cada vez que mi país quiso renacer
alguien se ocupó de matarlo otra vez
no fue el famoso y mentado caín de américa
no fueron la naturaleza y su furia
fueron sus propios hijos e hijas
los que al mirar el color de la tierra en su piel se avergonzaron
los que al escuchar el rumor de su sangre se sintieron menos
los que quisieran haber nacido en otra parte
o tener otro color de piel y otro tipo de sangre
los que se negaron a compartir
los que se cegaron de codicia y servilismo
fueron ellas y ellos
y nadie más
los que se lanzaron sin mirar atrás
incomprensiblemente
a ganar el puesto que otros les tenían reservado
en el décimo círculo del infierno del dante
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