martes, 8 de septiembre de 2009

los escritores no cobramos 'cover'

Es algo en lo que pienso desde hace algunos días. En cafés o bares culturales se realizan tertulias literarias entre otro tipo de presentaciones, lo cual es algo siempre loable.

Cuando se presenta un cantautor, un trío, un señor que saca conejos de un sombrero, un cantante de tangos o dos bailarines de ídem o un cuentero que no lee pero cuenta cuentos, hay un momento en que se realiza un acto análogo a eso de ‘pasar la gorra’, o se pone un letrerito que dice ‘cover: $ 3’, cosas así.

Pero cuando alguien que es poeta o narrador se lanza a leer sus textos por ninguna parte dice ‘cover’, nadie se acuerda de pasar la gorra.

Es posible, por otro lado, que se considere mucho más entretenido escuchar música o ver las gracias del prestidigitador antes que oír a un señor o a una señora que leen cosas, ahí, mientras uno conversa… o trata, qué fastidio.

No me preocupa el dinero, no es lo fundamental. Me preocupa eso de que se piense que el escritor tiene la obligación de ‘regalar’ lo que hace. El otro día, una amiga me dijo que como el mundo se va a acabar en el 2012 ya no va a alcanzar a leer mis libros. Le dije que todavía hay tiempo. Y me dijo: “entonces dame uno”. No es la primera vez que lo oigo. Y tampoco me preocupa eso de regalar mis libros, porque bien sabe Dios que lo hago cada vez que se ofrece.

El detalle es otro. Después de haber recibido una serie de insultos por mi supuesta fealdad de parte de dos muchachos que creen que la crueldad da caché, después de haber sido criticada como escritora por apoyar lo que apoyo, he vuelto a preguntarme por el sentido de sentarse cada día a trompearse con las palabras. Pues quien escribe ni siquiera cobra cover.

Dirán: “pero cobra lo que se vende de los libros”. No creo que nadie que no sea Gabriel García Márquez o Dan Brown pueda comprar el pan de la semana (y me refiero al pan denotativamente: los cuatro panes para el desayuno del otro día que se compran en la tienda de la esquina junto con la leche, no más) con lo que se gana en cualquier parte del mundo por derechos de autor.

Dirán: “pero en las presentaciones pueden vender sus libros”… ¿y los músicos no venden sus discos? ¿Y los magos y cuenteros y bailarines de tango no reciben contrataciones in situ? Pero los escritores y las escritoras somos mucha nota, tenemos que regalar nuestros textos a quien se le place porque somos bien buena gente, no crean, y en este país en donde somos mayoría (con respecto a quienes leen literatura ecuatoriana), nos toca hacerlo para que nos ‘hagan el favor’ de conocernos.

No quiero hacerme la víctima, porque sé que, más que a otros y a otras, me ha ido bien en este camino. Pero sí me llama la atención esa desvalorización del oficio y sus productos en un medio en que quizá nos hace mucha falta leernos para comprendernos mejor como individuos, como comunidad o país.

Sin embargo, seguimos escribiendo. Al menos yo. Y publicando, cuando se puede. Y haciéndolo con amor, como la cópula, como la caricia a un hijo, como el brutal desprendimiento que arde pero es para mejor, aunque ahorita no parezca. Así mismo. Y sí, así me siento más linda aún de lo que ya soy, a que vean.

1 comentario:

Gio Valdivieso Latorre dijo...

Linda linda linda mi Lucre.. no queda duda, como no queda duda el duro reto que nos queda a los enamorados y apasionados de las letras para hacer ese click con este público complejo para que valore el trabajo de las letras que va más allá de madrugadas de atacazos artísticos y una que otra buena inspirada.... abrazo!

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