como niños ingenuos
pensaron que volar era tan simple
como subirse a un tren de aterrizaje
después
ya se verá
pero el después
a veces
nos llega demasiado pronto
y es esa flor de angustia
de saber que se acaba
antes de comenzar
doscientos metros más abajo
ahí
donde se rompe la ilusión
y la temeridad
no es más que una celada cruel y sórdida
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