martes, 23 de junio de 2009

carta a pedro aznar, mientras canta "milagro de los peces"

Soy feliz.
¿Por qué se lo digo?
Porque ahorita mismo es usted quien me hace feliz.
De repente me hace olvidar o dimensionar de otra manera todas las cosas que pasan por mi vida y por mi país y por todas partes.
El dolor de rodilla que me ha atenazado durante estas últimas semanas.
Mis crisis familiares.
Mis penurias económicas.
Las broncas al uso de la política y los medios en las que la mezquina historia cotidiana se desenvuelve.
Lo oigo cantar y soy feliz.
Así, sencillo.
No sé si usted vaya a leer esta carta.
No sé si le importe que se la escriba.
Y la verdad, creo que a mí tampoco me importa.
O sea, ya no me importa el autógrafo, la respuesta a la carta que se puede mandar como una fan más de un artista admirado y querido, la mirada desde el escenario que siempre podemos creer dirigida a nosotras cuando en realidad quizá solamente estaba esquivando una luz demasiado fuerte.
No.
Tampoco me importa que en los medios al uso de nuestro país haya un poco de gente que se cree la mamá de Tarzán y de seguro ni siquiera sabe que usted existe.
No.
Es sencillamente el gusto de escuchar una canción en la soledad de mi aula mientras intento planificar unidades y lecciones para el año que viene. Es el gusto de sentir que la música de repente entra en la sangre y se mueve, y alimenta la piel y el corazón desde adentro y también desde afuera. “Milagro de los peces”, se llama la canción. Y eso es: como el milagro de los peces que hizo Jesús al generar solidaridad en unas pobres gentes polvorientas e ignorantes para llevarlas a compartir de una su hambre y su pan. Así también la música se vuelve a la vez hambre y alimento y galope por la sangre y atisbos de ternura y deseos de más aún, más.
Quizás alguien –muchos– piensen que estoy loca por escribir esto en medio de las crisis de varias formas y grises que pueblan el planeta, el continente, el país y la vida. Y lo más probable es que lo esté. Pero qué linda locura esta de poder en algún momento abandonarse y ser una con los sonidos que inundan el ambiente. Y acercarse así a algo que se parece bastante a la totalidad buscada en una gran parte del camino y encontrada solo a trechos en medio de pilas y rumas de obligaciones, desaciertos, trabajos pendientes y también la cuota de desconsuelos.
Querido Pedro Aznar que tal vez nunca lea estas letras y quién sabe si en el fondo le interese: esta carta, artículo, papel virtual o lo que sea es solo para decir gracias. A usted, y a todos los que se visten de música por motivos personales, claro está, pero que con esa música pueblan los vericuetos de las vidas cotidianas de las personas que, como yo y como tantas y tantos, andan por ahí a veces bien, a veces mal, a veces contentos, a veces en el agobio de la supervivencia cotidiana. A veces entre sonrisas y otras tragando lágrimas.
Querido Pedro Aznar: hace más de dos mil años alguien hizo el milagro de los peces. Al menos, eso dicen. Y ahorita, aquí, en una sencilla aula de un anónimo colegio sin estudiantes ya, comenzando un verano que se presenta incierto, también usted hace el milagro de encender el día con la belleza que no puede tener precio ni nombre.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los poѕt me engancharon mas perօ bueno, noo esta mal tampoco :)

Mass informacion en : Mario

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