domingo, 18 de enero de 2009

¿olvido?

para el david
y a quien le llegue
o le salpique
el muchacho que nunca lo supo
el artista bohemio
el joven estudiante para cura
el marido que ya no quiso seguir
algún alumno
por ahí
el hombre más hermoso del mundo
en más de un sentido
pero no para mí

todos
tomaron su camino
y otros
que ya no me acuerdo
también

a veces
en la noche
miro la oscuridad
siento el gato
Manuel Jodorowsky
que ronronea encima de mis pies
ese trocito de compañía dorada
/otro regalo de la vida/
y pienso en ellos

fueron
estuvieron
están
y es para siempre
aunque no lo parezca
alguno regresa con un cariño de hermano
esa cosa sagrada y cristalina
/la amistad/
que jamás creí merecer
otros vendrán
si así tiene que ser

vivo el dolor
ahora
mañana tal vez vuelva a sonreír
y descubra
cómo florece
aunque sea tardío
el amor que entregué
y me ayudó a estar viva
y a dar vida también

nada se pierde
nada
finalmente
algún día
verás la luz
que encenderá de paz y de ternura
la maravilla
de tu corazón

domingo, 11 de enero de 2009

gaza


no quiero saber

de la ironía

de cohetes como fuegos artificiales

asolando poblados

no

quiero saber

de más cuerpos tendidos

envueltos en sábanas

y todo ese llanto

no

quiero mirar

otra vez

llorando

el último beso del padre

que no puede llorar más

en la frente del niño

que ya no crecerá

viernes, 2 de enero de 2009

los discípulos de hitler


Cuánto lloramos en el pasado con libros como el estremecedor Diario de Anne Frank, cuánto nos conmovieron series de televisión como Holocausto y QV7, cuánto nos sacudieron y nos hicieron sentir avergonzados de ser humanos y al mismo tiempo felices de serlo películas como La lista de Schindler o La Decisión de Sofía. Cuánta rabia, cuánta indignación, cuántas lágrimas y cuánto rechazo hacia la crueldad humana nacieron de esas experiencias, así como de indignarnos de las historias que en ellas se contaban y que sabíamos verídicas y ciertas.

Nunca despreciaremos a las víctimas semitas de la Segunda Guerra Mundial, de la voracidad imperial de la reina Isabel la Católica o de la mal llamada 'Santa' Inquisición.

Pero por ese mismo sentimiento de solidaridad humana que nos lleva al dolor y la indignación ante la maldad y la ambición, ante la discriminación y las guerras desiguales y sangrientas en las que mueren cientos de personas que poco o nada tienen que ver con aquello por lo que se pelea, no podemos dejar de sentirnos también indignados, también estremecidos por la sorpresa y el rechazo ante lo que en este momento ocurre en la franja de Gaza.

Más allá de las razones que los gobiernos y los ejércitos esgrimen para justificar sus atrocidades, lo que vemos en la prensa son cadáveres de simples seres humanos que terminaron sus días en medio del horror de una masacre sin sentido: mujeres, niños y niñas, ancianos, jóvenes. Casas de habitación destruidas. Sangre inocente, solamente eso. Como la sangre de los seis millones de judíos exterminados en la Segunda Guerra Mundial. Ni más ni menos.

Quién iba a decir alguna vez que los descendientes y compatriotas de las víctimas de Hitler serían los mejores y más aprovechados alumnos del ansia de matar con que este oscuro personaje asoló al mundo entero en su momento.

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