domingo, 6 de abril de 2008

Juana Miranda, fundadora de la Maternidad de Quito

Por Mariana Landázuri Camacho*

Pocos ecuatorianos saben que la historia de nuestra Maternidad está atada indisolublemente a las mujeres. No sólo por el hecho obvio de que parir es una capacidad exclusivamente femenina, sino porque hasta inicios del siglo XX en el Ecuador, el parto era atendido por ellas. En una tradición milenaria de toda la humanidad, el parto era este espacio protegido, íntimo, casi sagrado, vedado a la intromisión masculina. Tanto la práctica española como la nativa parecen coincidir en este tema.
Son las parteras, muchas veces mujres con conocimientos apenas empíricos, las que van de casa en casa atendiendo a la fecunda población nacional. Pero en ese recorrido también van acarreandoconsigo los gérmenes de la temida fiebre puerperal. A causa de esa y otras infecciones la mortalidad matera e infantil alcanza niveles de espanto. No hay estadísticas en ese tiempo, pero para todas las gestantes el parto venidero es un riesgo no exento de peligro letal. (Riesgo que vergonzosamente se mantiene en el siglo XXI apra las parturientas más pobres).
Hasta el siglo XIX nadie en el mundo médico sabe cómo se contagian las enfermedades. Lus Pasteur lo descubre recién en 1879 para el caso de las mujeres recién paridas. Solo médicos adelantados a su época, como Eugenio Espejo en el siglo XVIII, habían alcanzado a esbozar teorías respecto a los gérmenes patógenos.
En Quito, como en el resto de ciudades ecuatorianas, el parto se atiende a domicilio. El único hospital que tiene la ciudad, el San Juan de Dios, es marginal social y geográficamente hablando. No se diga el San Lázaro, que es Hospicio y Manicomio a la vez. No hay condiciones sanitarias ni desarrollo médico para realizar lo que hoy entenderíamos como atención hospitalaria; en muchos casos a lo único que se alcanza es a ayudar a bien morir.
Las ciudades no tienen agua potable, ni alcantarillado y por tanto tampoco servicios higiénicos. Seguramente Quito huele mal cuando las bacinillas se sacan a vaciar en las acequias de la calle y el sol ecuatorial alcanza su cénit. Afortunadamente las lluvias, en ese tiempo más predecibles y regulares que hoy, lavan la capital que deja entonces ver su hermosa faz.
Maternidades existen sólo en ciertas ciudades americanas que han sido capitales virreinales, como Lima, por ejemplo. Allá van a educarse algunas parteras ecuatorianas, sobre todo de Guayaquil, y de allá viene también Cipriana Dueñas, una de las primeras profesoras que llega por petición del presidente Juan José Flores para profesionalizar la atención obstétrica. Pero las Escuelas de Obstetricia viven supeditadas al exiguo presupuesto nacional y a la enorme inestabilidad política de inicios de la República.
Es sólo con el presidente Gabriel García Moreno cuando se funda lo que por primera vez puede llamarse una Maternidad para Quito. Es la era de la égida francesa, cuando las colonias americanas han logrado desembarazarse del imperio español y ahora miran a Francia para orientar su rumbo. De la Maternidad parisina llega Amelia Sion tras el viaje en barco de más de un mes para cruzar el océano y el viaje a caballo de unos 10 días para cruzar la cordillera. Poco antes han llegado las hermanas de la Caridad que empiezan paulatinamente a hacerse cargo de los hospitales públicos, y de la Universidad de Montpellier vienen dos médicos encargados de reformar la enseñanza universitaria.
La Maternidad es al mismo tiempo la Escuela de Obstetricia donde el gobierno planea formar comadronas profesionales que se hagan cargo de los partos en las distintas provincias. El Presidente también planea que al finalizar el contrato con Amelia Sion, la que se haga cargo de la Escuela sea Juana Miranda, graduada en la primera promoción.
Esta quiteña es una valiente y apasionada mujer con un historial poco común para la época. Ha sido por 11 años Abadesa del Hospital de Caridad (o San Juan de Dios), ha acompañado al Ejército nacional en una de las guerras que por ese entonces mantiene el Ecuador con Colombia, y aún no se ha casado. Ella sueña con dirigir los estudios y hasta tanto empieza su práctica profesional privada. Sus sueños, sin embargo, se hacen pronto añicos con el asesinato de García Moreno (1875), la clausura de la Escuela de Obstetricia y el exilio al que ella y quien ahora es su esposo tienen que acogerse.
A Juana su amplitud de miras le viene del ejemplo que ha visto en sus padres, del trato equitativo que hombres y mujeres reciben en su hogar de crianza, de la educación a la que ella tiene acceso y de la sangre que le llega a través de su abuela paterna. Ésta se llama Francisca Miranda, oriunda de Venezuela y emparentada con el prócer de la independencia venezolana, Francisco de Miranda. Tan sólo una muestra del respeto que el padre de Juana tiene por Francisca, su madre, es que adopta para los hijos de él el apellido Miranda en primer lugar. Por eso Juana se apellida Miranda y no Santa María, que era el primer apellido paterno.
Luego de la clausura de la Maternidad quiteña, Juana pasa los siguientes 23 años luchando para que el Estado vuelva a crear una Maternidad que atienda a las mujeres más pobres de la sociedad. Tras un intenso batallar no sólo contra la falta crónica de recursos sino contra la desidia burocrática, la Maternidad se inaugura en 1899 durante la primera presidencia de Eloy Alfaro. Se inaugura en casa de Juliana Vallejo, una comadrona algo mayor que Juana, que ha muerto repentinamente sin dejar herederos forzosos. Otro benefactor de la casa es Rafael Rodríguez Zambrano que ha legado en su testamento $10.000 sucres para equiparla. En honor de ambos la Casa de Maternidad se denominó Asilo Vallejo-Rodríguez.
Quito es entonces la ciudad recoleta que en la actualidad estamos redescubriendo. Vivir en este suelo es no descansar nunca. Todo se hace a mano. Sin agua potable, hasta el agua para beber hay que ir a traer en pondos de pilas públicas como la de San Francisco o la de la Plaza MayorUna mortecina luz eléctrica está apenas empezando a llegar para el alumbrado de ciertas esquinas. El parto nocturno, que es mucho más frecuente que el diurno, se va a seguir iluminando con vela de cebo por muchos años más. La ciudad aprovecha todas las horas posibles de luz solar, y sus habitantes más fieles se levantan a la misa de 4 a.m.
Juana es una de ellas. Trabajadora incansable, su vida se divide entre la atención del hogar, la práctica profesional y la docencia universitaria. Ocho años antes de que se inaugure el Asilo Vallejo-Rodríguez, Juana ha ganado un concurso para ocupar la cátedra de Obstetricia Práctica en la Facultad de Medicina de la Universidad Central. La carrera está dirigida a mujeres, es seguramente la única escuela profesional femenina en la República, y la más antigua formación universitaria para ellas. Desde el año 2005 la Escuela de Obstetricia se denomina oficialmente “Juana Miranda” por resolución del Consejo Universitario, a propósito de las celebraciones de los 170 años de existencia de dicha Escuela.
Pero para cuando Juana es profesora, en el hemisferio Norte el parto ya comienza a ser atendido por médicos y esa influencia llega al Ecuador. A la clase de Juana empiezan a asistir algunos ávidos estudiantes, cuya primera profesora universitaria es esta mujer. Uno de los más destacados es un joven lojano, llamado Isidro Ayora Cueva, que más tarde toma la posta.
La pequeña Maternidad, que existe tan precariamente, se ha trasladado poco después de su apertura a una casa en la Loma Chica, un barrio que sólo los quiteños de cepa saben localizar, en las actuales calles Juan Pío Montúfar y Jesús Pereira. Juana es su matrona y directora hasta la fecha de su jubilación en 1907.
En esa misma casa, que ha sufrido sucesivas transformaciones arquitectónicas, se dio a luz esta vez no a una criatura sino a un libro. La obra fue bautizada con el mismo título del presente artículo, y aparece bajo el sello editorial del Banco Central del Ecuador tanto impreso como en formato electrónico (www.museobibliotecabce.com ). Además de contar la vida de la protagonista, el libro incluye una cronología de la Obstetricia en nuestro país, documentos antes no publicados y un mapa con la localización de la Maternidad a lo largo de su azarosa historia.
La investigación ha permitido que las distintas instituciones representadas en la publicación reconozcan en Juana Miranda no sólo a la fundadora de la Maternidad de Quito y a la primera profesora universitaria ecuatoriana, sino a una de las mujeres que ha engrandecido la historia de la ciudad y del país.

* Mariana Landázuri Camacho es periodista dedicada sobre todo al campo de la investigación. Estudió Literatura en la PUCE y también ha realizado estudios de Comunicación y otras disciplinas afines en Estados Unidos, España y Alemania. Está próxima a ver la luz una nueva investigación suya titulada Salir del encierro. Medio siglo del Hospital Psiquiátrico San Lázaro.

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