domingo, 28 de octubre de 2007

jueves, 25 de octubre de 2007

ACLARACIONES

Todo el mundo tiene derecho a discrepar, ese es un derecho humano, que debería constar en la Declaración Universal de los mismos. Sin embargo, a veces tengo la sensación de ser mal entendida, y por eso escribo estas aclaraciones al artículo que escribí acerca de los símbolos patrios.
Hay una cosa que quiero dejar en claro: reconozco la importancia de los símbolos para construir actitudes y significados (nunca mayor que la importancia de la cosa simbolizada), y también amo mucho a mi país, más que a mi Patria Tierra Sagrada. ¿Cuál es la diferencia? Mi país es un lugar concreto, un lugar concreto en donde nací, crecí, nacieron mis hijos y, si no pasa algo terrible, donde también espero morir. Mi país son unos nombres propios de personas que amo, unos lugares que recorro a diario, un trabajo que me entusiasma, una vida en la que lucho y cometo muchos errores, pero en la que también trato todos los días de hacer lo mejor que puedo. Mi país son unos problemas reales, unas injusticias palpables. Mi país son mis amigos, mis escritos, mis deudas y mis recuerdos y la lucha cotidiana por seguir adelante. La Patria para mí es un ente abstracto, con sentidos lejanos en la historia y el corazón, un territorio repleto de militares que son héroes per se pero que cada día me dicen menos de cara a los nuevos retos de la historia. Así lo siento yo, al menos.
Jamás he ofendido a la bandera, al escudo, al himno nacional ni a Abdón Calderón. Sin embargo, creo que, salvo Abdón Calderón, los símbolos patrios pueden renovarse, se pueden revisar y se puede cambiar su letra, su música o sus colores si se han desgastado o si ya han perdido sentido, cosa que de hecho ha ocurrido a lo largo de todas las historias de todos los países y que sigue pasando en todo el mundo. Los símbolos patrios tal como los conocemos ahora pertenecen a la época de la consolidación de los estados-nación durante el Siglo XIX y es posible que ahora estemos en una época que pida la renovación de los símbolos que, si representan la cambiante realidad histórica, no pueden ser inmutables por un elemental sentido de consecuencia y lógica, más allá de cualquier legislación que pretenda paralizar unilateralmente el curso de la historia.
Respecto del Héroe Niño, es cierto que los pueblos necesitan mitos y héroes para tener ejemplos y referentes. Si se lee con atención el artículo se verá que estoy defendiéndolo del ridículo y no otra cosa. Yo admiro a Abdón Calderón porque a su edad y en sus circunstancias no habría podido hacer lo mismo. Lo que molesta es el tratamiento “kitch” y provinciano del tema. La banalización del heroísmo a partir de una historia llena de hipérboles mal logradas y baratos sentimentalismos patrioteros.
Cuando yo leo La Ilíada y veo a Aqulileo sollozando sobre el cadáver de su amigo, cuando lo miro probarse su nueva armadura, cuando me entero de cómo Héctor se despide de su familia sabiendo que marcha hacia la muerte, no siento un ridículo, miro héroes de verdadera talla –sean de realidad o de ficción – porque el tratamiento que se hace de ellos es tan logrado que no hay a dónde mover las emociones que provoca. Cuando leo y miro a Rodrigo Díaz de Vivar salir a caballo de su castillo o ciudad amurallada, rumbo al destierro, con los ojos llenos de lágrimas, pero con la integridad y la dignidad enteras, no me queda más que admirarlo, que sentir su dolor y su emoción que ponen la piel de gallina por la sencilla pero estremecedora poética con que su historia está siendo tratada. Quizás en ese sentido Abdón Calderón no tuvo tanta suerte, pues no hubo un poeta que, sin caerse de cursi, relatara su valor y sus hazañas con sobriedad, que es la clave de mucha de la verídica poesía y el talento literario.
Eso es lo que quería decir.

viernes, 19 de octubre de 2007

REDEFINICIONES











el tiempo irá diluyendo
los retazos de sueños e ilusiones
que desde siempre conocí imposibles
y el sabor agridulce de lo que no será
lo sé
pero hoy
es demasiado pronto todavía
y tu imagen ambula por mi mente
sin ser aún fantasma

a veces
en la noche
puedo tocar
el sereno color de tu sonrisa en el sencillo adiós
que vivimos con cara de hasta luego
y saber que no fuiste
pero eres
amistad
esa palabra que parece no decir nada
cuando lo dice todo

las hojas caen de los árboles como en cualquier otoño
y el aire sigue sucio
/qué le vamos a hacer/
los relojes no quieren detenerse
y cada uno marcha por su ruta
me pregunto
¿aún te acuerdas de mí?
¿pude yo dejarte algo
más allá de mi inmensa gratitud?

algún momento
volverán los caminos a encontrarse
y veré tu sonrisa cariñosa
ya sin agazaparnos en antiguos temores
entonces
quizá comprenderé
que he despertado un poco más madura

mientras tanto
solo aprendo a quererte más allá del anhelo
con un sabor de ágape y ternura sin rédito posible
por todo lo que eres y has vivido
y más que nada
por lo que no eres
ni podrás ser jamás
aunque hayas sido tantas otras cosas
que no pasan ni mueren
ni se dejan olvidar

SÍMBOLOS PATRIOS

Pertenezco a una generación a la que trataron de emocionar impunemente con la patética e inverosímil historia de Abdón Calderón narrada por Manuel J. Calle. Una generación a la que quisieron convencer de que el Himno Nacional del Ecuador era el segundo mejor himno nacional del mundo después de la Marsellesa. Una generación que se tragó completo y durante muchos años el cuento del amarillo-oro, azul-cielo y rojo-sangre-de-nuestros-héroes para explicar los colores de la bandera que Francisco de Miranda le diera como insignia a Simón Bolívar.
Pertenezco a una generación que en los últimos años de secundaria tuvo aquella humillante y quejumbrosa asignatura llamada “Historia de Límites”, en donde se vapuleaba por donde se podía al Perú llamándolo “El Caín de América”. Una generación acostumbrada a celebrar el “Día del Civismo” recordando que mucho tiempo atrás, en una fecha igual, “cuatro mil bravos colombianos vencieron a ocho mil peruanos” en Tarqui.
Mientras, por dentro, el país se desmoronaba por varios motivos, y se desangraba en hemorragias internas causadas no precisamente por “El Caín de América”, sino por otros más eficaces sucedáneos locales. Mientras, muchos niños eran proclamados abanderados del pabellón nacional, en todos los colegios del país, ante las lacrimosas miradas de sus madres; muchos otros juraban por su honor defender con su sangre el tricolor nacional y si así no lo hacéis la patria os demandará, ya se sabe.
Crecí ante el denodado esfuerzo de todo un aparato educativo marcado por valores marciales y empeñado en que me arrodillara a como diera lugar ante los “símbolos patrios”. Pero la vida me llevó por caminos que me enseñaron algunas cosillas importantes, por ejemplo:

*Que es imposible gritar “¡¡¡Viva la Patria!!!” siquiera con un lápiz entre los dientes, no se diga con el asta de una bandera, o si no inténtenlo. El mérito de Abdón Calderón es haber participado a edad muy temprana, con mucho arrojo y valentía, en las campañas por la liberación de la opresión española (o sea, doctor Maldonado, haber matado), entre ellas en la Batalla del Pichincha, en donde su valor y su fortaleza lo llevaron a una muerte prematura que sobrepasa cualquier anécdota que lo hunda en el ridículo.
*Que la bandera tricolor llegó a América en brazos de Francisco de Miranda para recordarle un fogoso romance con una mujer de cabello rubio, ojos azules y labios rojo encendido, y de allí fue adoptada por Simón Bolívar para su lucha contra el imperialismo español.
*Que la música del Himno Nacional posiblemente haya nacido de la adaptación que hiciera Antonio Neumane de una marcha creada por él mismo mucho tiempo atrás, únicamente para instrumentos de viento, y de ahí vienen todas las dificultades para ser interpretado por una voz humana, así como la ‘adaptación’ de la letra que se nota a leguas metida a la fuerza en una música en la que de otra manera no cabría. O sea, que de segundos en el mundo… mejor ni hablar. Tal vez desde el último, quién sabe.
*Que, más que arrodillarnos ante el escudo nacional, lo que con frecuencia contrarresta mucho mejor la invasión comercial y despersonalizante del Halloween es un buen tazón de colada morada con una guagua de pan hecha como Dios manda.

Algunos días, cuando la radio me despierta con el anuncio de que escucharemos “las sagradas notas del Himno Nacional”, o cuando presencio esa, a mi juicio, intrascendente (de lado y lado) y vana disputa que ahora se sostiene respecto de la validez del Himno de Juan León Mera y Antonio Neumane versus el himno Patria, tierra sagrada de Sixto María Durán, me pregunto si realmente en este país la gente tiene algo importante de qué ocuparse. Si de veras se da cuenta de cuántos y cuáles son los problemas más graves y acuciantes del Ecuador.
Desde niños nos enseñaron (y no con inocencia, de eso estoy segura) a conmovernos hasta las lágrimas ante la presencia de los símbolos patrios mientras pasábamos de largo ante la miseria y el dolor de nuestra pobre gente; desde pequeños aprendimos a venerar como a dioses a los símbolos patrios sin ni siquiera regresar a ver los campos abandonados, los problemas ambientales, las crisis de corrupción y otras tantas taras de este rincón del mundo. Alguien, y de seguro que no con buena fe, se empeñó en hacernos amar a la Patria abstracta, para que de esa manera nos olvidáramos de cuidar y proteger al sufrido y castigado país hecho de gente y de barro, al que poco le importa qué se cante o qué se venere, pues su hambre y su desigualdad claman al cielo, y son más inmutables que cualquier símbolo o signo más tarde o más temprano precario y pasajero, en fin de cuentas.

viernes, 12 de octubre de 2007

MÁS ALLÁ DEL HORROR

estará el paraíso
algo así
como ir al fútbol sin buscar la muerte
algo así
como ir y regresar cada día de la escuela
algo así
como que aunque el demonio esté en el cuerpo
y no sea solo un fruto de la imbecilidad
los padres sepan
más allá de todo
que los niños y niñas son cada uno un templo
y un sagrario
un santuario inviolable
y sobre todo niños
solo niños y niñas
quizá desamparados
ante nuestra desidia
y nuestros viejos miedos asesinos

jueves, 11 de octubre de 2007

UNA PALABRA TUYA

la que sea
solamente
para saber
que seas lo que seas
estás ahí

la que pudo haber sido
solamente
para decir
que sea lo que sea
sabes
que estoy aquí

EL 'LADO OSCURO' DEL CHE GUEVARA

No voy a defender al Che Guevara. Ni a atacarlo. Ni a hablar, salvo colateralmente, de mis sentimientos respecto del personaje histórico. Eso me lo reservo para mis conversaciones privadas, y menos, pues ya me he escapado de recibir algún piñazo por este asunto.
Pero sí puedo hablar de algo que he observado suceder durante los últimos días, y más en este mes de octubre, cuando se han cumplido los cuarenta años de la ejecución de Ernesto Guevara.
De repente, como al acaso, han comenzado a aparecer en algunos medios de comunicación diversos testimonios sobre lo que se ha dado en llamar “el lado oscuro del Che”. Que era mujeriego. Que era implacable con los débiles. Que era intolerante con quienes eventualmente decían mentiras. Que era un asesino. Que mandó gente al paredón. Que él también mató. Buéh… no sé si por ahí salga de repente alguien diciendo que también tenía mal aliento y hongos entre los dedos de los pies.
No voy a poner en tela de duda estas afirmaciones. No cuento con documentación suficiente para rebatirlas y, la verdad, no me interesa. Porque es obvio, demasiado obvio, que el enemigo que ahorita se quiere atacar con toda esta construcción mental mediática no es precisamente el Che Guevara como personaje histórico. Él está muerto y de seguro que, si tenía facturas pendientes con el universo, y si existe algo así como la ley divina, ya las habrá pagado. Ahorita, hoy en día, el pavoroso y grande enemigo es lo que el Che sigue representando a pesar de llevar cuarenta años muerto, y lo que el Che Guevara representa es ni más ni menos que la voluntad de cambio y transformación de millones de personas que se hartaron –nos hartamos– de vivir a la sombra de los intereses de un imperio depredador de nuestros bienes, nuestra gente, nuestra naturaleza y hasta nuestra conciencia.
Qué más da que el Che haya sido mujeriego. ¿Qué héroe de nuestra independencia no lo fue, con lo atractivos que resultan siempre? Qué más da que haya sido implacable e intolerante con ciertos atributos humanos. ¿No es implacable el Papa Ratzinger contra las propuestas de sacerdocio femenino o el matrimonio gay? Que era un asesino porque también mató gente y mandó gente al paredón. Y… ¿acaso Simón Bolívar, Sucre, San Martín, Bernardo O’Higgins no mataron una mosca en todo lo que duraron sus brillantes carreras militares? Todos los héroes de nuestras Guerras de la Independencia lo son gracias a que ganaron estas batallas. ¿Y cómo? ¿Acaso rezando el rosario? No: matando. Eso es lo que se hace en la guerra. Y el Che Guevara, más allá de sus virtudes o defectos humanos, estaba en guerra. En las Guerras de Independencia que seguimos perdiendo durante la mayor parte de nuestra historia y que por fin, ahora, después de tanto tiempo, parece que vamos a comenzar por lo menos a equilibrar la situación.
Mientras tanto, a todos los que contribuyen, y me atrevería a decir que muchos torpemente, a mancillar la imagen de un ser humano porque le tienen pánico a cualquier clase de cambio, sería bueno dejarles de tarea algo que les ocupe mucho el tiempo, y con un nivel de dificultad muchísimo más alto y complicado, como, por ejemplo, buscar el lado claro y las buenas intenciones del Presidente Bush.

lunes, 8 de octubre de 2007

MÍNIMO Y DULCE


la flor era su hermana
y de seguro también la cruel espina
el sol
la luna
el mar
y la montaña
la pobreza
las piedras
el camino y el bosque
el agua
y cada cosa
que se esconde en la hierba y en las nubes

fue guerrero
y amante
fue joven
y fue rico
pero un día abrió los ojos
a las cosas no vistas que anidan en el alma
y se volvió
/como dijo un poeta
que sabía del mundo y sus mentiras/
mínimo y dulce ante el fulgor del dios
que cobija lo santo
y lo pequeño
lo puro de verdad
lo desnudo
y lo claro

la sombra era su hermana
el llanto
las palabras calladas
las horas
el lobo que no quiso hacerse vil y humano
los insectos
la pena
y la muerte también era su hermana
al asomar sin rabia ni premura
cuando tiene que ser

domingo, 7 de octubre de 2007

A TODOS LES ENCANTA EL REGGAETON

A mí no. No coincide con mi concepto de música. Pero puedo comprender que a otras personas sí les guste. E incluso les encante.
Lo que no puedo aceptar es que, a veces, cuando voy tranquilamente por la calle un sábado o domingo, oyendo cosas que coinciden con mi concepto de música, sin previo aviso, el suelo comience a retumbar. Las primeras veces creí que era un temblor. Me asusté. No supe a dónde moverme. Luego, alcancé a divisar, en lontananza, una “estructura” armada con globos de colores en un local comercial que promocionaba sus productos, fueran del tipo que fueran. Dicha promoción consistía en emitir, desde un par de parlantes de mi tamaño, música de reggaeton. Como dije antes, la vibración de la música estremecía el pavimento.
Alguna otra vez, a la urbanización en donde vivo, llegó un nuevo banco de la ciudad para promocionar sus servicios. Era sábado. Temprano en la mañana, desperté con los agradables acordes de las canciones de Rubén Blades. Creí que era mi vecino de enfrente, que lava su auto al compás de la salsa y el merengue más selectos, y pensé que no había problema, el concierto suele durar menos de una hora. Pero cuando miré por la ventana, no era él. Escuchamos a Rubén Blades, a Willie Colón, a Marc Anthony… y la verdad la cosa no iba mal, servía de fondo musical para acompañar los quehaceres sabatinos. Pero poco nos duró el gusto. Como una hora más tarde, en nuestras plácidas vidas de fin de semana, se instaló en su propio trono sonoro el reggaeton. Y ya no hubo quien lo bajara de ahí. Subieron el volumen, además, al punto que ni siquiera podíamos conversar ni dar órdenes a los hijos.
A mí no me molesta que a otras personas les encante una música que a mí no me gusta. Puedo entenderlo y hasta respetarlo. Pero me pregunto: ¿por qué los comerciantes, banqueros y demás gente dedicada a los negocios y su publicidad asume, porque sí, que a todo el mundo le gusta el reggaeton, y nos lo impone inmisericordemente cada vez que se les ocurre crear o promover algún producto nuevo?

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