hoy no hablaré de los malos
de los que incuban huevos de serpiente en el corazón ajeno
no diré nada de los que engañan a los pueblos con baratijas absurdas
ni de los pueblos que se lo creen
no diré nada de los que amordazan a hombres buenos
para seguir bebiendo la sangre de la gente corriente
a punta de mentiras y chanchullos
ha amanecido
y el sol /dice el libro sagrado/
alumbra a todos por igual
el abrazo del gato que viene a dormir conmigo cuando el corazón me pesa
me ha hecho comprender que la ternura sobrepasa lo humano
la sonrisa de un par de niños me ha inundado la mañana
he buscado en un instante de silencio
el soporte callado de algo más grande que yo
he preparado un pequeño desayuno para el nieto
y el hijo ha conversado conmigo mientras comíamos
mi padre
/que siempre fue tan solo un hombre bueno
aunque ahora sus coordenadas vacilen y se pierdan/
vendrá a almorzar en casa
esas son las sencillas cosas que construyen la vida
y solo por eso
porque el sagrado espacio de mis días no lo admite
no diré nada
de la maldad del mundo que no tiene cabida
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