el pasado es apenas una espina
enclavada entre el pecho y el alma
un pequeño pellizco
(como dice la tímida enfermera
que te va a lastimar con un pinchazo horrible)
un empujón
al nudo en la garganta
que no alcanza el sollozo al desatarse
el pasado es un pétalo
el parpadeo de un guiño luminoso
o una sonrisa niña
un allegro de bach o de vivaldi
resonando en la sombra
una voz que se pierde en las cortinas
el roce de una mano en otra mano
el imperecedero recuerdo de un abrazo lejano
y siempre tan presente como estrecho
el pasado es la rosa que no muere
aunque no exista más
un vislumbre de sombras y de estrellas
la oscuridad ardiente de la ausencia
el adiós polvoriento y desolado
el desastre /quizás/ que aún nos lastima
así como la luz inmarcesible
de lo que una vez fue
aquel instante eterno
de gratitud y dicha sin retorno
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