lunes, 29 de septiembre de 2008

enciendo mis ojos

para poder llorar
por las viejas ausencias
que siempre dije que ya no importaban
para poder regar las plantas
de algún amor que jamás floreció
para lanzar al viento
toda esa agua
que no estuvo disponible
cuando más falta hizo
enciendo los ojos
para poder calmar la quemazón
de lo que dije
de lo que no dije
de lo que quise hacer
y nunca hice
para trenzar la angustia y el anhelo
y convertir en esperanza
el silencio que pretendí esconder
en el corazón de mis hijos
enciendo los ojos
pensando en que podrán ser
luz y fuente
alguna vez
yo nunca quise perturabar a nadie
que no impactaran mi nariz enrojecida
mis párpados en devastación
mi gesto triste
o no
nunca quise
tener que responder preguntas que incomoden
pero hoy
ya no me importa
que todos puedan ver
mis ojos encendidos
y decir
con asombro
son espejos
y cantan
enciendo mis ojos
me dejo ir
y tal vez por primera vez en años
siento que vivo
y deja de dolerme

sábado, 13 de septiembre de 2008

día a día, que le dicen

lentos
los pasos de cada mañana
la incertidumbre
la pregunta
¿irán a ser solo veinticuatro horas?
¿alguna no se estirará
un par de minutos?
algo de miedo
y expectativa
un día a la vez
dicen
solo uno
y eso se trata de hacer
después de que los párpados ansiosos
se separan
cada mañana

miércoles, 10 de septiembre de 2008

obsesiones

Los obispos de México han prohibido a las jóvenes de sus diócesis usar minifalda vaquera. Daría risa si no diera rabia. ¿Por qué vaquera? ¿Y una de holán, por ejemplo, o de crochet, con calados reveladores?
Según el diario El País, un grupo de judíos ultra-conservadores de los asentamientos de Cisjordania, imbuidos de la creencia de que tienen derecho a velar por la castidad y la pureza más absolutas, le han quemado con ácido la cara de una niña de catorce años, por el pecado de salir a la calle con pantalones.
¡Y nosotras, que nos quejábamos de que la inefable madre Alexis recogiera la gola marinera de sus alumnas a la salida del colegio para que, si las veían de la mano de algún muchachito, no supieran dónde estudiaban!
Una trágica y mortal… otra ridícula, una más bastante ingenua, las tres anécdotas corresponden a una misma actitud y a un mismo concepto: el cuerpo es malo, las manifestaciones de cualquier cosa que remotamente tenga que ver con la sexualidad no solo se podrían considerar incorrección o pecado, sino un crimen. Y un crimen que exige un castigo terrible, como en el caso de los Guardianes del Recato de Cisjordania.
Me pregunto: ¿tendrán algún castigo estos castísimos Guardianes del Recato por lo que han hecho? ¿Cuál? Y no sé por qué, su nombre me remite al de ‘guardianes de la fe’.
Obviamente, en la historia y en la vida, hay cosas que guardar y cosas que cuidar. Pero prguntémonos, por ejemplo, ¿qué estaba cuidando la madre Alexis cuando recogía las golas marineras de sus estudiantes en la puerta del aula a la hora de salida? El nombre de un colegio, supongo. Un ‘buen’ nombre que en el fondo lo único que anunciaba es que todas quienes estudiaban en él iban irremediablemente para solteronas, en la acepción más puritana y tradicional de la palabra.
¿Y qué cuidan los obispos mexicanos? Bueno, también cabe otra pregunta: ¿alguien les hará caso? Se me podrá decir que cuidan el pudor, la honestidad o la honorabilidad. No sé. Y recuerdo con infinita ternura ese volante de alguna organización Pro-vida que demostraba cómo entre el uso de la minifalda y el aborto provocado lo que existe es una incuestionable línea recta.
¿Qué cuidarán, me pregunto, los Guardianes del Recato de Cisjordania? ¿Qué diferencia hay entre penetrar por la fuerza el cuerpo de una niña de catorce años en pantalones y arrojarle ácido a la cara? ¿No es la misma alma de violador obnubilado por el deseo, reprimido o no, la que transita por esos cuerpos de agresores?
Puesta a pensar, me gustaría sentir y saber que Dios no lo aprueba: ni la ingenua recogida de la gola marinera, ni la ridícula prohibición, ni el horroroso crimen. Dios hizo el cuerpo y puso en él las pulsiones del deseo, el placer y finalmente el amor de la pareja. Dios diseñó las piernas de las muchachas que usan minifalda, las manos que se entrelazan para sentir ese dulcísimo piel contra piel, y los cuerpos de las niñas de catorce años. Y poder estar segura de que no fue ese Dios de amor el que hizo el temor a lo que es bueno, ni la obsesión, ni el odio.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

compartir