viernes, 25 de septiembre de 2009

mi amor

Desde el amor todo regresa
Como los pájaros y el alba

Armando Tejada Gómez
mi amor de apenas deseo no dicho
de papel
de hoja reseca que no se deja arrastrar

mi amor de mentiritas
de ojos esquivos
de silencio
de buscar el momento
para nada
quizá tan solo estar

mi amor de desencuentro
y latido
escondido
antes del reencuentro necesario

mi amor de ya nunca
de aceptación de lo que no va a ser
y aún así seguir
mi amor azul
de tan solo
y por qué

mi amor que se disfraza de amistad
cada mañana
como el actor que siempre anheló un oscar
un oso de oro
una palma de plata
o qué sé yo

mi amor entretejido de momentos
que siempre pueden ser el último
y sin embargo
estremecen el alma
como ese primer día

mi amor de calladito
y por aquí no es

mi amor de nube
y sol
mi amor de abrir la mano
para dejar volar
y no mirar el cielo
para ya no llorar

martes, 8 de septiembre de 2009

revelación

me costó comprender
que no fui yo quien trajo a mi vida
la luz de una mirada
o el calor de una mano
para aguantarme firme en el dolor

ahora lo sé
no se trata tanto
de poseer
como de vivir
ese minuto
de tan solo sesenta segundos
escasos
en que alguien
más sabio y poderoso que nosotros
nos regala
el toque de otro corazón desnudo
y aunque se acabe pronto
es
para
siempre

los escritores no cobramos 'cover'

Es algo en lo que pienso desde hace algunos días. En cafés o bares culturales se realizan tertulias literarias entre otro tipo de presentaciones, lo cual es algo siempre loable.

Cuando se presenta un cantautor, un trío, un señor que saca conejos de un sombrero, un cantante de tangos o dos bailarines de ídem o un cuentero que no lee pero cuenta cuentos, hay un momento en que se realiza un acto análogo a eso de ‘pasar la gorra’, o se pone un letrerito que dice ‘cover: $ 3’, cosas así.

Pero cuando alguien que es poeta o narrador se lanza a leer sus textos por ninguna parte dice ‘cover’, nadie se acuerda de pasar la gorra.

Es posible, por otro lado, que se considere mucho más entretenido escuchar música o ver las gracias del prestidigitador antes que oír a un señor o a una señora que leen cosas, ahí, mientras uno conversa… o trata, qué fastidio.

No me preocupa el dinero, no es lo fundamental. Me preocupa eso de que se piense que el escritor tiene la obligación de ‘regalar’ lo que hace. El otro día, una amiga me dijo que como el mundo se va a acabar en el 2012 ya no va a alcanzar a leer mis libros. Le dije que todavía hay tiempo. Y me dijo: “entonces dame uno”. No es la primera vez que lo oigo. Y tampoco me preocupa eso de regalar mis libros, porque bien sabe Dios que lo hago cada vez que se ofrece.

El detalle es otro. Después de haber recibido una serie de insultos por mi supuesta fealdad de parte de dos muchachos que creen que la crueldad da caché, después de haber sido criticada como escritora por apoyar lo que apoyo, he vuelto a preguntarme por el sentido de sentarse cada día a trompearse con las palabras. Pues quien escribe ni siquiera cobra cover.

Dirán: “pero cobra lo que se vende de los libros”. No creo que nadie que no sea Gabriel García Márquez o Dan Brown pueda comprar el pan de la semana (y me refiero al pan denotativamente: los cuatro panes para el desayuno del otro día que se compran en la tienda de la esquina junto con la leche, no más) con lo que se gana en cualquier parte del mundo por derechos de autor.

Dirán: “pero en las presentaciones pueden vender sus libros”… ¿y los músicos no venden sus discos? ¿Y los magos y cuenteros y bailarines de tango no reciben contrataciones in situ? Pero los escritores y las escritoras somos mucha nota, tenemos que regalar nuestros textos a quien se le place porque somos bien buena gente, no crean, y en este país en donde somos mayoría (con respecto a quienes leen literatura ecuatoriana), nos toca hacerlo para que nos ‘hagan el favor’ de conocernos.

No quiero hacerme la víctima, porque sé que, más que a otros y a otras, me ha ido bien en este camino. Pero sí me llama la atención esa desvalorización del oficio y sus productos en un medio en que quizá nos hace mucha falta leernos para comprendernos mejor como individuos, como comunidad o país.

Sin embargo, seguimos escribiendo. Al menos yo. Y publicando, cuando se puede. Y haciéndolo con amor, como la cópula, como la caricia a un hijo, como el brutal desprendimiento que arde pero es para mejor, aunque ahorita no parezca. Así mismo. Y sí, así me siento más linda aún de lo que ya soy, a que vean.

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

LinkWithin

Related Posts Plugin for WordPress, Blogger...

compartir