sábado, 24 de noviembre de 2007

HE VISTO

he visto descomponerse poco a poco las acacias de los parques que amé
y madurar a tientas los frutos insensatos del deseo
siempre ajeno
he visto descolgarse como buitres ansiosos
a los impredecibles designios del destino
he visto anochecer
cuando aún le quedaban al día algunas horas hábiles
y temblar entre sombras unos labios
con miedo de soltar las terribles verdades
que no eran tan terribles
después de todo
y nada
he visto adormecerse entre sábanas tibias
mi propia pesadumbre
y abrirse tentadoras las puertas del infierno
o el horror enfermizo de despreciar la vida
he visto comenzar a deshojarse
el árbol entrañable de los brazos queridos
y no he podido ver más por culpa de las lágrimas
que inundan los adioses para siempre
he visto finalmente amanecer
después de mucha lluvia y mucho frío
he visto desde lejos el camino
que otras manos trazaron para mí
y he visto al caminante desatinado perderse
mientras persigue los deseos ajenos
solo para saber que pertenece a alguien
más allá de la lluvia y el escarnio
y te he visto pasar
a quienquiera que seas
menospreciando el regalo de mi amor
y también a ti te he visto
merodeando por ahí
quién sabe para qué
he visto
caer la nieve ajena sobre mi corazón enmohecido
para saber por fin que nada importa tanto
y que el amor fugaz no tiene tanta fuerza
como el fuego sagrado de una ternura amiga
como el tacto ligero de una mano querida
que anuncia sin angustia
que caerán murallas
y morirán certezas
para ver unos ojos florecer en la noche
más allá de la niebla

AGUAFIESTAS

Hace unos meses, cuando comenzó la gira "Dos pájaros de un tiro" escribí este artículo. Era una tarde crepuscular, acababa de llegar, cansadísima, de dar un taller en Ambato y... en fin, no creo que tenga que justificarme más. En Quito, no fui al concierto, y sé que los que asistieron lo han disfrutado mucho. Pero tengo mi corazoncito y mi derecho a la nostalgia, y por eso transcribo el artículo aquí:

POR SUPUESTO QUE DE SERRAT; PERO…



¿Y dónde, dónde
fue mi niñez…?

Joan Manuel Serrat

El tiempo, el implacable, el que pasó
siempre una huella triste nos dejó
Pablo Milanés


No quiero hablar de despedidas. Ni de desconciertos. Ni de nada que suene a posible irrespeto. Lo que voy a decir nace y muere dentro de mí. Muere, sobre todo. Pero a veces, cuando paseo por el youtube y miro a ese señor mayor cantar Lucía junto a otro señor mayor, ambos con la voz ya mucho más que solo un poco cascada, demostrando con todo su ser que esas letras y esas músicas pertenecen a un pasado más que remoto, me pregunto lo que tendrán que ver con aquel muchacho de ojos grandes y largas pestañas que se enamoró al parecer de una de las mujeres más hermosas del mundo y se lo supo decir con una de las canciones más hermosas del mundo.
Después, escucho "Edurne" en la computadora: esa orquestación… esos arreglos tan típicos y caracterizados de un Ricardo Miralles de los tempranos años setenta, algo como con intenciones de ser sinfónico pero también lúdico, que apela, sin hacer concesiones, a esa sentimentalidad entre intelectualizada y juvenil de la época, dentro de los cuales la voz, no buena, no de escuela, no ni siquiera educada, suena sin embargo límpida, clara, auténtica más allá de cualquier pretensión académica.
La que debe estar envejeciendo, obviamente, soy yo. Él se divierte tocando los platillos en el escenario mientras Joaquín Sabina entra a paso marcial acompañándose por un bombo circense. Y la pasan de bien, tanto que no puedo evitar alegrarme por ellos. Así quisiera que fuera mi séptima década de vida, si es que llego a llegar, por decirlo de un modo amable. Pero entonces me asalta de nuevo el fantasma, paradójicamente obtenido también en el youtube, de un Serrat ya no tan joven, interpretando un sobrecogedor "Res no es mesquí" (Nada es mezquino), al borde de las lágrimas ante la sencilla y demoledora verdad de la vida dicha por ese genial poeta catalán que fue Joan Salvat-Papasseit, y vuelvo a preguntarme si tiene algo qué ver con el señor que toca los platillos la mar de divertido entre los vítores de la gente y ese bombo del otro personaje.
Debo ser un temperamento propio de la Generación Decapitada , no cabe la menor duda. Llego a la casa de un viaje de trabajo desde Ambato, cansada de manejar, asustada porque el auto recalentó en el tramo final de la carretera. Encuentro encima del escritorio el paquete que contiene el disco compacto de Res no es mesquí (Poemas de Joan Salvat-Papasseit, música de Joan Manuel Serrat en casi todas las canciones) enviado con el enorme cariño de siempre por mi amigo Joan Baeza. Después de saludarlos, como suele suceder, quizás obra de la confianza de tenerme de nuevo ahí, a la mano, los niños comienzan a pelearse a los gritos por cualquier cosa para atraer mi atención. Entonces siento que es demasiado y me escapo a dar una vuelta por el barrio de Carcelén con el nuevo-viejo disco en el tocadiscos del carro. Voy pensando en el señor mayor que toca los platillos; voy escuchando en la voz de alguien completamente diferente, que ya no existe más en ninguna parte, esa joya de la poesía y la música llamada "Pantalons llargs"… Y también voy llorando, no pregunten por qué.

sábado, 17 de noviembre de 2007

UN AÑO DEL BLOG

La semana que pasó fue muy dolorosa para mí por la partida definitiva, no por anunciada menos angustiosa, de mi amiga Alicia Crest. Sin embargo, la vida sigue, y sé que ella en alguna parte estará riéndose de ciertas ocurrencias y que está en mi alma con todo lo que puso en ese lugar del que ya nunca podrá irse. A ella le dedico esta nueva cara del blog, azul como ese cielo a donde se supone que van las personas maravillosas.
Una novedad es, en la parte "Visita también", el enlace a la página del cantante Carlos Grijalva.
Y a todos quienes me han leído y acompañado durante estas cincuenta y dos semanas, gracias por no dejarme ir. Espero dar la talla. Saben que cualquier sugerencia pueden colocarla como comentario o enviármela al carneyhueso2003@yahoo.com
Los quiero a todos.

CANCIÓN PARA MI CIUDAD SIN ALICIA

por y para Alicia Crest

hace tiempo que estas calles
no sentían tus pisadas
y ya no hablaban sus muros
ni de duendes ni de hadas

los libros quedaron quietos
las palabras apagadas
los latidos casi en vilo
esperando apenas nada

tu vieja amiga la radio
nos muestra /cuando hace magia/
como un restito de luna
tu voz de miel y nostalgia

hay un lugar
/tú lo sabes/
en donde bebió mi pena
junto a un hombro y un pañuelo
té de manzana y canela

no quiero sentirme triste
aunque el corazón reclama
porque el viento es engañoso
cuando se lleva a quien se ama

pero hoy llueve y hace frío
tu risa ya no acaricia
y se siente tan vacía
esta ciudad
sin ti
Alicia

Quito, 11 de Noviembre de 2007

MÁS ACÁ DEL UMBRAL

Esta entrevista y este artículo se hicieron para ser editados en una revista de la ciudad. Sin embargo, esa publicacion es incierta, y los días están pasando. Por lo mismo, la incluimos en este número del blog, quizá para celebrar el aniversario del mismo, que sabemos que es muy leído por toda clase de gente e incluso fuera del ámbito local y nacional.
Las fotos son de la autora, incluso el recorte de foto en donde se insinúa que el Pancho perdió la virgnidad nada menos que con Sofía Loren...
Dónde andará el casete que guardaba, en una mezcla bastante heterodoxa, los temas que escuchaba por radio a mis veintidós: Aute, Beatles, Víctor Heredia; Yordano… Entre una y otra canción sonaba un espeluznante chasquido amplificado que se producía al aplastar al mismo tiempo las teclas Play y Rec de la radiocasetera. En medio de ese rompecabezas brillaba la canción “¿Adónde vas?”, único tema ecuatoriano, cantado por dos muchachos algo menores que yo que habían formado, hacía poquísimo tiempo, el grupo Umbral.
Dos muchachos que, con una pinta aún bastante juvenil, resolvieron hace poco, por un par de días (26 y 27 de septiembre), volver al umbral de su adolescencia por el que iban a dar “nuestro paso a ser grandes”.
Nelson García y Pancho Prado se conocieron hace casi un cuarto de siglo, como recuerda Pancho: “Yo estaba en el Spellman, él estaba en el Americano. Tocábamos en un grupo que se llamaba Return, de rock. Imagínate, el Nelson tendría diecisiete años y yo de diecinueve… entonces éramos dos cachorros tocando en discotecas, chaucheando… tocando Cat Stevens, John Denver, así, ese tipo de música… temas muy agringados
Pero poco duró el agringamiento, recuerda Nelson: “a un montón de amigos míos les comenzó a encantar la música en español, había todo este movimiento, había los festivales esos de música latinoamericana por primera vez aquí en Quito… como que salían energías nuevas”.
Al respecto, Pancho también habla de su encuentro con los trovadores latinoamericanos: “Un amigo me hizo oír Silvio Rodríguez, Pablo Milanés, León Gieco, Piero… Entonces era como ya una música diferente, ¿no?, como con conciencia, con mensaje, con poesía. Y yo me enamoré de esa música”.
A Pancho y Nelson se unió el chileno Pedro Pino, que vivía en Ecuador y hoy reside en su país. Umbral, como grupo, se constituyó con los tres y con un integrante más, Ricardo Williams, que reemplazó temporalmente a Pancho cuando decidió iniciar sus estudios de Medicina en la Universidad Central.
Si bien los inicios de Umbral coinciden con una época que, desde la política y los derechos humanos, calificaríamos de oscura para el país (en 1984, su año de aparición, León Febres Cordero ganó las elecciones), Nelson evoca una época mágica para su proceso de maduración artística y vital: “Mis recuerdos son… sí era tenso políticamente; pero al mismo tiempo éramos jóvenes y la política no nos interesaba tanto, y más bien me acuerdo que era un tiempo muy lindo. Hay una canción del Pancho que llama ‘Tiempos sobrehumanos’, y era eso, era un Quito otro, era otro tiempo, otra manera de hacer las cosas, y eso es también lo que estamos reviviendo”.
Pero las épocas oscuras también tienen un fin que, en este caso, llevó al grupo Umbral a vivir aventuras muy especiales mientras participaban en la gira de promoción de la campaña de Alfabetización “Monseñor Leonidas Proaño”. Según Pancho: “Para mí fue experimentar. Imagínate, ir a tocar por todo el país durante un mes, en un bus junto con Pueblo Nuevo, con Aladino, con los Reales, con Juan Paredes, qué sé yo… Dos chicos como el Nelson y yo, y un viejo, que era el Pedro, andar como gitanos por todas las provincias como circo. En el un bus los artistas y en el otro camión iba el escenario. Estar chupando a las diez de la mañana… con dos conciertos diarios, o sea… Yo perdí mi virginidad…
Aunque Nelson es un gran músico graduado en Boston, y Pancho un destacado cantautor, coinciden en que Umbral no fue un proyecto solo musical, al decir de Nelson: “para mí Umbral no es tanto un proyecto musical, no es tanto de la música. Yo soy músico y hago eso y produzco música y… Umbral más bien ocupa otro… en mi cabeza ocupa otro lugar… como personal… pero cultural también, como relacional y cultural en un sentido amplio”.
Umbral es, más allá de la puerta que se abría ante su adolescencia para llevarlos a crecer en experiencias ricas y diversas, un momento mágico, en donde la música era el lazo o el pretexto para estrechar más aún una amistad. Incluso ahora, afirma Pancho: “Para mí es como una magia que hay. Una comunicación en el escenario, por ejemplo, de quedarse viendo, una complicidad… no sé. Compartir espacios de amistad más íntimos que salir a comer. Siempre es igualito”. Y Nelson corrobora: “Con el Pancho es muy lindo… como… vernos porque la verdad es que nos hemos visto bastante a los veinte años. No nos vemos casi nunca. Hablamos, así, de vez en cuando… Y ahora hemos estado juntos bastante y hemos estado dedicados a esto”.
Pero, más allá de las experiencias vitales de sus integrantes, ¿qué le dio Umbral a la música popular del Ecuador?
El http://www.myspace.com/httpwwwmyspacecomumbral (ver enlaces para visitar), portal creado en Myspace por Pedro Pino, hay detalles interesantes: “Luego de un año y por medio de una producción independiente, sale el primer LP, que aparte de incluir una nueva versión de "¿A dónde vas?" con una nueva estrofa, trae varios temas que se hacen conocidos (Idilio, Lenguas de candela). El disco se transforma en un éxito total siendo su canción principal elegida como canción de la semana, del mes, y del año en muchas emisoras del Ecuador. En la ciudad de Cuenca incluso se mantiene durante un mes como la canción más popular por encima de los artistas internacionales del momento (Michael Jackson, Madonna) que tienen grandes sellos y publicidad para respaldarlos”.
Pancho, a más de ser un solvente psicólogo clínico, ha continuado su camino de cantautor como solista con un Cd: Días Mejores. Entre muchos otros logros, Nelson ha compuesto los temas de películas tan importantes como Sé que vienen a matarme y sobre todo Qué tan lejos; pero no olvidan las experiencias de cuando eran dos “cachorros” que realizaban por los sitios olvidados del Ecuador su travesía de aprendizaje entre la adolescencia y la edad adulta. Aunque consideran la posibilidad de hacer nuevas cosas juntos, afirman que, si bien han vuelto a unirse como Umbral por un par de días en un significativo show en la discoteca Flash Back, el grupo no resucitará como tal, por el momento al menos.
Quienes hace los mismos veinte años o más atesorábamos su música en viejos casetes, mal grabada y todo, al conocer a los seres humanos detrás de los artistas sabemos que, como cantaban en una de sus canciones de otro tiempo: “No importa porque ahora practiquemos nuestra risa y el amor por el día de esperanza otra vez”.
Y según Nelson y Pancho, nuevamente estamos viviendo esa esperanza inagotable. Será, entre muchos otros, también gracias a ellos, digo yo.

domingo, 11 de noviembre de 2007

SI

[o al carajo con Rudyard Kipling]

si el dolor no doliera
digo
si la nostalgia
no fuera siempre espesa y pegosteosa
si no hubiera preguntas
si apenas los adioses se tomaran
como parte de todo
si jamás extrañáramos a nadie
si no faltaran nunca
las mascotas perdidas
los amigos que fueron
y la vida o la muerte
se llevaron en vilo
antes de que cualquiera de los dos
pudiera darse cuenta
y hacer algo
/no sé bien qué
pero algo
cualquier cosa/

si la familia fuera
siempre el lugar seguro del afecto
y no el nido de miedos
suspicacias y envidias
que suele ser a veces
si solamente
alguna vez lloviera
y no importara
y si tan solamente anocheciera
solo una vez al día
/para qué más
por dios
para qué más/

LE DAN CON TODO...

... Y NI ASÍ

A veces da la impresión de que antes de que Rafael Correa subiera al poder a nadie le importaba nada.
Me explico: había una pesca de tiburones sin ninguna regulación y pasaban atrocidades igual o peor que ahora. Pero a nadie le importaba, salvo algunos ecologistas consecuentes que siempre estuvieron alerta a este tipo de problemas, pocos se pronunciaban al respecto. La prensa perseguía información amarillista, la gente común ignoraba el tema por completo. No se diga Jaime Roldós, Oswaldo Hurtado, León Febres Cordero, Sixto Durán Ballén, Abdalá Bucarán, Rosalía Arteaga, Fabián Alarcón, Yamil Mahuad, Gustavo Noboa, Lucio Gutiérrez y Alfredo Palacio. Pero Rafael Correa subió a la presidencia y de repente todo el mundo se interesó de la noche a la mañana en el tema, más cuando Correa hizo algunas regulaciones sobre él.
Algo parecido ocurre con la explotación petrolera. Se ha hecho desde que yo tengo memoria, y en unas condiciones de las que mejor no hablar, sobre todo para la naturaleza y para las comunidades ancestrales. Pero igual, salvo a algunos misioneros, a algunos antropólogos, a algunos ecologistas, a algunos curitas y monjitas de esos que viven peleados con el Papa o que se juegan el todo por el todo en estas empresas, nadie ni siquiera sabía nada. Y si lo sabía, bien callados que se quedaban. Pocas veces se vio circular cartas, por ejemplo, dirigidas a Yamil Mahuad respecto de este tema. Quizá por lo del OCP, dirigidas a Gustavo Noboa, pero no pasó de ahí y ya sabemos lo que contestó. Pero claro, Correa hace algo a favor o en contra del tema y le caen con todo. Incluso gente a la que jamás le importó el destino de su propio jardín ahora anda preocupadísima por el Yasuní, por ejemplo.
El otro día leí en la revista Vanguardia una nota contra Correa (¡otra!) en la que se le acusaba de asistir a los actos del Colegio 'La Condamine' (en el que estudian sus hijos)… ¡con un gran despliegue policial! ¿Y qué querían? Entonces, si veían los despliegues policiales de Febres Cordero les habría dado una alferecía compuesta, pienso yo, o se habrían muerto de la impresión. Y ni qué decir de la parafernalia que usaba, por ejemplo, Lucio Gutiérrez, a quien creo que muchos añoran con el alma, no para ir a ninguna parte, sino para impedir que cualquier representante de la humanidad o cosa parecida se acercara a un kilómetro de Carondelet.
Para peor, me acaba de llegar a mi correo electrónico una nota que me conmina a asistir a una marcha de la organización 'Jóvenes contra el Cáncer' porque Correa no les ha recibido todavía, después de quince días de haber solicitado audiencia. Más allá de la solidaridad irrestricta y de la simpatía que siento por estos valerosos jóvenes que enfrentan a la enfermedad y a la adversidad, me vuelvo a preguntar: ¿se quejaron con el mismo empeño cuando Gutiérrez, por ejemplo, no dejaba pasar, ni a ellos ni a nadie, a un kilómetro de la Plaza Grande? ¿Intentaron siquiera que les recibiera alguno de los otritos de la lista? ¿Por qué ponen a circular por la red una carta destinada, ante todo, a hacer quedar mal a Rafael Correa?
Cuántas veces se ha oído que en este país se necesita mano dura; pero en cuanto Correa endureció un poquito su relación con los medios y otros estamentos, resulta que los mismos que pedían mano dura lo acusaron de tirano y autoritario. Dijeron que nos iba a impedir salir del país, y está defendiendo la posibilidad de eliminar los permisos de salida para que podamos ir y venir por el mundo sin pedirle permiso a nadie. Dijeron que iba a secuestrar a nuestros hijos, y no se ha visto, la verdad (además, ¿qué va a hacer Correa con todos nuestros hijos, dónde los a poner, para empezar?). Lo han acusado de adúltero y acaba de celebrar su décimo quinto aniversario de matrimonio sin problemas. Hace tiempo que no ha vuelto a ser imprudente con los medios ni con nadie, pero sus detractores siguen y seguirán, como si no se hubieran dado cuenta de que ya van cuatro veces que les gana, y por un pelito más que ‘la mitad más uno’.

domingo, 4 de noviembre de 2007

LA ESPERANZA

es pequeñita
y tiene la costumbre de desmayarse
de vacilar
de cintilar como una tenue llama bajo una corriente de aire
es frágil
como una pluma apenas
de esas que los niños soplan por los caminos
es
de un color indefinible
y tiene el don de la desaparición
lo sé

ahora mismo
he intentado acunarla
sin resultado
en el hueco de la mano
en donde alguna vez quise que me cupiera Dios
pero no hay manera
se diluye
se escapa
se evapora

y entonces
solo queda
reciclarla en algún cuarto oscuro
del alma
o del ensueño
desviar la atención
armarse de paciencia
o de valor
y esperar
simplemente
a que regrese por sus propios medios
la esperanza perdida

ALICIA

Conocí a Alicia Crest hace muchos años ya. Estaba a punto de presentar mi segundo libro de cuentos y ella me hizo una entrevista en la Radio La Luna, en su programa Radio y café. Luego me enteré que vivíamos muy cerca, casi en el mismo barrio. Entonces, ambas madres de niños de la misma edad (nuestros hijos varones se llevan un mes de diferencia), a veces frecuentábamos el parque, la piscina, y a veces, las dos, una taza de café, una conversación...
Me acuerdo que en el cumpleaños de mi hija, Alicia, con su maravillosa voz, le dedicó y le leyó por la radio el cuento de Horacio Quiroga, "La tortuga gigante".
Empezaban unos años duros para todos, pero particularmente para mí. Una noche de esas, el papá de mis hijos habló largamente conmigo y me dijo que no estaba seguro de haber hecho la mejor elección al formar una familia los dos. Como todas, era una crisis anunciada. Pero en el momento del choque, salí de la casa, desconcertada, bajo la lluvia (parecía una película), llorando, y comencé a caminar sin rumbo por el barrio... Bueno, sin rumbo aparente hasta que de pronto me encontré frente al edificio donde Alicia vivía. Me abrió la puerta, me abrazó, me dio una taza de té de manzana con canela, me limpió las lágrimas, y lo más importante: me dejó hablar. Me quedé hasta no sé qué horas. Hasta que dejó de llover y yo también me sentí mejor. Iba a regresar caminando, como había llegado; pero Alicia me prestó dos dólares, llamó a uno de sus infalibles Taxis Amigos y le recomendó especialmente al señor que me dejara sana y salva en la puerta de mi casa.
¿Por qué cuento esto, a riesgo de que las lágrimas hagan un cortocircuito en el teclado de la compu? Porque esa era, porque esa es Alicia Crest. Más allá de diferencias de gusto intelectual, más allá de cualquier discrepancia cotidiana, Alicia es, para mí, al menos, una de las más caras imágenes de la amistad.
Tiempo después me contó su peripecia vital, y así aprendí a admirar en ella no solo a mi amiga generosa y solidaria, sino también a la mujer valiente, que se fajó siempre ante la adversidad y las incomprensibles bromas pesadas de la existencia. Admiré en ella a la mamá del Camilo, a la dueña de una voz envidiable en las palabras y la música, a la mujer irónica e incisiva, dueña de un humor fino y elegante. Juntas admiramos también a Serrat (hicimos un programa de radio sobre él, con Roque Iturralde). Admiré y respeté a la mujer emprendedora, organizadora de tantos encuentros con gente como, por citar solamente un ejemplo, Quino.
Aquí en Quito, Alicia Crest vivió durante siete años. Siete años que fueron fructíferos para muchos gracias a ella: organizó espectáculos, trabajó en una importante librería, fue jurado de muchos concursos y eventos, entre ellos el naciente concurso Terminemos el Cuento, apoyó y contribuyó, a través de talleres, a la formación de muchos escritores. Se enamoró de la ciudad, de su gente, de su paisaje, y quizá también esta ciudad y quienes la habitamos nos fuimos enamorando de aquella mujer tan apegada al arte de las palabras y tan experta en el arte de la amistad.
Los años duros para mí pasaron. Al menos, esa tanda. Y nunca olvidaré que ella, de alguna manera, siempre se las arregló para hacerse presente cuando supo que podía estar sufriendo, y para darme el empujoncito que mi autoestima necesitaba en cualquiera de los difíciles momentos que acompañan y persiguen a las rupturas afectivas.
Luego, se fue. No contestó los correos, salvo dos o tres. Yo también me descuidé de insistir. Ahora, Alicia está otra vez envuelta en otro de esos avatares difíciles de la vida. No quisiera pensar que será el último; pero las noticias que llegan me quitan cualquier esperanza al respecto.
Ya no sé qué decir. Me debo haber olvidado dos millones de detalles, innumerables momentos que, desde que supe lo de su enfermedad, asaltan por igual mi memoria y mi aparato lacrimal sin previo aviso. Pero quizás, aunque natural, la tristeza no es el homenaje que Alicia se merece, ni el que a ella le gustaría. Por eso he escrito estas líneas, que no quieren lamentar ni deplorar, sino agradecerle a la vida que la puso en mi (en nuestro) camino, y celebrar su presencia en el arte, en la música, en la amistad ideal que siempre conservamos, con esa bella frase de Mario Benedetti: "... y gracias porque existen". Sí. Alicia, gracias por existir y hacérnoslo sentir, y por la imborrable huella que deja en nuestras vidas la luz de tu integridad y la riqueza de tu espíritu.

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