lunes, 24 de diciembre de 2007

DE NUEVO LOS VILLANCICOS

Muchas personas me ha pedido la letra de los villancicos que 'compuse' en las últimas navidades. La música es bien simple (yo no tengo formación musical), pero por el momento no tengo posibilidades de incluirla. Quizás, en el futuro...
En fin, gracias a todos y por todo, y aquí van mis dos pequeñas 'creaciones' para acompañar a todos en sus fiestas.
Un beso y Felicidades a todos en estas fiestas.

NAVIDAD DE VERDAD

nadie puede asegurar que sucedió
ni en qué lugar de la historia pasó
si los reyes magos la mula y el buey
son un invento una leyenda o qué
¿será verdad la navidad
como este pan que compartimos hoy?
¿será verdad la navidad
como el abrazo que doy si no estoy?

nadie recuerda que el niño que nació
una enseñanza eterna nos dejó
entre luces de colores y papel
ocupa su lugar papá noel
¿será verdad la navidad
como este pan que compartimos hoy?
¿será verdad la navidad
como el abrazo que doy si no estoy?

si lograste perdonar en tu interior
o si aceptaste lo que sucedió
si fue tu mano cansada la que dio
el primer paso hacia otro corazón
la navidad es de verdad
como este pan que compartimos hoy
la navidad es realidad
como el abrazo que doy si no estoy
Tangled Lights
INOCENCIA

niño jesús que quisiste ser pobre
pobre y pequeño entre pajas y heno
niño jesús que quisiste ser bueno
desde la frágil visión de ser hombre

niño jesús que dejaste el divino
cielo de gloria y de pena ninguna
para morir una noche de luna
y así entender el rigor del camino

en esta noche de bruma y misterio
en que la gente festeja y regala
y nadie piensa en tu angustia escondida

entre el aroma de incienso y sahumerio
cuando una lágrima tibia resbala
siento tu luz encenderse en mi vida
3D Rudolph

CARTA AL NIÑO JESÚS

Manger
Querido Niño Jesús:
He tenido algunos desencuentros con algunas personas porque la verdad, verdad, yo no sé si realmente exististe como un personaje histórico real, y lo he dicho. Esto me ha ocasionado, por decir lo menos, una ceja levantada, y vaya una a saber lo que circulaba por el cerebro que estaba detrás.
Pero yo sé que, seas lo que seas, tú me comprendes. El bullicio de los centros comerciales y los gentíos en todas partes encubre lo que realmente significas, que hoy por hoy es lo que importa, ¿no? No significas tanto la desesperación por comprar, por adquirir, por tener, cuanto la necesidad de querer y ser querido en medio de todo este estruendo que no deja oír tus tenues vagidos de niño recién nacido, y no precisamente en el Hospital Metropolitano ni en el Hospital de los Valles.
Fuiste tú el que dijo que es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja antes que un rico entre en el reino de los cielos; pero esa parte de la historia es mejor ignorarla, después de todo, ¿quién no quiere ser rico, cueste lo que cueste, y por más que se digan cristianos, aunque el precio sea bancarse el infierno por toda la eternidad, según esas palabras tuyas que no le gustan a nadie?
Fuiste tú el que inventó esa hermosa parábola del Juicio Final, en donde lo único que se necesita para 'ser salvo' es haber sabido reconocerte en todos quienes, de una u otra forma, necesitaban de cualquier cosa. Pero la gente ha preferido creerle a San Pablo y sus enredados condicionamientos doctrinales, y ha preferido pensar que el ritual es preferible a la sinceridad de las acciones, y ha preferido vestirte de oropel y organizar novenas y misas antes que seguir esas sencillas pero profundas normas de vida que es mejor ignorar para no hacerse líos con la vida.
Por eso, Niño Jesús, aunque yo también he comprado juguetes y chucherías, no quiero molestarte con peticiones que nada tienen que ver contigo. Ni siquiera quiero pedirte paz para mi corazón o salud para los que amo. Y no sé si lo volveré a hacer en el futuro. No sé si te gusta o te conforma el disfraz de Dios que algunos te pusieron para convertirte en el guardián de sus oscuros intereses. Solo sé que, si exististe, si tus pisadas hollaron el suelo arenoso y candente de Palestina, el mundo de hoy te asqueará y, como a muchos otros, la impotencia y la decepción te impedirán festejar cualquier cumpleaños con ganas y con gusto.
Por eso, no te pido nada. Te he cantado un par de villancicos que son más para pensar que para otra cosa. Espero que, si estás en alguna parte, te hayan gustado. Lo único que te puedo ofrecer es seguir hurgando en medio de tus enseñanzas y tratar de sentirlas y vivirlas de la mejor manera posible, aunque eso me cueste, como a ti, la soledad, el ostracismo y aun la vida. Cosa difícil, lo sé. Pero estoy segura de que eso es lo que a ti te gustaría más que cualquier otra cosa.
Por lo que significas, por tu pobreza, por tu desnudez, por la soledad que te acompañó hasta el calvario y de la que hoy por hoy nadie se acuerda, solo quiero decirte que igual te quiero mucho siempre.
Y feliz cumpleaños, sea cuando sea,
La Lucre

domingo, 16 de diciembre de 2007

SIN NADA QUÉ DECIR

así me quedo a veces
silenciosa como una piedra
en el extraño camino de la vida

así
tiemblo con las palabras y los sentimientos
atenazando las articulaciones
pero sin poder salir
porque tienen nombres
porque tienen fechas
porque tienen marcas de nacimiento
y también tipos de sangre
que no se pueden ocultar
una vez aparecidos

así permanezco a veces
aunque me haya vendido
el ansia de aliviar mi corazón

es mejor
callar
siempre se dice
callar
sencillamente
bancarse por dentro todas las procesiones
imaginar los cuentos que salvaron la vida
alguna vez
cuando la soledad
nos quiso estrangular
soñar
imaginar
y seguir caminando por ahí
sin nada qué decir

FENÓMENOS PARANORMALES

Navidad es tiempo de prodigios, no cabe la menor duda. Ya hablé de esto anteriormente; pero no puedo resistir la tentación de volver sobre el tema. Y me voy a explicar.
Hace algunos meses, por la zona de mi casa apareció un nuevo centro comercial. Nostálgica y tradicionalista en mis apegos, como soy, sufrí en silencio (y a veces no tan en silencio) por el viejo centro comercial que visitaba antes, al que le tenía especial cariño, pues en una época dolorosa y depresiva de mi vida solía ir a consolarme viendo los escaparates y gastando el dinero que todavía no tenía en chucherías que creo que hasta ahora no he terminado de pagar, tal cual hacemos todos en esta época del año.
Bueno, como les contaba, estaba pensando en que de repente este viejo centro comercial, entrañable para mí, se vería seriamente afectado por la aparición del nuevo, más cerca de una vasta zona de la ciudad a la que el otro también atendía. Sin embargo, en estos días navideños, advierto con más estupor que satisfacción que no es así. La pregunta clave es ¿de dónde sale tanta gente?
Porque se supone que si, por ejemplo había diez mil personas en la zona atendida por el viejo centro comercial, ahora que ha aparecido uno nuevo, cada centro comercial podría contar con cinco mil clientes; pero esta tarde, cuando pretendí ir a pagar alguna de las deudas en un almacén de ropa, advertí que no es que la población del primer centro comercial se había dividido en dos con el segundo. No. Todo lo contrario, creo que ahora, en ambos centros comerciales, por decir algo, no solo había cinco mil personas sino, me atrevería a afirmar... creo que en cada uno había más de diez mil: congestiones de tránsito inmanejables en un kilómetro a la redonda de cada uno de ellos; estacionamientos llenos, incluso en aquellos sitios que habitualmente están desocupados porque allí es prohibido dejar un auto particular; almacenes por los que resultaba una proeza humana circular sin ser aplastado o sentir una inminente falta de oxígeno.
Claro, mientras una no piensa, aparentemente las cosas van bien; sin embargo, si se piensa dos segundos, en seguida nos asalta la pregunta: ¿de dónde sale tanta gente? ¿por qué, con la aparición del segundo centro comercial el primero no se descongestionó? Y peor si tomamos en cuenta que nadie nace adulto, las preguntas se vuelven más inquietantes: ¿habrá habido una oleada de bilocaciones y desdoblamientos mientras otros incautos dormíamos plácidamente? ¿nos invaden los marcianos? ¿qué es realmente lo que está pasando?
Es un misterio, y más que obra de la navidad, parece obra de magia... por no decir del diablo.

lunes, 10 de diciembre de 2007

SÚCUBO

volverá
una y mil veces
a poseerte
en la bruma cerrada del recuerdo
arañando tu espalda
tenaz
y criminal
no cesará
como cualquier animal enfermo
sediento
de tu indefenso cuerpo de niño
sombra de la sombra
no importa
si aquel tiempo pasó
si cada día te dices que terminó
sagaz demonio
que mordisquea aún
las células de tu alma

abrázalo
tan solo abrázalo
más allá de los pánicos atávicos
une tus lágrimas
a su soledad de engendro
desterrado aun del mismo infierno
mírate en el espejo de su miedo
y entonces
/puede ser/
que por sus propios medios
y sus ganas
abra por fin la puerta
y escape
para siempre

domingo, 9 de diciembre de 2007

DICIEMBRE

Por un momento quiero apartar mis ojos de la política, de los usos del lenguaje, de las fiestas de Quito. Y hablar, como si fuera el título de una película de Woody Allen, del mes de diciembre. Porque en diciembre la gente enloquece, ¿se han dado cuenta? Si para Freud el Quijote de Cervantes se convirtió en un muestrario de patologías de orden psiquiátrico o psicológico, quizá se debió a que no vivió ningún diciembre de fines del siglo veinte o principios del veintiuno.

En primer lugar, la gente se multiplica, nadie sabe cómo. Porque no es que nace un número representativo de niños ni cosa parecida. Simplemente, la gente y sus vehículos aumentan en cantidades exorbitantes. ¿Cómo lo hacen? No se sabe, pero hay más gente: en la calle, en los centros comerciales, en las farmacias, en los bancos, en todas partes. ¿De dónde sale tanta gente? ¿Hay un desdoblamiento masivo, acaso? ¿Alguien se pone a clonar personas justo para este mes? Si nos ponemos a hurgar en las razones, verán que no existe explicación posible desde el punto de vista de la lógica para esta cortazariana situación.

Luego, la gente se vuelve compradora compulsiva. Todos, sin excepción. Y más que todos aquellos que han declarado a la altura de octubre que para estas navidades no caerán en las redes y los tentáculos del consumismo. Lo dicen y al ratito están comprando regalos con base de diez dólares para los diversos intercambios de la oficina, de los grupos de primos, de los clubes de lectura, de la jorga de amigos. ¿Cariño? ¿Deseo de dar? Puede ser, pero no es más que empezar. Una va por uno de estos regalitos y sale como con veinte, por lo menos.

Hay gente que, quizá movida por un espíritu ascético, inicia dietas en diciembre. Son pocos, pero son, como diría César Vallejo: Abren zanjas oscuras en el rostro más fiero y en el lomo más fuerte, y todo a punte asombro. Se presentan al té de amigas y dejan intactos todos los platos que se les ponen por delante. La pregunta inmediata es: ¿catolicismo del siglo XXI -saben que pululan los fundamentalismos raligiosos, ahora último, ¿no?-? ¿masoquismo? ¿pre anorexia? nadie sabe. Nadie entiende, lo peor.

Como todo, diciembre es un mes con sombra. Hermoso porque toda la gente retoma el cariño y el aprecio que siente por los suyos. Horrible porque a veces, aunque no sintamos ese cariño nos vemos obligados a demostrar por lo menos algo parecido para no quedar mal. Hermoso porque nos vienen múltiples tentaciones de solidaridad. Horrible porque se pone en evidencia le miseria y la desigualdad. Hermoso porque se recupera el sentido de la familia. Horrible porque duelen más los desencuentros, las soledades y las ausencias.

Sin embargo, diciembre es, con todo, el mes de las luces, de las alegrías, de los reencuentros y de los abrazos. Y quizá lo mejor sea enfocarnos en todo esto, y pelear para que, a pesar del enloquecimiento colectivo, diciembre sea un mes en el que cada vez se vea menos inequidad y más igualdad entre todos y todas.

lunes, 3 de diciembre de 2007

LOS MUROS DE ESTA CIUDAD


de piedra y pasado
de miedo
de fuego orgulloso
que arrasó el anhelo
de furia y conquista
de cruz y convento
de paz franciscana
que fue una mentira
de chisme
y secreto
de poetas muertos
de hastío
y de sombra
de pasillo y cumbia
de sal y miseria
de orgullo insensato
de fatuas creencias
de envidia y censura
de altivez y furia
las calles
las plazas
los muros y patios
de Quito
están hechos

VIVA QUITO


Muchas veces me he preguntado, con un regusto amargo, qué es lo que hace que mi ciudad festeje con tanta emoción su conquista y su derrota. Fundación, le dicen, pero Quito estuvo ahí desde mucho antes de que Almagro y Benalcázar vinieran a ‘fundarla’.
Según me cuentan los mayores, las fiestas de Quito, tal como se conocen ahora, se organizaron como tales a principios de la década de 1960, tal vez a fines de los cincuentas del siglo pasado. De estas fiestas, en mi infancia y adolescencia, tengo un recuerdo más bien agradable: la noche del cinco de diciembre, la gente del barrio reunida en una confraternización afectuosa, en un encuentro de alegría, con una sencilla banda de música o con un disk jockey de barrio mismo. En el momento del baile no había diferencias de edad, ni sociales, ni económicas. Se juntaban la empleada de una casa con el dueño de otra, los niños y los adultos bailaban en iguales ruedas o parejas. Los adultos, vecinos todos, se encargaban de ver que ningún niño sufriera un percance. Los adolescentes no querían alejarse de sus padres para disfrutar de los excesos sin control (o si lo querían, lo disimulaban muy bien). Era una celebración familiar y entrañable.
Pero desde entonces ya había los bemoles. Como ex vecina del barrio de la Jipijapa, en las inmediaciones de la Plaza de Toros, por ejemplo, recuerdo desde siempre el entorpecimiento en la circulación, los autos taponando los garajes, ocupando las veredas, la congestión cada año más desesperante. ¿Y por qué? Porque somos taurinos, pues. No quiero extenderme aquí sobre mis razones para rechazar en cuerpo y alma las corridas de toros. Respeto a quienes, con sed de sangre disfrazada de amor al arte, asisten a este espectáculo. Sin embargo, lo que yo miro más allá de la corrida en sí, escapa de enfermarme por pocos milímetros: veo un poco de gente que de la noche a la mañana se vuelve española, pero no española de principios del siglo XXI, no: española de cuando los Arnistas ecuatorianos anhelaban irse a vivir o por lo menos a estudiar en la España de Franco: carretas del Rocío con majas y damas de peineta y vestido de vuelos y lunares, gente que cecea sin ningún sentido de la ortografía más elemental; gente que toma vino de bota y lleva sombrero cordobés porque sí. Lo que yo siempre me pregunto es: ¿qué están tratando de decir? ¿Cómo se debe entender ese discurso?
Por suerte, también aparecen por algunas partes ferias populares en donde podemos comer comida ecuatoriana, escuchar y bailar música quiteña y nacional, comprar artesanías y productos que nacen de manos y trabajo ecuatoriano.
Sin embargo, la fiesta se ancla en la fundación española, se haga lo que se haga. Y duele. A mí, al menos, me duele. Hablamos con pasión del héroe Rumiñahui, pero aún no somos capaces de reconocerlo en los rostros indígenas que nos rodean, y ellos mismos, cuando tienen que irse al padre violador que fue alguna vez España (ninguna madre patria, por favor), comienzan a hablar como españoles incluso antes de subirse a los aviones, negando, por el motivo que sea, lo que son, lo que dicen y cómo lo dicen. Festejamos una masacre, y ahora último la festejamos como quizá sea correcto festejar las masacres: con violencia, con accidentes de tránsito, con miríadas de adolescentes ebrios que evidencian el abandono, no precisamente familiar, sino el abandono de una sociedad completa que mira obstinadamente hacia el afuera y el pasado sin comprender que es hora de apropiarnos del adentro y del presente para poder continuar por la vida y por la historia ya sin traumas ni complejos que sigan impidiéndonos crecer día tras día.

sábado, 24 de noviembre de 2007

HE VISTO

he visto descomponerse poco a poco las acacias de los parques que amé
y madurar a tientas los frutos insensatos del deseo
siempre ajeno
he visto descolgarse como buitres ansiosos
a los impredecibles designios del destino
he visto anochecer
cuando aún le quedaban al día algunas horas hábiles
y temblar entre sombras unos labios
con miedo de soltar las terribles verdades
que no eran tan terribles
después de todo
y nada
he visto adormecerse entre sábanas tibias
mi propia pesadumbre
y abrirse tentadoras las puertas del infierno
o el horror enfermizo de despreciar la vida
he visto comenzar a deshojarse
el árbol entrañable de los brazos queridos
y no he podido ver más por culpa de las lágrimas
que inundan los adioses para siempre
he visto finalmente amanecer
después de mucha lluvia y mucho frío
he visto desde lejos el camino
que otras manos trazaron para mí
y he visto al caminante desatinado perderse
mientras persigue los deseos ajenos
solo para saber que pertenece a alguien
más allá de la lluvia y el escarnio
y te he visto pasar
a quienquiera que seas
menospreciando el regalo de mi amor
y también a ti te he visto
merodeando por ahí
quién sabe para qué
he visto
caer la nieve ajena sobre mi corazón enmohecido
para saber por fin que nada importa tanto
y que el amor fugaz no tiene tanta fuerza
como el fuego sagrado de una ternura amiga
como el tacto ligero de una mano querida
que anuncia sin angustia
que caerán murallas
y morirán certezas
para ver unos ojos florecer en la noche
más allá de la niebla

AGUAFIESTAS

Hace unos meses, cuando comenzó la gira "Dos pájaros de un tiro" escribí este artículo. Era una tarde crepuscular, acababa de llegar, cansadísima, de dar un taller en Ambato y... en fin, no creo que tenga que justificarme más. En Quito, no fui al concierto, y sé que los que asistieron lo han disfrutado mucho. Pero tengo mi corazoncito y mi derecho a la nostalgia, y por eso transcribo el artículo aquí:

POR SUPUESTO QUE DE SERRAT; PERO…



¿Y dónde, dónde
fue mi niñez…?

Joan Manuel Serrat

El tiempo, el implacable, el que pasó
siempre una huella triste nos dejó
Pablo Milanés


No quiero hablar de despedidas. Ni de desconciertos. Ni de nada que suene a posible irrespeto. Lo que voy a decir nace y muere dentro de mí. Muere, sobre todo. Pero a veces, cuando paseo por el youtube y miro a ese señor mayor cantar Lucía junto a otro señor mayor, ambos con la voz ya mucho más que solo un poco cascada, demostrando con todo su ser que esas letras y esas músicas pertenecen a un pasado más que remoto, me pregunto lo que tendrán que ver con aquel muchacho de ojos grandes y largas pestañas que se enamoró al parecer de una de las mujeres más hermosas del mundo y se lo supo decir con una de las canciones más hermosas del mundo.
Después, escucho "Edurne" en la computadora: esa orquestación… esos arreglos tan típicos y caracterizados de un Ricardo Miralles de los tempranos años setenta, algo como con intenciones de ser sinfónico pero también lúdico, que apela, sin hacer concesiones, a esa sentimentalidad entre intelectualizada y juvenil de la época, dentro de los cuales la voz, no buena, no de escuela, no ni siquiera educada, suena sin embargo límpida, clara, auténtica más allá de cualquier pretensión académica.
La que debe estar envejeciendo, obviamente, soy yo. Él se divierte tocando los platillos en el escenario mientras Joaquín Sabina entra a paso marcial acompañándose por un bombo circense. Y la pasan de bien, tanto que no puedo evitar alegrarme por ellos. Así quisiera que fuera mi séptima década de vida, si es que llego a llegar, por decirlo de un modo amable. Pero entonces me asalta de nuevo el fantasma, paradójicamente obtenido también en el youtube, de un Serrat ya no tan joven, interpretando un sobrecogedor "Res no es mesquí" (Nada es mezquino), al borde de las lágrimas ante la sencilla y demoledora verdad de la vida dicha por ese genial poeta catalán que fue Joan Salvat-Papasseit, y vuelvo a preguntarme si tiene algo qué ver con el señor que toca los platillos la mar de divertido entre los vítores de la gente y ese bombo del otro personaje.
Debo ser un temperamento propio de la Generación Decapitada , no cabe la menor duda. Llego a la casa de un viaje de trabajo desde Ambato, cansada de manejar, asustada porque el auto recalentó en el tramo final de la carretera. Encuentro encima del escritorio el paquete que contiene el disco compacto de Res no es mesquí (Poemas de Joan Salvat-Papasseit, música de Joan Manuel Serrat en casi todas las canciones) enviado con el enorme cariño de siempre por mi amigo Joan Baeza. Después de saludarlos, como suele suceder, quizás obra de la confianza de tenerme de nuevo ahí, a la mano, los niños comienzan a pelearse a los gritos por cualquier cosa para atraer mi atención. Entonces siento que es demasiado y me escapo a dar una vuelta por el barrio de Carcelén con el nuevo-viejo disco en el tocadiscos del carro. Voy pensando en el señor mayor que toca los platillos; voy escuchando en la voz de alguien completamente diferente, que ya no existe más en ninguna parte, esa joya de la poesía y la música llamada "Pantalons llargs"… Y también voy llorando, no pregunten por qué.

sábado, 17 de noviembre de 2007

UN AÑO DEL BLOG

La semana que pasó fue muy dolorosa para mí por la partida definitiva, no por anunciada menos angustiosa, de mi amiga Alicia Crest. Sin embargo, la vida sigue, y sé que ella en alguna parte estará riéndose de ciertas ocurrencias y que está en mi alma con todo lo que puso en ese lugar del que ya nunca podrá irse. A ella le dedico esta nueva cara del blog, azul como ese cielo a donde se supone que van las personas maravillosas.
Una novedad es, en la parte "Visita también", el enlace a la página del cantante Carlos Grijalva.
Y a todos quienes me han leído y acompañado durante estas cincuenta y dos semanas, gracias por no dejarme ir. Espero dar la talla. Saben que cualquier sugerencia pueden colocarla como comentario o enviármela al carneyhueso2003@yahoo.com
Los quiero a todos.

CANCIÓN PARA MI CIUDAD SIN ALICIA

por y para Alicia Crest

hace tiempo que estas calles
no sentían tus pisadas
y ya no hablaban sus muros
ni de duendes ni de hadas

los libros quedaron quietos
las palabras apagadas
los latidos casi en vilo
esperando apenas nada

tu vieja amiga la radio
nos muestra /cuando hace magia/
como un restito de luna
tu voz de miel y nostalgia

hay un lugar
/tú lo sabes/
en donde bebió mi pena
junto a un hombro y un pañuelo
té de manzana y canela

no quiero sentirme triste
aunque el corazón reclama
porque el viento es engañoso
cuando se lleva a quien se ama

pero hoy llueve y hace frío
tu risa ya no acaricia
y se siente tan vacía
esta ciudad
sin ti
Alicia

Quito, 11 de Noviembre de 2007

MÁS ACÁ DEL UMBRAL

Esta entrevista y este artículo se hicieron para ser editados en una revista de la ciudad. Sin embargo, esa publicacion es incierta, y los días están pasando. Por lo mismo, la incluimos en este número del blog, quizá para celebrar el aniversario del mismo, que sabemos que es muy leído por toda clase de gente e incluso fuera del ámbito local y nacional.
Las fotos son de la autora, incluso el recorte de foto en donde se insinúa que el Pancho perdió la virgnidad nada menos que con Sofía Loren...
Dónde andará el casete que guardaba, en una mezcla bastante heterodoxa, los temas que escuchaba por radio a mis veintidós: Aute, Beatles, Víctor Heredia; Yordano… Entre una y otra canción sonaba un espeluznante chasquido amplificado que se producía al aplastar al mismo tiempo las teclas Play y Rec de la radiocasetera. En medio de ese rompecabezas brillaba la canción “¿Adónde vas?”, único tema ecuatoriano, cantado por dos muchachos algo menores que yo que habían formado, hacía poquísimo tiempo, el grupo Umbral.
Dos muchachos que, con una pinta aún bastante juvenil, resolvieron hace poco, por un par de días (26 y 27 de septiembre), volver al umbral de su adolescencia por el que iban a dar “nuestro paso a ser grandes”.
Nelson García y Pancho Prado se conocieron hace casi un cuarto de siglo, como recuerda Pancho: “Yo estaba en el Spellman, él estaba en el Americano. Tocábamos en un grupo que se llamaba Return, de rock. Imagínate, el Nelson tendría diecisiete años y yo de diecinueve… entonces éramos dos cachorros tocando en discotecas, chaucheando… tocando Cat Stevens, John Denver, así, ese tipo de música… temas muy agringados
Pero poco duró el agringamiento, recuerda Nelson: “a un montón de amigos míos les comenzó a encantar la música en español, había todo este movimiento, había los festivales esos de música latinoamericana por primera vez aquí en Quito… como que salían energías nuevas”.
Al respecto, Pancho también habla de su encuentro con los trovadores latinoamericanos: “Un amigo me hizo oír Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, León Gieco, Piero… Entonces era como ya una música diferente, ¿no?, como con conciencia, con mensaje, con poesía. Y yo me enamoré de esa música”.
A Pancho y Nelson se unió el chileno Pedro Pino, que vivía en Ecuador y hoy reside en su país. Umbral, como grupo, se constituyó con los tres y con un integrante más, Ricardo Williams, que reemplazó temporalmente a Pancho cuando decidió iniciar sus estudios de Medicina en la Universidad Central.
Si bien los inicios de Umbral coinciden con una época que, desde la política y los derechos humanos, calificaríamos de oscura para el país (en 1984, su año de aparición, León Febres Cordero ganó las elecciones), Nelson evoca una época mágica para su proceso de maduración artística y vital: “Mis recuerdos son… sí era tenso políticamente; pero al mismo tiempo éramos jóvenes y la política no nos interesaba tanto, y más bien me acuerdo que era un tiempo muy lindo. Hay una canción del Pancho que llama ‘Tiempos sobrehumanos’, y era eso, era un Quito otro, era otro tiempo, otra manera de hacer las cosas, y eso es también lo que estamos reviviendo”.
Pero las épocas oscuras también tienen un fin que, en este caso, llevó al grupo Umbral a vivir aventuras muy especiales mientras participaban en la gira de promoción de la campaña de Alfabetización “Monseñor Leonidas Proaño”. Según Pancho: “Para mí fue experimentar. Imagínate, ir a tocar por todo el país durante un mes, en un bus junto con Pueblo Nuevo, con Aladino, con los Reales, con Juan Paredes, qué sé yo… Dos chicos como el Nelson y yo, y un viejo, que era el Pedro, andar como gitanos por todas las provincias como circo. En el un bus los artistas y en el otro camión iba el escenario. Estar chupando a las diez de la mañana… con dos conciertos diarios, o sea… Yo perdí mi virginidad…
Aunque Nelson es un gran músico graduado en Boston, y Pancho un destacado cantautor, coinciden en que Umbral no fue un proyecto solo musical, al decir de Nelson: “para mí Umbral no es tanto un proyecto musical, no es tanto de la música. Yo soy músico y hago eso y produzco música y… Umbral más bien ocupa otro… en mi cabeza ocupa otro lugar… como personal… pero cultural también, como relacional y cultural en un sentido amplio”.
Umbral es, más allá de la puerta que se abría ante su adolescencia para llevarlos a crecer en experiencias ricas y diversas, un momento mágico, en donde la música era el lazo o el pretexto para estrechar más aún una amistad. Incluso ahora, afirma Pancho: “Para mí es como una magia que hay. Una comunicación en el escenario, por ejemplo, de quedarse viendo, una complicidad… no sé. Compartir espacios de amistad más íntimos que salir a comer. Siempre es igualito”. Y Nelson corrobora: “Con el Pancho es muy lindo… como… vernos porque la verdad es que nos hemos visto bastante a los veinte años. No nos vemos casi nunca. Hablamos, así, de vez en cuando… Y ahora hemos estado juntos bastante y hemos estado dedicados a esto”.
Pero, más allá de las experiencias vitales de sus integrantes, ¿qué le dio Umbral a la música popular del Ecuador?
El http://www.myspace.com/httpwwwmyspacecomumbral (ver enlaces para visitar), portal creado en Myspace por Pedro Pino, hay detalles interesantes: “Luego de un año y por medio de una producción independiente, sale el primer LP, que aparte de incluir una nueva versión de "¿A dónde vas?" con una nueva estrofa, trae varios temas que se hacen conocidos (Idilio, Lenguas de candela). El disco se transforma en un éxito total siendo su canción principal elegida como canción de la semana, del mes, y del año en muchas emisoras del Ecuador. En la ciudad de Cuenca incluso se mantiene durante un mes como la canción más popular por encima de los artistas internacionales del momento (Michael Jackson, Madonna) que tienen grandes sellos y publicidad para respaldarlos”.
Pancho, a más de ser un solvente psicólogo clínico, ha continuado su camino de cantautor como solista con un Cd: Días Mejores. Entre muchos otros logros, Nelson ha compuesto los temas de películas tan importantes como Sé que vienen a matarme y sobre todo Qué tan lejos; pero no olvidan las experiencias de cuando eran dos “cachorros” que realizaban por los sitios olvidados del Ecuador su travesía de aprendizaje entre la adolescencia y la edad adulta. Aunque consideran la posibilidad de hacer nuevas cosas juntos, afirman que, si bien han vuelto a unirse como Umbral por un par de días en un significativo show en la discoteca Flash Back, el grupo no resucitará como tal, por el momento al menos.
Quienes hace los mismos veinte años o más atesorábamos su música en viejos casetes, mal grabada y todo, al conocer a los seres humanos detrás de los artistas sabemos que, como cantaban en una de sus canciones de otro tiempo: “No importa porque ahora practiquemos nuestra risa y el amor por el día de esperanza otra vez”.
Y según Nelson y Pancho, nuevamente estamos viviendo esa esperanza inagotable. Será, entre muchos otros, también gracias a ellos, digo yo.

domingo, 11 de noviembre de 2007

SI

[o al carajo con Rudyard Kipling]

si el dolor no doliera
digo
si la nostalgia
no fuera siempre espesa y pegosteosa
si no hubiera preguntas
si apenas los adioses se tomaran
como parte de todo
si jamás extrañáramos a nadie
si no faltaran nunca
las mascotas perdidas
los amigos que fueron
y la vida o la muerte
se llevaron en vilo
antes de que cualquiera de los dos
pudiera darse cuenta
y hacer algo
/no sé bien qué
pero algo
cualquier cosa/

si la familia fuera
siempre el lugar seguro del afecto
y no el nido de miedos
suspicacias y envidias
que suele ser a veces
si solamente
alguna vez lloviera
y no importara
y si tan solamente anocheciera
solo una vez al día
/para qué más
por dios
para qué más/

LE DAN CON TODO...

... Y NI ASÍ

A veces da la impresión de que antes de que Rafael Correa subiera al poder a nadie le importaba nada.
Me explico: había una pesca de tiburones sin ninguna regulación y pasaban atrocidades igual o peor que ahora. Pero a nadie le importaba, salvo algunos ecologistas consecuentes que siempre estuvieron alerta a este tipo de problemas, pocos se pronunciaban al respecto. La prensa perseguía información amarillista, la gente común ignoraba el tema por completo. No se diga Jaime Roldós, Oswaldo Hurtado, León Febres Cordero, Sixto Durán Ballén, Abdalá Bucarán, Rosalía Arteaga, Fabián Alarcón, Yamil Mahuad, Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio. Pero Rafael Correa subió a la presidencia y de repente todo el mundo se interesó de la noche a la mañana en el tema, más cuando Correa hizo algunas regulaciones sobre él.
Algo parecido ocurre con la explotación petrolera. Se ha hecho desde que yo tengo memoria, y en unas condiciones de las que mejor no hablar, sobre todo para la naturaleza y para las comunidades ancestrales. Pero igual, salvo a algunos misioneros, a algunos antropólogos, a algunos ecologistas, a algunos curitas y monjitas de esos que viven peleados con el Papa o que se juegan el todo por el todo en estas empresas, nadie ni siquiera sabía nada. Y si lo sabía, bien callados que se quedaban. Pocas veces se vio circular cartas, por ejemplo, dirigidas a Yamil Mahuad respecto de este tema. Quizá por lo del OCP, dirigidas a Gustavo Noboa, pero no pasó de ahí y ya sabemos lo que contestó. Pero claro, Correa hace algo a favor o en contra del tema y le caen con todo. Incluso gente a la que jamás le importó el destino de su propio jardín ahora anda preocupadísima por el Yasuní, por ejemplo.
El otro día leí en la revista Vanguardia una nota contra Correa (¡otra!) en la que se le acusaba de asistir a los actos del Colegio 'La Condamine' (en el que estudian sus hijos)… ¡con un gran despliegue policial! ¿Y qué querían? Entonces, si veían los despliegues policiales de Febres Cordero les habría dado una alferecía compuesta, pienso yo, o se habrían muerto de la impresión. Y ni qué decir de la parafernalia que usaba, por ejemplo, Lucio Gutiérrez, a quien creo que muchos añoran con el alma, no para ir a ninguna parte, sino para impedir que cualquier representante de la humanidad o cosa parecida se acercara a un kilómetro de Carondelet.
Para peor, me acaba de llegar a mi correo electrónico una nota que me conmina a asistir a una marcha de la organización 'Jóvenes contra el Cáncer' porque Correa no les ha recibido todavía, después de quince días de haber solicitado audiencia. Más allá de la solidaridad irrestricta y de la simpatía que siento por estos valerosos jóvenes que enfrentan a la enfermedad y a la adversidad, me vuelvo a preguntar: ¿se quejaron con el mismo empeño cuando Gutiérrez, por ejemplo, no dejaba pasar, ni a ellos ni a nadie, a un kilómetro de la Plaza Grande? ¿Intentaron siquiera que les recibiera alguno de los otritos de la lista? ¿Por qué ponen a circular por la red una carta destinada, ante todo, a hacer quedar mal a Rafael Correa?
Cuántas veces se ha oído que en este país se necesita mano dura; pero en cuanto Correa endureció un poquito su relación con los medios y otros estamentos, resulta que los mismos que pedían mano dura lo acusaron de tirano y autoritario. Dijeron que nos iba a impedir salir del país, y está defendiendo la posibilidad de eliminar los permisos de salida para que podamos ir y venir por el mundo sin pedirle permiso a nadie. Dijeron que iba a secuestrar a nuestros hijos, y no se ha visto, la verdad (además, ¿qué va a hacer Correa con todos nuestros hijos, dónde los a poner, para empezar?). Lo han acusado de adúltero y acaba de celebrar su décimo quinto aniversario de matrimonio sin problemas. Hace tiempo que no ha vuelto a ser imprudente con los medios ni con nadie, pero sus detractores siguen y seguirán, como si no se hubieran dado cuenta de que ya van cuatro veces que les gana, y por un pelito más que ‘la mitad más uno’.

domingo, 4 de noviembre de 2007

LA ESPERANZA

es pequeñita
y tiene la costumbre de desmayarse
de vacilar
de cintilar como una tenue llama bajo una corriente de aire
es frágil
como una pluma apenas
de esas que los niños soplan por los caminos
es
de un color indefinible
y tiene el don de la desaparición
lo sé

ahora mismo
he intentado acunarla
sin resultado
en el hueco de la mano
en donde alguna vez quise que me cupiera Dios
pero no hay manera
se diluye
se escapa
se evapora

y entonces
solo queda
reciclarla en algún cuarto oscuro
del alma
o del ensueño
desviar la atención
armarse de paciencia
o de valor
y esperar
simplemente
a que regrese por sus propios medios
la esperanza perdida

ALICIA

Conocí a Alicia Crest hace muchos años ya. Estaba a punto de presentar mi segundo libro de cuentos y ella me hizo una entrevista en la Radio La Luna, en su programa Radio y café. Luego me enteré que vivíamos muy cerca, casi en el mismo barrio. Entonces, ambas madres de niños de la misma edad (nuestros hijos varones se llevan un mes de diferencia), a veces frecuentábamos el parque, la piscina, y a veces, las dos, una taza de café, una conversación...
Me acuerdo que en el cumpleaños de mi hija, Alicia, con su maravillosa voz, le dedicó y le leyó por la radio el cuento de Horacio Quiroga, "La tortuga gigante".
Empezaban unos años duros para todos, pero particularmente para mí. Una noche de esas, el papá de mis hijos habló largamente conmigo y me dijo que no estaba seguro de haber hecho la mejor elección al formar una familia los dos. Como todas, era una crisis anunciada. Pero en el momento del choque, salí de la casa, desconcertada, bajo la lluvia (parecía una película), llorando, y comencé a caminar sin rumbo por el barrio... Bueno, sin rumbo aparente hasta que de pronto me encontré frente al edificio donde Alicia vivía. Me abrió la puerta, me abrazó, me dio una taza de té de manzana con canela, me limpió las lágrimas, y lo más importante: me dejó hablar. Me quedé hasta no sé qué horas. Hasta que dejó de llover y yo también me sentí mejor. Iba a regresar caminando, como había llegado; pero Alicia me prestó dos dólares, llamó a uno de sus infalibles Taxis Amigos y le recomendó especialmente al señor que me dejara sana y salva en la puerta de mi casa.
¿Por qué cuento esto, a riesgo de que las lágrimas hagan un cortocircuito en el teclado de la compu? Porque esa era, porque esa es Alicia Crest. Más allá de diferencias de gusto intelectual, más allá de cualquier discrepancia cotidiana, Alicia es, para mí, al menos, una de las más caras imágenes de la amistad.
Tiempo después me contó su peripecia vital, y así aprendí a admirar en ella no solo a mi amiga generosa y solidaria, sino también a la mujer valiente, que se fajó siempre ante la adversidad y las incomprensibles bromas pesadas de la existencia. Admiré en ella a la mamá del Camilo, a la dueña de una voz envidiable en las palabras y la música, a la mujer irónica e incisiva, dueña de un humor fino y elegante. Juntas admiramos también a Serrat (hicimos un programa de radio sobre él, con Roque Iturralde). Admiré y respeté a la mujer emprendedora, organizadora de tantos encuentros con gente como, por citar solamente un ejemplo, Quino.
Aquí en Quito, Alicia Crest vivió durante siete años. Siete años que fueron fructíferos para muchos gracias a ella: organizó espectáculos, trabajó en una importante librería, fue jurado de muchos concursos y eventos, entre ellos el naciente concurso Terminemos el Cuento, apoyó y contribuyó, a través de talleres, a la formación de muchos escritores. Se enamoró de la ciudad, de su gente, de su paisaje, y quizá también esta ciudad y quienes la habitamos nos fuimos enamorando de aquella mujer tan apegada al arte de las palabras y tan experta en el arte de la amistad.
Los años duros para mí pasaron. Al menos, esa tanda. Y nunca olvidaré que ella, de alguna manera, siempre se las arregló para hacerse presente cuando supo que podía estar sufriendo, y para darme el empujoncito que mi autoestima necesitaba en cualquiera de los difíciles momentos que acompañan y persiguen a las rupturas afectivas.
Luego, se fue. No contestó los correos, salvo dos o tres. Yo también me descuidé de insistir. Ahora, Alicia está otra vez envuelta en otro de esos avatares difíciles de la vida. No quisiera pensar que será el último; pero las noticias que llegan me quitan cualquier esperanza al respecto.
Ya no sé qué decir. Me debo haber olvidado dos millones de detalles, innumerables momentos que, desde que supe lo de su enfermedad, asaltan por igual mi memoria y mi aparato lacrimal sin previo aviso. Pero quizás, aunque natural, la tristeza no es el homenaje que Alicia se merece, ni el que a ella le gustaría. Por eso he escrito estas líneas, que no quieren lamentar ni deplorar, sino agradecerle a la vida que la puso en mi (en nuestro) camino, y celebrar su presencia en el arte, en la música, en la amistad ideal que siempre conservamos, con esa bella frase de Mario Benedetti: "... y gracias porque existen". Sí. Alicia, gracias por existir y hacérnoslo sentir, y por la imborrable huella que deja en nuestras vidas la luz de tu integridad y la riqueza de tu espíritu.

domingo, 28 de octubre de 2007

jueves, 25 de octubre de 2007

ACLARACIONES

Todo el mundo tiene derecho a discrepar, ese es un derecho humano, que debería constar en la Declaración Universal de los mismos. Sin embargo, a veces tengo la sensación de ser mal entendida, y por eso escribo estas aclaraciones al artículo que escribí acerca de los símbolos patrios.
Hay una cosa que quiero dejar en claro: reconozco la importancia de los símbolos para construir actitudes y significados (nunca mayor que la importancia de la cosa simbolizada), y también amo mucho a mi país, más que a mi Patria Tierra Sagrada. ¿Cuál es la diferencia? Mi país es un lugar concreto, un lugar concreto en donde nací, crecí, nacieron mis hijos y, si no pasa algo terrible, donde también espero morir. Mi país son unos nombres propios de personas que amo, unos lugares que recorro a diario, un trabajo que me entusiasma, una vida en la que lucho y cometo muchos errores, pero en la que también trato todos los días de hacer lo mejor que puedo. Mi país son unos problemas reales, unas injusticias palpables. Mi país son mis amigos, mis escritos, mis deudas y mis recuerdos y la lucha cotidiana por seguir adelante. La Patria para mí es un ente abstracto, con sentidos lejanos en la historia y el corazón, un territorio repleto de militares que son héroes per se pero que cada día me dicen menos de cara a los nuevos retos de la historia. Así lo siento yo, al menos.
Jamás he ofendido a la bandera, al escudo, al himno nacional ni a Abdón Calderón. Sin embargo, creo que, salvo Abdón Calderón, los símbolos patrios pueden renovarse, se pueden revisar y se puede cambiar su letra, su música o sus colores si se han desgastado o si ya han perdido sentido, cosa que de hecho ha ocurrido a lo largo de todas las historias de todos los países y que sigue pasando en todo el mundo. Los símbolos patrios tal como los conocemos ahora pertenecen a la época de la consolidación de los estados-nación durante el Siglo XIX y es posible que ahora estemos en una época que pida la renovación de los símbolos que, si representan la cambiante realidad histórica, no pueden ser inmutables por un elemental sentido de consecuencia y lógica, más allá de cualquier legislación que pretenda paralizar unilateralmente el curso de la historia.
Respecto del Héroe Niño, es cierto que los pueblos necesitan mitos y héroes para tener ejemplos y referentes. Si se lee con atención el artículo se verá que estoy defendiéndolo del ridículo y no otra cosa. Yo admiro a Abdón Calderón porque a su edad y en sus circunstancias no habría podido hacer lo mismo. Lo que molesta es el tratamiento “kitch” y provinciano del tema. La banalización del heroísmo a partir de una historia llena de hipérboles mal logradas y baratos sentimentalismos patrioteros.
Cuando yo leo La Ilíada y veo a Aqulileo sollozando sobre el cadáver de su amigo, cuando lo miro probarse su nueva armadura, cuando me entero de cómo Héctor se despide de su familia sabiendo que marcha hacia la muerte, no siento un ridículo, miro héroes de verdadera talla –sean de realidad o de ficción – porque el tratamiento que se hace de ellos es tan logrado que no hay a dónde mover las emociones que provoca. Cuando leo y miro a Rodrigo Díaz de Vivar salir a caballo de su castillo o ciudad amurallada, rumbo al destierro, con los ojos llenos de lágrimas, pero con la integridad y la dignidad enteras, no me queda más que admirarlo, que sentir su dolor y su emoción que ponen la piel de gallina por la sencilla pero estremecedora poética con que su historia está siendo tratada. Quizás en ese sentido Abdón Calderón no tuvo tanta suerte, pues no hubo un poeta que, sin caerse de cursi, relatara su valor y sus hazañas con sobriedad, que es la clave de mucha de la verídica poesía y el talento literario.
Eso es lo que quería decir.

viernes, 19 de octubre de 2007

REDEFINICIONES











el tiempo irá diluyendo
los retazos de sueños e ilusiones
que desde siempre conocí imposibles
y el sabor agridulce de lo que no será
lo sé
pero hoy
es demasiado pronto todavía
y tu imagen ambula por mi mente
sin ser aún fantasma

a veces
en la noche
puedo tocar
el sereno color de tu sonrisa en el sencillo adiós
que vivimos con cara de hasta luego
y saber que no fuiste
pero eres
amistad
esa palabra que parece no decir nada
cuando lo dice todo

las hojas caen de los árboles como en cualquier otoño
y el aire sigue sucio
/qué le vamos a hacer/
los relojes no quieren detenerse
y cada uno marcha por su ruta
me pregunto
¿aún te acuerdas de mí?
¿pude yo dejarte algo
más allá de mi inmensa gratitud?

algún momento
volverán los caminos a encontrarse
y veré tu sonrisa cariñosa
ya sin agazaparnos en antiguos temores
entonces
quizá comprenderé
que he despertado un poco más madura

mientras tanto
solo aprendo a quererte más allá del anhelo
con un sabor de ágape y ternura sin rédito posible
por todo lo que eres y has vivido
y más que nada
por lo que no eres
ni podrás ser jamás
aunque hayas sido tantas otras cosas
que no pasan ni mueren
ni se dejan olvidar

SÍMBOLOS PATRIOS

Pertenezco a una generación a la que trataron de emocionar impunemente con la patética e inverosímil historia de Abdón Calderón narrada por Manuel J. Calle. Una generación a la que quisieron convencer de que el Himno Nacional del Ecuador era el segundo mejor himno nacional del mundo después de la Marsellesa. Una generación que se tragó completo y durante muchos años el cuento del amarillo-oro, azul-cielo y rojo-sangre-de-nuestros-héroes para explicar los colores de la bandera que Francisco de Miranda le diera como insignia a Simón Bolívar.
Pertenezco a una generación que en los últimos años de secundaria tuvo aquella humillante y quejumbrosa asignatura llamada “Historia de Límites”, en donde se vapuleaba por donde se podía al Perú llamándolo “El Caín de América”. Una generación acostumbrada a celebrar el “Día del Civismo” recordando que mucho tiempo atrás, en una fecha igual, “cuatro mil bravos colombianos vencieron a ocho mil peruanos” en Tarqui.
Mientras, por dentro, el país se desmoronaba por varios motivos, y se desangraba en hemorragias internas causadas no precisamente por “El Caín de América”, sino por otros más eficaces sucedáneos locales. Mientras, muchos niños eran proclamados abanderados del pabellón nacional, en todos los colegios del país, ante las lacrimosas miradas de sus madres; muchos otros juraban por su honor defender con su sangre el tricolor nacional y si así no lo hacéis la patria os demandará, ya se sabe.
Crecí ante el denodado esfuerzo de todo un aparato educativo marcado por valores marciales y empeñado en que me arrodillara a como diera lugar ante los “símbolos patrios”. Pero la vida me llevó por caminos que me enseñaron algunas cosillas importantes, por ejemplo:

*Que es imposible gritar “¡¡¡Viva la Patria!!!” siquiera con un lápiz entre los dientes, no se diga con el asta de una bandera, o si no inténtenlo. El mérito de Abdón Calderón es haber participado a edad muy temprana, con mucho arrojo y valentía, en las campañas por la liberación de la opresión española (o sea, doctor Maldonado, haber matado), entre ellas en la Batalla del Pichincha, en donde su valor y su fortaleza lo llevaron a una muerte prematura que sobrepasa cualquier anécdota que lo hunda en el ridículo.
*Que la bandera tricolor llegó a América en brazos de Francisco de Miranda para recordarle un fogoso romance con una mujer de cabello rubio, ojos azules y labios rojo encendido, y de allí fue adoptada por Simón Bolívar para su lucha contra el imperialismo español.
*Que la música del Himno Nacional posiblemente haya nacido de la adaptación que hiciera Antonio Neumane de una marcha creada por él mismo mucho tiempo atrás, únicamente para instrumentos de viento, y de ahí vienen todas las dificultades para ser interpretado por una voz humana, así como la ‘adaptación’ de la letra que se nota a leguas metida a la fuerza en una música en la que de otra manera no cabría. O sea, que de segundos en el mundo… mejor ni hablar. Tal vez desde el último, quién sabe.
*Que, más que arrodillarnos ante el escudo nacional, lo que con frecuencia contrarresta mucho mejor la invasión comercial y despersonalizante del Halloween es un buen tazón de colada morada con una guagua de pan hecha como Dios manda.

Algunos días, cuando la radio me despierta con el anuncio de que escucharemos “las sagradas notas del Himno Nacional”, o cuando presencio esa, a mi juicio, intrascendente (de lado y lado) y vana disputa que ahora se sostiene respecto de la validez del Himno de Juan León Mera y Antonio Neumane versus el himno Patria, tierra sagrada de Sixto María Durán, me pregunto si realmente en este país la gente tiene algo importante de qué ocuparse. Si de veras se da cuenta de cuántos y cuáles son los problemas más graves y acuciantes del Ecuador.
Desde niños nos enseñaron (y no con inocencia, de eso estoy segura) a conmovernos hasta las lágrimas ante la presencia de los símbolos patrios mientras pasábamos de largo ante la miseria y el dolor de nuestra pobre gente; desde pequeños aprendimos a venerar como a dioses a los símbolos patrios sin ni siquiera regresar a ver los campos abandonados, los problemas ambientales, las crisis de corrupción y otras tantas taras de este rincón del mundo. Alguien, y de seguro que no con buena fe, se empeñó en hacernos amar a la Patria abstracta, para que de esa manera nos olvidáramos de cuidar y proteger al sufrido y castigado país hecho de gente y de barro, al que poco le importa qué se cante o qué se venere, pues su hambre y su desigualdad claman al cielo, y son más inmutables que cualquier símbolo o signo más tarde o más temprano precario y pasajero, en fin de cuentas.

viernes, 12 de octubre de 2007

MÁS ALLÁ DEL HORROR

estará el paraíso
algo así
como ir al fútbol sin buscar la muerte
algo así
como ir y regresar cada día de la escuela
algo así
como que aunque el demonio esté en el cuerpo
y no sea solo un fruto de la imbecilidad
los padres sepan
más allá de todo
que los niños y niñas son cada uno un templo
y un sagrario
un santuario inviolable
y sobre todo niños
solo niños y niñas
quizá desamparados
ante nuestra desidia
y nuestros viejos miedos asesinos

jueves, 11 de octubre de 2007

UNA PALABRA TUYA

la que sea
solamente
para saber
que seas lo que seas
estás ahí

la que pudo haber sido
solamente
para decir
que sea lo que sea
sabes
que estoy aquí

EL 'LADO OSCURO' DEL CHE GUEVARA

No voy a defender al Che Guevara. Ni a atacarlo. Ni a hablar, salvo colateralmente, de mis sentimientos respecto del personaje histórico. Eso me lo reservo para mis conversaciones privadas, y menos, pues ya me he escapado de recibir algún piñazo por este asunto.
Pero sí puedo hablar de algo que he observado suceder durante los últimos días, y más en este mes de octubre, cuando se han cumplido los cuarenta años de la ejecución de Ernesto Guevara.
De repente, como al acaso, han comenzado a aparecer en algunos medios de comunicación diversos testimonios sobre lo que se ha dado en llamar “el lado oscuro del Che”. Que era mujeriego. Que era implacable con los débiles. Que era intolerante con quienes eventualmente decían mentiras. Que era un asesino. Que mandó gente al paredón. Que él también mató. Buéh… no sé si por ahí salga de repente alguien diciendo que también tenía mal aliento y hongos entre los dedos de los pies.
No voy a poner en tela de duda estas afirmaciones. No cuento con documentación suficiente para rebatirlas y, la verdad, no me interesa. Porque es obvio, demasiado obvio, que el enemigo que ahorita se quiere atacar con toda esta construcción mental mediática no es precisamente el Che Guevara como personaje histórico. Él está muerto y de seguro que, si tenía facturas pendientes con el universo, y si existe algo así como la ley divina, ya las habrá pagado. Ahorita, hoy en día, el pavoroso y grande enemigo es lo que el Che sigue representando a pesar de llevar cuarenta años muerto, y lo que el Che Guevara representa es ni más ni menos que la voluntad de cambio y transformación de millones de personas que se hartaron –nos hartamos– de vivir a la sombra de los intereses de un imperio depredador de nuestros bienes, nuestra gente, nuestra naturaleza y hasta nuestra conciencia.
Qué más da que el Che haya sido mujeriego. ¿Qué héroe de nuestra independencia no lo fue, con lo atractivos que resultan siempre? Qué más da que haya sido implacable e intolerante con ciertos atributos humanos. ¿No es implacable el Papa Ratzinger contra las propuestas de sacerdocio femenino o el matrimonio gay? Que era un asesino porque también mató gente y mandó gente al paredón. Y… ¿acaso Simón Bolívar, Sucre, San Martín, Bernardo O’Higgins no mataron una mosca en todo lo que duraron sus brillantes carreras militares? Todos los héroes de nuestras Guerras de la Independencia lo son gracias a que ganaron estas batallas. ¿Y cómo? ¿Acaso rezando el rosario? No: matando. Eso es lo que se hace en la guerra. Y el Che Guevara, más allá de sus virtudes o defectos humanos, estaba en guerra. En las Guerras de Independencia que seguimos perdiendo durante la mayor parte de nuestra historia y que por fin, ahora, después de tanto tiempo, parece que vamos a comenzar por lo menos a equilibrar la situación.
Mientras tanto, a todos los que contribuyen, y me atrevería a decir que muchos torpemente, a mancillar la imagen de un ser humano porque le tienen pánico a cualquier clase de cambio, sería bueno dejarles de tarea algo que les ocupe mucho el tiempo, y con un nivel de dificultad muchísimo más alto y complicado, como, por ejemplo, buscar el lado claro y las buenas intenciones del Presidente Bush.

lunes, 8 de octubre de 2007

MÍNIMO Y DULCE


la flor era su hermana
y de seguro también la cruel espina
el sol
la luna
el mar
y la montaña
la pobreza
las piedras
el camino y el bosque
el agua
y cada cosa
que se esconde en la hierba y en las nubes

fue guerrero
y amante
fue joven
y fue rico
pero un día abrió los ojos
a las cosas no vistas que anidan en el alma
y se volvió
/como dijo un poeta
que sabía del mundo y sus mentiras/
mínimo y dulce ante el fulgor del dios
que cobija lo santo
y lo pequeño
lo puro de verdad
lo desnudo
y lo claro

la sombra era su hermana
el llanto
las palabras calladas
las horas
el lobo que no quiso hacerse vil y humano
los insectos
la pena
y la muerte también era su hermana
al asomar sin rabia ni premura
cuando tiene que ser

domingo, 7 de octubre de 2007

A TODOS LES ENCANTA EL REGGAETON

A mí no. No coincide con mi concepto de música. Pero puedo comprender que a otras personas sí les guste. E incluso les encante.
Lo que no puedo aceptar es que, a veces, cuando voy tranquilamente por la calle un sábado o domingo, oyendo cosas que coinciden con mi concepto de música, sin previo aviso, el suelo comience a retumbar. Las primeras veces creí que era un temblor. Me asusté. No supe a dónde moverme. Luego, alcancé a divisar, en lontananza, una “estructura” armada con globos de colores en un local comercial que promocionaba sus productos, fueran del tipo que fueran. Dicha promoción consistía en emitir, desde un par de parlantes de mi tamaño, música de reggaeton. Como dije antes, la vibración de la música estremecía el pavimento.
Alguna otra vez, a la urbanización en donde vivo, llegó un nuevo banco de la ciudad para promocionar sus servicios. Era sábado. Temprano en la mañana, desperté con los agradables acordes de las canciones de Rubén Blades. Creí que era mi vecino de enfrente, que lava su auto al compás de la salsa y el merengue más selectos, y pensé que no había problema, el concierto suele durar menos de una hora. Pero cuando miré por la ventana, no era él. Escuchamos a Rubén Blades, a Willie Colón, a Marc Anthony… y la verdad la cosa no iba mal, servía de fondo musical para acompañar los quehaceres sabatinos. Pero poco nos duró el gusto. Como una hora más tarde, en nuestras plácidas vidas de fin de semana, se instaló en su propio trono sonoro el reggaeton. Y ya no hubo quien lo bajara de ahí. Subieron el volumen, además, al punto que ni siquiera podíamos conversar ni dar órdenes a los hijos.
A mí no me molesta que a otras personas les encante una música que a mí no me gusta. Puedo entenderlo y hasta respetarlo. Pero me pregunto: ¿por qué los comerciantes, banqueros y demás gente dedicada a los negocios y su publicidad asume, porque sí, que a todo el mundo le gusta el reggaeton, y nos lo impone inmisericordemente cada vez que se les ocurre crear o promover algún producto nuevo?

sábado, 29 de septiembre de 2007

EN SILENCIO

ovbiamente
para Marcel Marceau

morirse es una costumbre
que sabe tener la gente
[Jorge Luis Borges]










no calló
porque jamás habló
quizá supo desde siempre
que a veces las palabras no funcionan
se enredan
se dispersan
trastocan el amor
y enlodan el silencio
que siempre es elocuente
que siempre fue elocuente
en sus ojos de mimo
entre sus manos de alas de paloma
en su cuerpo de goma y movimiento
no calló
sencillamente
lo dijo todo sin una sola sílaba
y después
como todos
siguió por el callado camino de la sombra
dejando de este lado
la luz de su sonrisa sin sonidos ni letras

TERMINATOR


Bien machitos somos, para qué es también. Por eso hacemos el Curso de Comandos, que no es para cualquiera. No. Es para los bien machos. Para los que pueden pasarse días enteros sin comer ni tomar agua. Y no es que nos traten mal, no. Es una cuestión de honor. El que toma agua, aunque sea un par de sorbos, se va, no sirve para esto. Claro que se trae agua, comida, todo hay, pero es solo para los que no aguantan, para los que ya no pueden más, para los maricones, en otras palabras. Para los que no son tan hombres como los que podemos superar las demandas de nuestro cuerpo que tiene que fortalecerse, como nuestro espíritu, en esto. Y si alguien se murió fue porque tenía una úlcera sangrante y no avisó. Pero eso está bien, es heroísmo. Si avisaba habrían pensado que estaba haciéndose. Quejándose con el pretexto dizque de salud para no hacer lo que hacen los hombres. Porque esto no es para mujercitas. El que se queja demuestra que no es lo suficientemente hombre como para aguantar el rigor de las prácticas. Así se van eliminando los cobardes, las nenas, los que no pueden nada. Alguien podría preguntar que para qué, para qué tanta cosa, si por aquí hace un rato largo que ya no hay guerras y ya hasta firmamos la paz con el Perú; pero nunca se sabe. La guerra es una cosa que siempre está ahí, ¿no? Un tiempo fue contra los peruanos, ahora quizá sea otra guerra, de más adentro, la guerra contra los que atentan contra la moral este país: esos que dizque venden droga, esos que no se cortan el pelo como bien hombrecitos, esos que se visten de negro porque dizque adoran al diablo, esos que dizque no saben bien qué mismo son y se andan enamorando de gente de su mismo sexo, todos esos, y los que los defienden, además, que son tan maricones y diabólicos y drogadictos como ellos. Podría ser, nadie ha dicho que no. Lo que importa es que hay que prepararse, estar preparados. Si ya no en el Cenepa, en donde nuestros héroes sobrevivieron así, sin agua ni comida, con el clima inclemente, puede ser en otros frentes, en otros campos de batalla. Y de todas formas lo importante es la lucha del espíritu, fortalecerse, hacerse bien hombres, bien machos, aunque ahora esa palabra esté desprestigiada. Por eso es terrible que algunos se hayan tenido que ir al hospital. De seguro no están hechos del mismo material que el resto, que los que aguantamos hasta el último, sin agua, sin comida, sin nada, valientes, fuertes, bien hombres hasta el fin. De seguro que en la vida la misma naturaleza se habría encargado de ellos. Y si no se encarga, para eso están los cursos de comandos, en donde los hombres de verdad traspasamos los límites de lo racional, superamos las limitaciones de nuestro propio cuerpo, aguantamos como machos que mismo somos el hambre, la sed, el agotamiento, el sol asesino sobre nuestras cabezas rapadas (coincidencias de la vida, ¿no?), el dolor de la úlcera sangrante en el centro de nuestro abdomen. Y morimos. Algunos mueren de verdad, de cuerpo y alma. Pero todos morimos. Morimos los que fuimos alguna vez, los hombres más allá del macho, con sudor, con hambre, con sed, con fragilidad, miedo y enfermedades, con glándulas lacrimales y deseos de ponerlas a trabajar. Morimos por adentro en nuestra más auténtica esencia de seres humanos frágiles y mortales para poder aprender a matar sin miedo ni remordimiento, para que desaparezca el hombre de carne y hueso y poco a poco aparezca, debajo de la piel y de los huesos que han resistido la tortura, el exterminador de metal deshumanizado y cruel.

sábado, 22 de septiembre de 2007

OPCIÓN MÚLTIPLE

si hubiera podido escoger
habría pedido alas
aunque no sé si sabría volar
habría escogido selvas y montañas
y no tener jamás
miedo de nada

si hubiera podido escoger
habría optado por el desenfreno
de regalar mi cuerpo
precisamente porque es un pecado
habría escogido un muchacho moreno
que no creyera en ningún dios posible
tan solamente en mi piel y en mi pubis
y en el celo de mi alma desbocada

si hubiera podido escoger
no habría ido ante ningún altar
habría rezado a las caídas de agua
a las piedras pulidas por los ríos
al cielo azul
y a los longevos árboles del mundo
sin pedir nada
tan solo rezar
diciendo creo porque sé elegir

si hubiera podido

pero vine a nacer en la ciudad convento
y me desmamantaron con miedos y mentiras
y cada día que pasa
me aleja de mis sueños
y cada sombra tiene nombre propio
guardo fango en las manos
y costurones viejos y costrosos
en cada recoveco del pasado

dicen
que por algo ha de ser
que así es la vida
dicen
que no hace falta nada
de lo que tanto anhelo
y a veces hasta yo misma lo creo
dicen
el tiempo está en tus manos
pero sé que se acaba

me queda
/como me lo enseñó
con su ejemplo de vida y de palabra
un luminoso ser
hecho de agua y de limo de la tierra/
aprender a blandir mi dignidad
más allá de los sueños no cumplidos
decir
yo soy
y amarme a falta de otros
para observarme entera en mis espejos
y optar ya no por alas
ni por huecos felinos
tan solo por mí misma
y mis arrestos

CARLITOS Y LOS SKINHEADS

El mismo día, en las dos ciudades más importantes del Ecuador, ocurrieron dos hechos que tienen mucho de espeluznante y que, se me ocurre, están más relacionados entre sí de lo que se podría pensar. ¿Coincidencia? ¿Casualidad? ¿Sincronicidad? No lo sé.
Carlitos, dicen unos, no quería ir al fútbol ese día. Otros dicen que sí, pues era hincha a muerte del EMELEC. El caso es que fue. Y encontró la muerte. Una muerte, perdónenme la crudeza del término, bastante estúpida. Estúpida porque Carlitos tenía solo once años y faltaba apenas una semana para su duodécimo cumpleaños. Estúpida porque fue ocasionada por la estupidez de “Alguien” que, por otro lado, no hacía más que repetir los rituales que dicta en ciertos casos la efervescencia de masas, la mayoría de las veces también bastante falta de juicio: gritos, gestos, actitudes, agresiones, uso de ciertos objetos potencialmente mortales pero que forman parte del “aquí no pasa nada” orquestado por todos los estratos sociales y económicos de nuestro país: “Ponte el cinturón de seguridad”. No va a pasar nada. “Cuidado, que va a cambiar a rojo”. No va a pasar nada. “Guarda a ese perro”. No hace nada. “No dispares esa bengala”. No va a pasar nada. Así funcionamos.
¿Pero qué provoca que una bengala haga blanco en el pecho de un niño de once años y allí estalle? “Alguien” seguramente la arrojó. ¿Con intención? Lo dudo. Por lo menos no con intención de matar. ¿Intención de qué, entonces? ¿Para demostrar qué, por Dios? Somos muy machos, y lo sabemos. Muchos de esos “no pasa nada” que tienen fatales desenlaces nacen de un afán de demostrar que somos fuertes, que nada nos arredra, que nada nos da miedo, y que la prudencia no es “de hombres”. Por lo menos no de los hinchas de uno u otro equipo de fútbol. ¿Importa que las Fuerzas Armadas hayan calificado a las bengalas del tipo de la que estalló en el pecho de Carlitos como material bélico? Por supuesto que no. Manejar material bélico en un estadio abarrotado es una seña de que somos muy machos, ya lo dije. Arrojar material bélico a una suite llena de gente, sobre todo si son hinchas del equipo contrario, demuestra que somos “culazos”. Y de seguro que, si no hubiera muerto un niño, “Alguien” estaría en este momento jactándose de su ‘hazaña’ entre la admiración de sus amigos y parientes.
En Quito, la noche de ese mismo día, Cora Cadena se dirigía inocentemente a conducir su programa dominical en Radio La Luna. Iba en metro bus, como una muchacha común y corriente que no tiene auto. Iba confiada, de seguro. Tal vez estaba triste por las noticias de Guayaquil. Nunca pensó que en el brevísimo espacio entre la parada del metro bus y la puerta de la radio la iban a interceptar los agresores. Hombres y mujeres, dice que eran. Muchos contra una. Entre ellos, varios hombres contra una sola mujer. Armados, contra alguien inerme. Y, al igual que ese otro “Alguien”, escondidos en el anonimato, no de la multitud, pero sí de la noche. No manejaban material bélico identificado como tal por las Fuerzas Armadas, pues ellos son su propio material bélico: provistos de palos, entrenados en incontables horas de gimnasio y adiestramiento clandestino.
¿Por qué atacar a Cora? Porque no es hincha de su mismo equipo. Ya no de fútbol, en este caso, sino de opciones vitales. Solo que mientras Cora Cadena defiende sus posiciones y puntos de vista con palabras y argumentos, sus agresores atacan las palabras y los argumentos de manera cobarde, brutal y artera contra quien no podrá defenderse de igual forma. Material bélico estallando intencionadamente en la herida de su cabeza, en la fractura de su mano, en el resquebrajamiento de su ánimo. Muy machitos también, aunque entre ellos hayan estado mujeres. ¿Para demostrar qué? Entre sus confusas explicaciones se alcanza a entender que quieren abolir lo diferente, que identifican, con una inocencia que haría reír si no fuera porque primero indigna, a los delincuentes comunes (ellos no lo son, ojo), con los punk y anarquistas, a estos con los homosexuales, y a estos con las prostitutas, y a estas con los rockeros, y a los últimos con los niños de la calle, y así, con todo lo que les resulta molesto, incomprensible o solo distinto. Y de seguro que por todos ellos se sienten amenazados. Aterrorizados. Porque solo el terror puede conducir a ese tipo de reacciones tan destructivas.
Se supone que en una sociedad sana (¿la hay?) debe existir un lugar para todos. Para los hinchas de los otros equipos, para los de otra orientación u opción sexual, para aquellos a quienes les gusta otra música, para los que piensan diferente y lo defienden, sin agredir, ante un micrófono. Se supone que en una sociedad sana una muchacha que trabaja honestamente en una radio no tendría que ser agredida solo por su manera de pensar. Se supone que en una sociedad sana ningún niño tendría que morir en un estadio porque le ha estallado una bengala (material bélico, y no importa de los hinchas de qué equipo) en el centro del pecho. Ojalá que el sacrificio de Carlitos y de Cora, víctimas inocentes de un mundo esquizofrénico, nos lleve a reflexionar sobre lo que hacemos para convertir nuestras ciudades y nuestro país en lugares más habitables y tolerantes, sin miedos absurdos, en donde el respeto y la solidaridad vayan ganando poco a poco el terreno ocupado hoy por hoy por el pánico y la rabia.

sábado, 15 de septiembre de 2007

SI DIOS FUERA CHIQUITITO


si Dios fuera chiquitito
como una pluma
o como el ala de una mariposa
si cupiera en el hueco de la mano

si ya no fuera el rey del fin del mundo
o el que ordenó quemar a los herejes
si ya no fuera el que apadrina al papa
o el mayor auspiciante
de ese club setecientos y otras aberraciones

si fuera apenas nada
el susurro del viento alguna noche
la suave brisa que aquieta la angustia
si fuera un poco menos que silencio
y misterio

yo no pido favores
peor milagros
que no clasifiquemos al mundial
que no me vaya bien
en nada de lo que tenga la culpa
que no me saque de ningún problema
que ya no haga justicia
/o lo que pienso que ha de ser justicia/
si no quiere
o no puede
ni mucho menos
que reviva a ninguno de mis muertos
porque todos ocupan un lugar en mi pecho
y de allí no se mueven
ni se irán
/aunque quieran/

me gustaría
apenas
/lo dije y lo repito/
que cupiera en el hueco de mi mano
en el cerrado espacio de unos brazos amigos
o en la trizada y vacilante
luz que ocupa mis lágrimas
y que allí se quedara
sin amenazas viejas ni consejos manidos
tan solo acompañando
acompañando
acompañándo
me

VESTIDOS DE TANGO...

para Alicia Crest

Me desmamanté pronto, y con música. Tengo recuerdos vagos de un patio de cemento en el viejo y empinado barrio de San Juan, donde mi abuelo, don Lucho Rodríguez, jugaba conmigo al bus, sentándonos en las gradas mientras él empuñaba una vieja tapa de olla que fungía de volante... pero esa es otra historia. Lo que importa por ahora es el fondo musical de esas escenas. En alguna parte, sonaba un viejo radio lleno de interferencias, con el botón de "tune" (¿se acuerdan?) dado al máximo. Y detrás del ruido de huevos fritos y tempestad quién sabe dónde, esas voces que ahora por fin ya son inmortales: Roberto Ledesma, bolereando impunemente "Percal", Alberto Castillo, Francisco Canaro, y también algún insigne instrumentista como Anibal Troilo. Y tangos, tangos, tangos, todo el tiempo tangos. Eso se queda en la sangre, por no decir en el ADN, en donde ya debía haber habido una buena carga de lo mismo desde hace quién sabe cuántas generaciones.

Luego fui descubriendo otros interpretes y autores, otras voces, otros estilos: Manzi y Castillo con sus desgarrados y desgarradores poemas, Carlitos Gardel, en toda su maravilla y su misterio, congelado en tantas fotos que finalmente tuve que escribir un cuento ("En un dos por cuatro") para que su inmortalidad no me atormentara. La genialidad de Piazzolla hecha carne en la voz cascada y sin igual de Roberto Goyeneche. Y las mujeres, dos de las cuales todavía me estremecen con su voz y su estilo: Susana Rinaldi y Adriana Varela.

Por ahí, en las calles y noches de mi ciudad, la vida me regaló una hermana mayor que también, en ámbitos más pequeños y familiares, cantaba el tango como una diosa: Alicia Crest. Solo tiempo después supe de la fama y del talento que esconden su modestia y su enormísimo corazón.

Por todo eso fue particularmente emotivo para mí acudir a la cita con Carlos Grijalva en el Teatro Bolívar. "Se viste de tango" se llamaba el espectáculo. Antes de seguir, debo aclarar que no soy crítica de arte, ni pretendo serlo. Voy a hablar solamente de lo que vi, oí y sobre todo de lo que sentí que, desde luego, no tiene por qué ser compartido por nadie.

Vi un cantante maduro. Posesionado de y por el género, pero también con su estilo propio. Vi (oí) una voz cultivada, cuidada, pero que no tenía temor de quebrarse o romper normas cuando las necesidades de expresividad lo pedían. Vi unos músicos sobrios, en equipo, profesionales y dueños de su arte como pocos.

Escuché tangos de aquellos que cobijaron mi infancia y mi adolescencia con ese tratamiento existencial a partir de la pena de amor que, a mi juicio, no ha alcanzado ningún otro género de canción popular ("Desencuentro" sería un buen ejemplo), me maravillé con interpretaciones que realmente alcanzaron una cota muy alta ("Balada para un Loco", "Oro y plata") y me conmoví doblemente con un par de temas que me llegaron al alma, por sus propios méritos, claro, pero también porque en la voz de Carlos y la interpretación de sus compañeros su calidad era inmejorable: "Milonga del trovador" y el pasillo "Pasional" en un arreglo con bandoneón que no lo 'argentinizaba', sino todo lo contrario, lo renovaba y le daba una particular frescura.
¿Qué más puedo decir? El espectáculo de Carlos Grijalva fue un oasis en medio de las tensas semanas del inicio del año escolar, y la lástima sigue siendo el poco interés de la mayoría de la gente por acudir a este tipo de presentaciones, mientras los estadios y coliseos se abarrotan para ir a ver cualquier cosa. Por eso, pienso que es un gran acierto llevar también estas canciones a otras ciudades, como Cuenca y Riobamba. Ojalá allá también mucha gente pueda disfrutar del arte, la autenticidad y la belleza transmitidas por este excelente cantante, pero sobre todo por el maravilloso ser humano que es Carlos Grijalva.

domingo, 9 de septiembre de 2007

MALA RACHA

por estos días
no se ven bien
desde aquí
el beneficio de la duda
la satisfacción del deber cumplido
o el triunfo sobre la adversidad

más bien
se han terminado las merecidas vacaciones
y la más puerca envidia se cuela
por los resquicios de todas las puertas
y nos sentimos brutos
por haber sido buenos
y nos sentimos buenos para nada
por no haber sido malos
pésimos
hijueputas a tiempo completo

algo nos dice que tal vez así
en la lid del romance
o de la ocasión calva
nos habría ido un poquito mejor

no sabemos si es cierto
solamente
/quizás sea un derecho/
se nos figuran pírricos
las victorias morales
los triunfos del espíritu
el íntimo placer de no haber hecho daño
por un día en la vida queremos
plata
polvos con artistas de cine
/mejor si son casados y alguien llora/
triunfos de la carne
satisfacciones huecas
venganzas asquerosas
y esos brutales golpes del destino
por los que nunca dimos cuando aún era tiempo

por todas nuestras lágrimas

igual que las goteras
después pasa
cuando pasa la lluvia
y volvemos a ser buenos y puros

a poner las mejillas frente a las bofetadas
y el corazón abierto para lo que se ofrezca
pero solo por hoy
déjennos ser perversos

sábado, 8 de septiembre de 2007

POR SUS OBRAS LOS CONOCERÉIS...

Quienes me conocen -y han leído mi blog - saben que no soy una persona particularmente religiosa. Pero eso no tiene mucho que ver con lo que voy a decir ahora, pues, aunque no sea religiosa, creo saber dónde sí es oro lo que brilla y donde no es más que oropel.

Por eso, aunque me ha fastidiado, no me ha llamado la atención cómo en estos últimos días (semanas, mes...) en todos los medios, incluida la revista Selecciones, hemos visto nuevamente la biografía de la difunta Lady Diana junto con todos los detalles de la infidelidad de su marido (no se sabe bien a quién fue infiel, en realidad, ni por qué) y otros acontecimientos que, si me hubieran pasado a mí, por ejemplo, no le habrían servido para un carajo a nadie. Han aparecido reportajes, artículos, seriales de televisión, miniseries, libros... en fin, a la pobre Lady Diana solo le ha faltado resucitar para ver cómo su ex esposo es por fin feliz con Camila Parker-Bowles (como siempre lo fue, por otro lado).
Sin embargo, sí hay que anotar, que, aunque haya muerto apenas una semana después, no ha habido el mismo despliegue mediático respecto de la Madre Teresa de Calcuta. Y una no puede dejar de preguntarse por qué esta mujer pequeña y generosa ha caído, de golpe, en el olvido. ¿Será porque no tenía tanto glamour como Diana? Esa es una posibilidad. Una túnica blanca con azul todo el tiempo no es un objeto tan subastable como, por ejemplo, los artículos personales y los vestidos de noche de Diana, eso hace noticia (aparte de que creo que la Madre Teresa ni siquiera tenía objetos personales, y peor subastables). Por otro lado, la Madre Teresa no tenía novio, y al no tener novio no podía nadar en el yate de su novio, y al no nadar ligera de ropas en el yate de su inexistente novio, no era un ser apetecible para los paparazzi, obviamente, aparte de que entre sus innegables cualidades no se encontraba la de ser escultural y fotogénica.
Pero, más allá de la broma, ¿quién hizo más? No lo sé. Supongo que, en medio de su corazón lacerado, Diana hizo lo que mejor pudo por sus hijos, por sacar adelante su vida y por un número de causas humanitarias que desconozco. Exactamente qué hizo en este último rubro, no lo sé. Lo que yo he visto es que ha subastado vestidos, se ha tomado fotos y ha dado la mano a un montón de señores y señoras importantes, y supongo que eso ya es algo. Eventualmente también ha levantado en brazos a algunos niños desnutridos, con síndrome de Down o con problemas por el estilo. Aunque, obviamente, por mucho que me esfuerce, no me parece el equivalente a lavar cotidianamente las llagas de un leproso, a recoger parias moribundos de las calles para llevarlos a un buen albergue, a abrazar y besar a enfermos de Sida en sus últimos minutos para que no mueran en soledad...
Sin embargo, es Diana quien puebla las portadas de toda clase de revistas, la que sale en la televisión, la que, como un fantasma, deambula por la memoria de la humanidad entera enseñándonos lo que el mundo actual sigue como una verdadera religión: que el glamour y el romance barato pesan mucho más en la memoria de la gente antes que la generosidad y el amor realmente práctico a los pobres y desamparados. ¿No les parece así?

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