martes, 19 de diciembre de 2006

EL BAILARÍN URBANO

El domingo pasado, mientras Pancho Prado cantaba en la Plaza Grande, un hombre de mediana edad, con una camiseta de Noboa encima de su camisa, se puso a hacer unos extraños y armoniosos movimientos, al principio a un lado del público. Luego, más allá del recelo, se introdujo en el círculo y continuó bailando con gestos medidos, disfrutando de lo que hacía, concentrado en la música. De ese momento, me "brotó" este texto, que es para el Pancho, claro, pero también para ese hombre desconocido y para todos:

son las manos de un hombre
que se mueve en la plaza
hilvanando tu música
desde su aparente locura
tenía que ser contigo
que remiendas corazones
y enderezas la sombra del dolor
donde el hombre de las manos danzantes
mostrara su tímido arte
marginal
desplazado
extraño
doloroso quizá
y al mismo tiempo
hecho de magia
y nubes de nostalgia

2 comentarios:

EL FUTURO SIEMPRE DICE LA VERDAD dijo...

Querida Lucrecia... la danza del loco es la marginal, la del normal (normalizado): la socialmente aceptable... qué paradoja que la naturalidad sea hoy nuestra locura... la de hacer poesía... que danza hermosa la tuya en tu blog cuando te nos das generosa y armónica como siempre... Paco.

Xavier Oquendo Troncoso dijo...

Dulsìsimo el poema. Y terrible tambièn, como la vesanìa de aquel hombre que encontrò la sensibilidad en la mùsica del gran Pancho Prado. Pese a que su pecho ha sido pintado conel rostro de el "banano man", el hombre disfrutò del arte. Se encontrò a asì mismo. Que bonita historia. Que sencilla y que tierna. Tù Lucre, como siempre, viviendo de las percepciones que nadie siente. Abrazos

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