sábado, 24 de noviembre de 2007

AGUAFIESTAS

Hace unos meses, cuando comenzó la gira "Dos pájaros de un tiro" escribí este artículo. Era una tarde crepuscular, acababa de llegar, cansadísima, de dar un taller en Ambato y... en fin, no creo que tenga que justificarme más. En Quito, no fui al concierto, y sé que los que asistieron lo han disfrutado mucho. Pero tengo mi corazoncito y mi derecho a la nostalgia, y por eso transcribo el artículo aquí:

POR SUPUESTO QUE DE SERRAT; PERO…



¿Y dónde, dónde
fue mi niñez…?

Joan Manuel Serrat

El tiempo, el implacable, el que pasó
siempre una huella triste nos dejó
Pablo Milanés


No quiero hablar de despedidas. Ni de desconciertos. Ni de nada que suene a posible irrespeto. Lo que voy a decir nace y muere dentro de mí. Muere, sobre todo. Pero a veces, cuando paseo por el youtube y miro a ese señor mayor cantar Lucía junto a otro señor mayor, ambos con la voz ya mucho más que solo un poco cascada, demostrando con todo su ser que esas letras y esas músicas pertenecen a un pasado más que remoto, me pregunto lo que tendrán que ver con aquel muchacho de ojos grandes y largas pestañas que se enamoró al parecer de una de las mujeres más hermosas del mundo y se lo supo decir con una de las canciones más hermosas del mundo.
Después, escucho "Edurne" en la computadora: esa orquestación… esos arreglos tan típicos y caracterizados de un Ricardo Miralles de los tempranos años setenta, algo como con intenciones de ser sinfónico pero también lúdico, que apela, sin hacer concesiones, a esa sentimentalidad entre intelectualizada y juvenil de la época, dentro de los cuales la voz, no buena, no de escuela, no ni siquiera educada, suena sin embargo límpida, clara, auténtica más allá de cualquier pretensión académica.
La que debe estar envejeciendo, obviamente, soy yo. Él se divierte tocando los platillos en el escenario mientras Joaquín Sabina entra a paso marcial acompañándose por un bombo circense. Y la pasan de bien, tanto que no puedo evitar alegrarme por ellos. Así quisiera que fuera mi séptima década de vida, si es que llego a llegar, por decirlo de un modo amable. Pero entonces me asalta de nuevo el fantasma, paradójicamente obtenido también en el youtube, de un Serrat ya no tan joven, interpretando un sobrecogedor "Res no es mesquí" (Nada es mezquino), al borde de las lágrimas ante la sencilla y demoledora verdad de la vida dicha por ese genial poeta catalán que fue Joan Salvat-Papasseit, y vuelvo a preguntarme si tiene algo qué ver con el señor que toca los platillos la mar de divertido entre los vítores de la gente y ese bombo del otro personaje.
Debo ser un temperamento propio de la Generación Decapitada , no cabe la menor duda. Llego a la casa de un viaje de trabajo desde Ambato, cansada de manejar, asustada porque el auto recalentó en el tramo final de la carretera. Encuentro encima del escritorio el paquete que contiene el disco compacto de Res no es mesquí (Poemas de Joan Salvat-Papasseit, música de Joan Manuel Serrat en casi todas las canciones) enviado con el enorme cariño de siempre por mi amigo Joan Baeza. Después de saludarlos, como suele suceder, quizás obra de la confianza de tenerme de nuevo ahí, a la mano, los niños comienzan a pelearse a los gritos por cualquier cosa para atraer mi atención. Entonces siento que es demasiado y me escapo a dar una vuelta por el barrio de Carcelén con el nuevo-viejo disco en el tocadiscos del carro. Voy pensando en el señor mayor que toca los platillos; voy escuchando en la voz de alguien completamente diferente, que ya no existe más en ninguna parte, esa joya de la poesía y la música llamada "Pantalons llargs"… Y también voy llorando, no pregunten por qué.

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