sábado, 31 de mayo de 2008

gente que una quiere

llegan
solamente eso
la vida va trayéndolos
uno a una
una a uno
o en grupo
sus pasos se acoplan a los nuestros
y somos
por un tiempo
dejan huellas
recuerdos
preguntas
y un desgarrón sin nombre cuando faltan
pero mientras tanto
somos la misma sangre
aunque hayamos venido de vientres diferentes
y puede ser que seamos dos palabras
tres sonrisas preciosas
cuatro abrazos
de vez en cuando
nadie sabe cuántas lágrimas
de esas que no se tragan ni se esconden
por eso de la confianza
eso somos
y es una bendición
ni más
ni menos

miércoles, 28 de mayo de 2008

lo sagrado

Ahora último, con esta muy poco afortunada propuesta de cambiar los símbolos actuales de nuestro país, ando encontrando la palabra ‘sagrado/a’ tres o cuatro veces al día. ¿Cómo vamos a querer reemplazar los ‘sagrados’ símbolos de nuestro escudo? Vamos a escuchar las ‘sagradas’ notas del himno nacional. El ‘sagrado’ tricolor nacional debe seguir ondeando...
Consulto en el diccionario y encuentro las siguientes acepciones para la palabra ‘sagrado’: 1. Digno de veneración por su carácter divino o por estar relacionado con la divinidad. 2. Que es objeto de culto por su relación con fuerzas sobrenaturales de carácter apartado o desconocido. 3. Perteneciente o relativo al culto divino. 4. Digno de veneración y respeto. 5. Inmodificable. Sus costumbres son sagradas. 6. Entre los antiguos, sobrehumano. 7. Lugar que, por privilegio, podía servir de refugio a los perseguidos por la justicia.
Releo esas definiciones, y le pese a quien le pese noto que quizás la única que se podría quizá aplicar a los símbolos patrios es la número 4 y con mayor seguridad la número 5, de acuerdo con las protestas de toda la gente que lo ha hecho. Porque… ¿carácter divino? No sé. ¿Fuerzas sobrenaturales? Es cierto que los héroes tenían ciertas cualidades y dotes importantes, pero no creo que hayan llegado a tanto, y por lo mismo no veo a los símbolos patrios como algo sobrehumano. Y si acojo como válida la acepción número 7 supongo que me conduciría ipso facto al linchamiento.
Recuerdo, por otro lado, con enorme cariño y gratitud un mensaje de texto de mi buen amigo Pancho Prado cuando le dije que no faltara a la presentación de mi libro Bip-bip, y me contestó con un rotundo: “No. Eso es sagrado”.
Entonces me pregunto realmente qué es lo sagrado para mí. Quiero aclarar que no tengo nada contra los símbolos patrios, salvo que a veces les concedemos una importancia infinitamente superior sobre la que debería tener todo aquello que simbolizan. No creo que, en este momento, proceda cambiarlos. La gente a quien representan no lo quiere así, y se ha visto. Pero debo confesar con un poco de desenfado, que no los considero tan sagrados como, por ejemplo, esos actos de amistad que hablan de un cariño y de unos compromisos decretados desde los afectos sin convencionalismos y la memoria que los sostiene.
Sagradas, la sonrisa y la vida de mis hijos. Sagrada, la amistad de quienes me han hecho el honor de compartirla conmigo desde la grandeza de su alma. Sagrado y concreto el amor que siento no por una Patria abstracta hecha de conceptos inamovibles, sino por un país de tierra y lluvia, con una gente de carne y hueso que se raja y lucha en el día a día por subsistir y salir adelante. Sagradas las manos de quienes se las llenan de callos trabajando con honestidad más allá de cualquier frustración o injusticia. Sagrados mis principios de respeto a la vida y a la diversidad. Sagrada mi vocación un poco loca quizá de trompearme día a día con las palabras y sus posibilidades.
Y si esas cosas tienen una bandera, un escudo o un himno que las represente, los reconoceré sin fanatismos en tanto en cuanto representan lo que amo y aquello en lo que creo.
Nada más.

sábado, 17 de mayo de 2008

understood

para los hermanos Jarrín
con un abrazo

qué puedo yo decir que no sea un lugar común
qué
si también he probado ya aquello de la ausencia
aunque ese cuerpo rematado por ese rostro se pasee aún por la casa
desconociendo los rincones
atenazando los adioses no pronunciados antes de hora
pero ya tan patentes
preguntando quiénes somos los que un día
lo fuimos todo para ella

qué puedo yo decir que no sea un ya se sabe
igual que tú
guardo el recuerdo de un beso en mi frente
a la hora de la fiebre
y de aquella inusual manera de amar
convertida en enojo ante mis lágrimas
porque /ahora lo sé/
siempre le fue difícil verme triste

o traducida en el espanto de que me tomara unos traguitos
o de que me subiera en alguno de esos trenes
a los que ella nunca se atrevió
o de que me extraviara por los caminos de la vida

y revivo sus angustias
mientras miro a mi hijo querer comerse el mundo
sin digestivos que valgan
y tampoco sé si lo que hago estará bien

y reciclo esos dolores
de los que me reí alguna vez
segura de que no tenían sentido
porque ahora por fin
ya puedo comprender

yo no sé si la desmemoria es otra forma de ausencia irremediable
a veces la abrazo
y le digo quedito
que la quiero muchísimo
solo eso
y parece entender ella también
y tienta un resto de llanto que no llega a concretarse

y entonces
a mi vez
aunque la situación parezca tan distinta
comprendo
o mejor dicho
te comprendo
y te abrazo con el corazón

ANTES DE ESTE HUBO OTRO ESCUDO


Que cuál también sería, claro.
Bueno, no es por defender a Correa ni a Alianza País ni a nadie. Pero me parece que la gente tiene acumulado un reservorio de indignación que no sabe en qué emplear y por eso anda haciendo berrinches por cualquier cosa, Presidente incluido.
Ahora hay un poco de ciudadanos desesperados porque alguien mencionó la remota posibilidad de que se cambie el escudo. ¿Es acaso inamovible el escudo de un país? ¿Tiene valores de eternidad? ¿No puede, en una de esas, tener una pequeña variación, una motivación de cambio, algo que mejorar, aunque sea?
Parece que no.
La gente, al borde del llanto de la pura rabia, protesta sobre el carácter de sagrado de los símbolos patrios. Intocables, Inamovibles. Y además, son tan rigurosos en este proceder que hasta se indignan como cosa propia porque Chávez ha cambiado el escudo de Venezuela, cosa que, si nos ponemos a ver con objetividad e imparcialidad, no nos incumbe ni nos afecta.
Sufren de verdad.
Santa indignación.
Ira bendita.
Bueno. Qué se puede decir. Antes de este hubo otro escudo. Y antes otro, y tal vez después haya otro más. Así funcionan las cosas. Heráclito ya habló de que nadie se baña dos veces en las mismas aguas de un mismo río. La bandera que representaba las dotes eróticas de Catalina de Rusia ahora representa otras cosas, y puede cambiar si esos colores, por algún motivo, ya no son representativos de lo que antes fueron. Nadie se ha de morir por eso. La letra antiibérica de Juan León Mera y la música de alguna marcha de ocasión tomada al apuro por Antonio Neuman para construir las sagradas notas de nuestro himno también pueden perder vigencia. Y así será. Se crean nuevos sentidos, nuevas razones de ser. Nuevos símbolos.
Y se seguirán creando, digan lo que digan quienes prefieren el inmovilismo y los valores que caducan, quién sabe por miedo a qué.

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