se ve por atrás la puerta que nos cierra en la cara al salir
alguien que asegura que nos lo merecemos todo
pero no nos lo puede dar
o de cómo se siente el frío de la calle y la negrura de la noche cuando es a nosotros a quienes nos toca irnos
sin percatarnos mucho de los camiones de la mudanza ni de los detalles logísticos
quién sabe a donde
ni para qué

durante algunos meses
adoramos a la pobrecita sylvia plath
y hacemos planes similares a los suyos
pero al rato nos agotamos
porque tampoco es para tanto
/aunque quién sabe
si la depre vuelve/
decimos que las lágrimas que no alcanzamos a esconder provienen de algún periódico desajuste hormonal
y proclamamos que ya no nos importa
nada
porque en el fondo tenemos miedo
y de seguro lo tendremos ya para siempre
miedo al fantasma de la fealdad propia que ni siquiera un apodo recién conocido de nuestr@ ex nos alcanza a curar
miedo a querer
porque el espectro del rechazo deambula por todas partes
y miedo a no querer
porque la equivalencia es estar muert@

y sin embargo
caminamos
a tientas
sollozando
desnud@s en la sombra y en la angustia
seguimos caminando
sin venderle ilusiones al catorce de febrero
ni a ninguna otra fecha
atendemos a los hijos
y recogemos cuerpos insepultos
de caídos en luchas similares
a ver si resucitan mintiéndoles palabras que conocemos bien

ya nunca llega nadie
y las medias de lana o la bolsa caliente se vuelven entrañables
nos cuesta
nos rebela
pelearle cada día a la certeza
de que la vida es algo siempre injusto
y vamos aprendiendo sin sentirlo
a darle derechazos a la envidia
sin preguntar si en esta lotería
nos tocará aunque sea un modesto reintegro
improbable
/¿imposible?/
y sin embargo
en medio del dolor y de la lluvia
sabemos del exacto valor de cada paso
que damos sin vencernos
después de tropezones y caídas
entre viejas mascotas y amigos cada vez más ídem
aferrando el calor de la familia
aprendiendo a reír y a disfrutar lo poco que nos queda
después de la resaca y el desprecio
ya sin pensar por nada en desmayar
ni siquiera una triste puta vez
por el camino a solas

POR QUÉ ME GUSTAN...

LOS CANTAUTORES
Paco Jarrín, Pancho Prado, Fabián Jarrín (detrás) y Alejandro Filio (foto robada sin ninguna clase de permiso del blog de Locomotrova)
Tengo un amigo -no voy a decir su nombre - al que no le gustan los cantautores. Ni los blogs (por suerte). Tiene sus motivos, y los respeto porque su amistad en sí misma vale oro, como toda amistad sincera y respetuosa de las diversidades. Pero la verdad es que no entiendo mucho esa falta de gusto.
Bueno, no es el único. Él y otros dicen que en la canción de autor la música es un pretexto para la letra, y creo que ese es el argumento más contundente que exhiben. Generalmente, quienes hacen esta crítica son melómanos consumados, aficionados a cierto tipo de música académica, que consideran la música un absoluto o una especie de objeto sagrado imposible de profanar con una letra, como si la letra profanara algo, podríamos decir.
Quisiera indicar que yo también considero a la música un absoluto, y si es de Bach, más absoluto aún. Improfanable. Pero no puedo desconcer que en un producto híbrido, como es la canción de autor, hay un trabajo de un enorme valor, y que no es tanto una "profanación", como una colaboración entre dos clases de manifestación artística perfectamente válidas.
¿Por qué me gustan los cantautores? Lo diría parafraseando las palabras de aquel gran escritor que fue Manuel Vázquez Montalban: porque logran decir en un espacio breve aquello que el común de los mortales sentimos y que no podemos expresarlo tan bien. Y lo hacen con música. Desde épocas tan remotas como la del ingenioso Odiseo, cuando un aedo (cantautor de aquellos tiempos) hizo llorar al héroe contándole la historia de sus propias desgracias y peripecias en su viaje de regreso a Itaca, hasta estos albores del siglo XXI, en esta pequeña ciudad casi desconocida para el mundo, cuando se escuchan frases y palabras poéticas como "tu amor tu soledad a dúo, fruta agridulce, miel y sal..." [Fabián Jarrín] o tan contundentes e interpelantes como "quién eres tú que renuncias a sufrir" [Pancho Prado] los cantautores toman el barro cotidiano, hecho con frecuencia de menos tierra y más lágrimas, y lo modelan sin ceder a la tentación de elevarse a la sublimidad de lo inalcanzable. Cantan con voces casi siempre imperfectas, sin escuela ni academia, y de ese modo se aproximan también a nuestras voces rotas por las decepciones, la rabia o también -¿por qué no? - las súbitas alegrías inesperadas que suelen atacar a veces con tanta artería como el dolor o la ira.
Ahora, claro, de todo hay en la viña del Señor. La diferenciación no siempre es fácil, pero de seguro cualquiera, o la mayoría, podría darse cuenta de que Ricardo Arjona, por ejemplo, no se encuentra en el mismo cajón que Fernando Delgadillo, o de que Delfín Quishpe, con todo y el acartonado patetismo de sus Torres Gemelas, no tiene nada qué ver con un solo verso de Washo Flores. ¡Y ni se diga de la improbabilísima relación que por suerte no tienen ni tuvieron Julio Iglesias con Joan Manuel Serrat!
Como el término en sí es atractivo, oímos por ahí expresiones un poco incoherentes como "cantautor cristiano", y de seguro es alguien que se sube a un escenario para apoyar ciento por ciento los dogmas de cualquiera de los mal llamados cristianismos que pululan por ahí.
Un cantautor, más allá de una preocupación más estética que comercial, aún en el campo de lo popular, también mantiene ciertas posturas éticas de defensa de la vida y de una posición crítica ante la organización social al uso. No quiero con esto decir que un cantautor deba caer en el panfleto para serlo. Pero si se dice cantautor, y se da la mano con lo establecido, sobre todo si lo establecido va de inmoral para abajo, me caen ciertas dudas por ahí...
Por todo esto, da tristeza ver tan poca gente en algunas citas a las que los cantautores ecuatorianos convocan, y da más tristeza encender una radio y escuchar de todo, entre lo feo y lo horrible, menos las voces de quienes en nuestro medio se "sacan el aire", muchas veces sin paga ni más recompensa que la que trae en sí mismo el hecho creador. Lamentablemente vivimos en un ámbito mediático en el que es el raiting [¿estará bien escrito? ¿cuál será la palabra en español?] quien tiene la sartén por el mango para decidir qué se difunde y qué no. Y es más triste aún que todavía los mismos cantautores no hayan descubierto unas estrategias que los permitan hacerse más visibles en un ámbito y una sociedad que mucho los necesitan, como Odiseo al aedo, para aprender a llorar más proactiva y estéticamente sus propios dolores y como una voz de la conciencia que marque algunas pautas por el camino.
Generalmente, la excusa de todos los implicados es que la mayor parte de la gente común no sabe apreciar el valor de estas manifestaciones; pero no olvidemos esos sabios versos que acuñó un fabulista español del siglo XVIII (o sea, alrededor de trescientos años atrás), en los que dijo que:
Sepa, quien para el público trabaja,
que tal vez a la plebe culpa en vano;
pues si en dándole paja, come paja,
siempre que le dan grano, come grano.
[Tomás Luis de Iriarte]

RESUCITAR



Más allá de que sea o no verdad. Más allá de la manipulación que de estas ideas pueden hacer los poderes establecidos. Más allá de que el concepto de vida eterna tenga algo de angustioso y terrorífico, parecería que la resurrección no es tan imposible, al menos desde el punto de vista arquetípico y simbólico.
Pienso, por ejemplo, en la figura del mismo Jesús, que ya en su tiempo fue altamente desagradable a las estructuras establecidas precisamente porque denunciaba sus crímenes y engaños. Se creyó que matándolo se lo haría callar (rara ingenuidad del poder, que además le tiene una enorme fe a este tipo de actitudes represivas), y luego se creyó que secuestrando su figura, revistiéndolo de divinidad, alejándolo del mundo real, llenándolo de leyes, reglamentos, dogmas y de tales se conseguiría que ya no siga gritando su verdad ni si doctrina. Pero nunca faltan dos o tres obnubilados ilusos que continúan abogando por la autenticidad del amor al prójimo, por la sencillez y la sinceridad, por la solidaridad y la integridad que emanan sus preceptos, y por más que los Papas utilicen métodos que conocen bien desde su juventud para controlar aquello, Jesús seguirá resucitando más allá de cualquier condena al silencio que se imponga desde una cúpula que lo único que pretende es no dejar nunca el poder temporal.
Pero más allá del hecho de levantarse de la tumba para no morir nunca, la vida cotidiana de la gente bondadosa y sencilla está hecha de pequeñas resurrecciones imperceptibles: ¿no resucita, de alguna manera, el niño que se cae y luego con los besos y mimos de su madre encuentra fuerzas y ganas para seguir correteando? ¿no resucitan el hombre o la mujer que consiguen liberarse de alguna adicción o trauma? ¿no resucita quien, tras llorar durante meses a un ser querido, por fin un día se da cuenta de que ya no le cuestan las sonrisas que le arrancan los recuerdos? ¿no resucita la mujer que decide seguir empujando a solas el carro de su vida a pesar de la certeza de que la existencia es injusta y el sentimiento de que las cosas jamás se pondrán en su verdadero lugar?
Lo triste es que hay muchas otras cosas que parecen ir irremisiblemente hacia el camino de la muerte definitiva y total: el planeta entero, por ejemplo, porque en casi nadie resucita la conciencia de cuán importante es tomar medidas urgentes para cuidarlo y salvarlo, a ver si en unos cien o doscientos años puede también él resucitar. No resucita aún la conciencia colectiva de que solamente en nuestras manos está mejorar las cosas, luchar contra las fuerzas de la muerte y la inmoralidad que mantienen al mundo y a sus ocupantes en vilo, que pretenden apoderarse de todo para que unos cuantos puedan vivir a sus anchas mientras a otros no les queda más remedio que perecer en la más absurda y espantosa miseria.
Como en tiempos de Jesús, o antes, los actuales tiempos también son épocas de una lucha sin cuartel entre las fuerzas del egoísmo y las fuerzas de la solidaridad. Y mucho depende de dónde se ubiquen y qué haga cada uno y cada una de las personas que tienen una recta conciencia y una visión más clara e íntegra para que, como están las cosas, no vaya todo a terminar en una muerte total ya sin ninguna resurrección posible.
Piénsalo tú también...

domingo, 1 de abril de 2007

EL SILENCIO

una palabra tuya
algo pequeño
algo tan simple así como decir
aquí estoy
y te miro
un gesto
un sencillo movimiento de mano
un parpadeo
/mejor si es con sonrisa/
un ok en el correo electrónico quizá
o en la pantalla del celular
algo simple diríamos
nada fuera de serie
nada especial
un adverbio desnudo
un verbo sin sujeto
un nombre cariñoso
un chasquido de labios
ya
si el cansancio o la rabia no te dan para más
pero no
esta nada callada
este absurdo sin sombra
este vacío perpetuo
de silencio total
y el corazón azul
y desolado

ÉL

Me lo imagino moreno, de ojos grandes y profundos, negros o cuando mucho verdes, no sé si alegres o tristes porque todo depende de.
Me lo imagino recorriendo los polvorientos senderos de Palestina seguido de un poco de hombres mal instruidos, mal vestidos y malhablados, digan lo que digan los que pretenden que Jesús andaba acompañado de algo similar a un cuerpo diplomático que no usaban esmoquin solo porque en ese tiempo estaba de moda la túnica.
Me lo imagino serio, muy serio, porque cuando se camina por el mundo con los ojos bien abiertos no hay mayor motivo de risa. Me lo imagino diciendo siempre lo que pensaba y viviendo siempre de acuerdo a sus palabras y a sus pensamientos, cosa que pocos han hecho a lo largo de la historia de la humanidad.
Me lo imagino más allá de la prudencia, del savoir-faire, y de la conveniente ponderación. Boquisuelto, despeinado bajo el manto, recibiendo el sol en la cara sin bloqueador que valga, oloroso a sudor, gritando contra la hipocresía de los dueños de Dios, recordando las palabras de la escritura que hablan de la misericordia, de la equidad, del infinito amor de su Dios que siempre era igual para todos antes de que los que mandaban se apoderaran de él y lo convirtieran ve tú a saber en qué mismo.
Me lo imagino dándose manotazos y haciendo bromas picantes con sus amigos, comiendo con las manos, limpiándose la boca con el revés de las ídem, riéndose a carcajadas cuando la ocasión lo permitiera, poniendo una mano afectuosa sobre la frente de la suegra de un amigo, instando a la multitud a que compartiera su comida y así todos hicieran el colectivo milagro de la multiplicación de los panes.
Me lo imagino inventándose historias junto al fuego, relatándolas con voz profunda en un idioma que no era el latín. Me lo imagino sin transar nunca con nadie, metiéndose en cuanto problema le saliera al paso, hablando de lo que los poderosos no querían oír, denunciando, insultando, sacando a correazo limpio, sin negociación posible, a los que convirtieron la casa de su Padre en una cueva de ladrones.
Me lo imagino siempre mucho más humano que divino, enamorado quizá, acariciando con las yemas de los dedos la mejilla de una mujer. Me lo imagino llorando ante la tumba de su amigo y aullando de dolor sin traba alguna en el momento final de la tortura.
Me lo imagino ahora, caminando por la calle. Me lo imagino rechazado por la misma gente que lo seguía mientras fue conveniente. Me imagino los comentarios: "él se lo buscó", "no fue prudente", "estuvo mal asesorado", "se precipitó en eso de los cambios".
Me imagino su cara en donde esté, desolado, espeluznado, destrozado al ver lo que se ha hecho con su palabra, rabioso por haberse convertido en el icono de la pacatería, la doblez y la represión, angustiado por no poder resucitar de verdad para venir a decirnos realmente de qué iba y en qué consistía su verdadero y único mensaje.

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