sábado, 1 de marzo de 2008

LOS ABANDERADOS

Todavía recuerdo, con un poco de resquemor, para qué lo voy a negar, una tarde de esas de café familiar en la cual mi tío Carlitos comentó, con un dejo de amargura: "En mi casa no hay abanderadas..." Era contra mí, claro. Más allá de la falsa modestia, me cupo el dudoso honor de portar la bandera ecuatoriana tanto en la primaria como en la secundaria... Y a mis primas, no. Pobres.
En realidad, ahora ya me puedo reír de ese y otros asuntos. Si una lee la reglamentación ministerial al respecto se da cuenta de que el único mérito que se necesita para ser abanderado o abanderada es el de reunir un puntaje. Ahora bien, claro que reunir ese puntaje significa esfuerzo, significa trabajo, significa dedicación y significa buena disposición para el estudio. ¿En mi caso fue así? Qué quieren que les diga... por obra y gracia de una primera infancia solitaria y de una sobrevaloración familiar de las destrezas intelectuales, aprendí a leer antes de entrar a la escuela, y me encantó. Qué quieren. En clase, como era una niña más bien tímida, prestaba atención, tomaba apuntes... preguntaba poco. Era experta en dar gusto a los adultos. Y ellos, ya se sabe, se sentían felices con eso. ¿A costa de qué, para mí? Prefiero no hablar de eso, por lo menos, no ahora.
A donde voy es a que el sistema educativo todavía mantiene formas, rituales y sistemas de reconocimiento que van caducando con el paso del tiempo. Puede ser un honor portar e izar el pabellón nacional y otros símbolos patrios y locales, de hecho lo es. Pero, ¿qué se está premiando? Ya lo dijimos, en primera instancia: la dedicación, el esfuerzo, la responsabilidad y la capacidad de cumplir con deberes y obligaciones... ¿solo eso? ¿No se estará premiando también la competitividad exagerada? ¿No se estará reconociendo, de pasito nomás, algún tipo de compulsión por ocupar el primer puesto a como dé lugar? Si se premia la capacidad de ganar puntos con méritos individuales, ¿no sería bueno también establecer reconocimientos para el mejor trabajo en equipo, para la solidaridad, para la integridad, para el buen humor, para la amistad? Sí hay algunos colegios que establecen reconocimientos de ese tipo, que premian virtudes humanas más que carreras individuales, pero estos premios se suelen dar, en la mayoría de los casos, en ceremonias privadas de aula, casi crípticas, con un poquito de vergüenza y sin la pompa, el boato y la ceremonia del abanderamiento.
Por otro lado, ¿son efectivos los premios? ¿Qué crea el abanderamiento en un niño que, por los motivos que sean, nunca recibió una bandera, una medalla, una felicitación por nada? Sin ir muy lejos, cuánta amargura encerraban las palabras remordidas de mi tío Carlitos en su comentario aparentemente ingenuo en medio de una conversación familiar... y cuánto dolor me dieron a mí, que no tenía la culpa de nada y que veo que , aunque no hayan sido abanderadas, mis primas son personas que tienen muchos valores y competencias importantes, más que yo, si nos ponemos a ser sinceros.
Poco a poco deberíamos ir comprendiendo que, si bien el refuerzo positivo siempre es necesario, el concepto de éxito individual tal como lo hemos comprendido hasta hoy no es precisamente lo que salvará el planeta de todos los males que lo aquejan. Hay gente que podría dedicarse a cualquier cosa de utilidad, pero está demasiado ocupada compitiendo para ganar escaños y reconocimientos per se.
Existe una frase de la que me suelo reír con frecuencia, pero que tiene mucho de valioso y es: "la satisfacción del deber cumplido". Eso. ¿Para qué más? Cierto que un abanderado o abanderada puede motivar a sus compañeros a emular el logro... O a no emularlo. O incluso a rechazarlo. Quien no lo ha vivido no conoce el infierno por el que pasan los niños y niñas preferidos por los mayores y repudiados por sus iguales precisamente porque los adultos no saben manejar sus afectos y emociones con madurez y ecuanimidad. Pero ese sería material para otro artículo.
No desprecio la bandera, ni a quienes la portan. Los admiro, los respeto y los felicito. Sin embargo, pienso que en la actualidad el sistema educativo debe alentar también otros aspectos de la formación integral de los niños y jóvenes, y hacerlo sin excluir a aquellos que quizá jamás ganarán un premio de ninguna clase, pero que, como todo niño, tienen sus gracias, virtudes y capacidades individuales. Y necesitan ser tan amados y reconocidos como todos los demás.

1 comentario:

Lucre dijo...

DE ISABEL ARTETA:
Lucre,
Estando absolutamente de acuerdo con el fondo del artículo, me preocupa
que no podamos generar alternativas para premiar esos valores que nos
parecen más importantes que la competitividad excesiva. Constantemente
reformamos nuestra evaluación para que refleje el proceso más que el
producto, o que enfatice el trabajo de grupo sobre el individual, y sin
embargo, al final, siempre se requiere asignar un número a cada
estudiante. ¿Cómo hacer para que este número refleje todo lo que
valoramos como "premiable" más allá del puntaje académico?
En un aparte, el discurso de nuestra abanderada fue digno de rescate, y
demuestra (en ella individualmente!) la conciencia de la necesidad del
trabajo práctico y de equipo. Vuelve la pregunta, ¿cómo logras que los
otros chicos desarrollen esa conciiencia?

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