domingo, 22 de abril de 2007

TREINTA Y TRES

Soy de esos seres que no pueden matar una mosca sin sentir remordimientos de conciencia. Y que en el momento que trituran entre las dos uñas de sus pulgares a una pulga del perro o del gato se preguntan si no estarán alterando irremisiblemente el ciclo del universo. No soy vegetariana por razones que no viene a cuento mencionar aquí, pero a veces también me cuestiono sobre ciertas maneras de faenar y ciertos modos de producir comida de origen animal. Y por supuesto, odio las corridas de toros.
Por todo eso, se me hace tan difícil acercarme siquiera a la comprensión de por qué un hombre joven (23 años, dicen) puede hacerse de un arma, ir a la universidad en donde estudiaba y arremeter a tiros hasta acabar con la vida de treinta y tres personas, incluida la suya.
Durante esta semana, los periódicos, la gente que sabe y la gente que piensa han emitido toda clase de opiniones. Las he oído desde racistas: "Tenía que ser un chino..." (para comenzar, era coreano del sur, y además, qué es eso de "tenía que ser...", de seguro son las mentalidades que ya se están previniendo, con un servilismo digno de mejor causa, contra la competencia de China ante Estados Unidos), hasta otras mucho más sensatas y ponderadas.
Pero, en el fondo, creo que las explicaciones de cualquier tipo sobran, y lo que queda flotando en el aire son las preguntas sin respuesta: ¿Es este niño, que desde los ocho años vivió en Estados Unidos, acaso un cínico y descarnado ejemplo de los posibles resultados de buscar el "sueño americano" más allá de cualquier desarraigo o ruptura con la propia cultura y la propia identidad? ¿Cuánta discriminación, cuánto maltrato, cuánta agresión y hostigamiento pasaron por esa vida antes de que se decidiera a arremeter a tiros indiscriminadamente contra sus iguales y desiguales a un mismo tiempo? ¿Por qué sus relatos ya hablaban de venganzas sangrientas, de muerte violenta, de agresiones sin cuento?
Es muy fácil mandar al infierno a la gente que falta a alguno de los diez mandamientos. Es muy fácil hablar desde nuestra pureza de seres inmaculados que no somos capaces de matar una mosca (yo, por ejemplo). Pero, ¿acaso estos muchachos, hombres y personas que se agarran a tiros contra lo primero que encuentran no son sencillamente la parte visible de un monstruoso iceberg? Y sobre todo, ¿qué puede decir contra este suceso un país, un gobierno que autoriza alegremente la posesión y el uso de armas mortíferas y que ha enviado, hoy por hoy, a ciento cincuenta mil hombres a hacer lo mismo, y de peores maneras, solo que en nombre de unos deleznables y supuestos valores "occidentales y cristianos" (léase "capital" y "petróleo")?

Piénsalo tú también...

2 comentarios:

Lucre dijo...

DE GABY BUSTAMANTE:
Hola Lucre,
Me encantó la reflexión que haces en "Treinta y Tres". Muchas personas hablan del "Chino loco que se bajó 33 personas".
Mi humilde opinión es que no es tanto un problema de desarraigo,
migración y todo lo que viene cuando una familia Oriental migra a los EEUU.
Pienso que tiene mucho que ver la "densensibilización" ( no sé si
existe esta palabra!! ) de esta nueva generación gracias a los juegos violentos de video, películas, paint ball y otros juegos violentos a los que nuestra generación, la que se piensa dos veces antes de matar una mosca, no estábamos expuestos.
Dicen también los entendidos que este joven había ya dado señas de
comportamiento extraño, y que le tenían puesto el ojo. Ahora, surge otra pregunta. Se debe mantener la confidencialidad en cuanto a
desórdenes psiquiátricos de estudiantes universitarios? Al parecer este chico tenía ya problemas y por confidencialidad no se dio a conocer a nadie de su enfermedad que desencadenó en tragedia..

fernando naranjo dijo...

El presidente Bush, creo que al día siguente, a propósito de una feroz matanza en Bagdad, dio un discurso donde los tópicos comunes, en realidad los lugares comunes típicos de Bush, se vuelven aún más torpes e innecesariamente abundantes: pena por los muertos, por sus familiares, que no es culpa de él y, por último, de nadie, sólo que estuvieron en el lugar equivocado y a la hora equivocada. ¿Cuáles serán las horas correctas? Lo cierto es que así van surgiendo a montones los equívocos y con ellos los culpables elusivos, los que mueren (hasta de muerte natural)persuadidos de su inocencia y precedidos y confortados por todos los auxilios divinos inventados en este mundo. Uno de los problemas es identificarlos y que las víctimas lo sepan y lo crean.

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