domingo, 16 de marzo de 2008

AUNQUE NO SOY FEMINISTA...

Es tan frecuente escuchar a alguien decir: "yo estoy de acuerdo con todas las reivindicaciones que las mujeres proponen en sus reclamos; pero no soy feminista", o "aunque no soy feminista, creo que las mujeres no deben sufrir tanta violencia en sus hogares". Las repiten alegremente mujeres y hombres, y siempre ponen tanto énfasis en negar su feminismo más allá de cualquier proclama en favor del mejoramiento de la situación de la mujer.
¿Por qué lo hacemos? No conozco detalladamente la historia del movimiento feminista, pero sí creo que en torno al feminismo, como en todo, existe una vasta mitología hecha más de creencias y prejuicios que de evaluación de hechos reales.
¿Por qué hombres y mujeres niegan su feminismo con tanto entusiasmo? Me parece que, sobre todo las mujeres, piensan que ser feminista es lo contrario de ser femenina. ¿Por qué? No sé. Quizá porque la idea que tenemos de ser femenina en el fondo es la de ser sumisa, aceptar que el hombre está por encima de nosotras, que debe, por decirlo de un modo suave y amable, 'coordinar' nuestras actividades, nuestra vida familiar, incluso nuestras reacciones y nuestra capacidad de reclamar.
También se suele relacionar mucho la idea de ser feminista con estar amargada porque no nos ha ido bien, sobre todo en nuestras relaciones de pareja o en nuestros matrimonios. Entonces resulta que ser feminista es odiar a los hombres por puros motivos personales. No niego que puede haber alguna o algunas mujeres que, después de alguna ruptura traumática o de algún dolor o sufrimiento relacionados con las relaciones de pareja tenga resentimiento o rabia, y no le niego a ninguna mujer ese derecho, así como tampoco les niego el derecho a la recuperación. Pero aunque puede haber feministas radicales y un poco trasnochadas que sigan pensando que el hombre es el enemigo, cuando en realidad los hombres también son víctimas de órdenes sociales injustos y caducos, hay también gente feminista que no divide el mundo en dos géneros que se odian entre sí, sino que busca una mayor integración de la mujer en todas las instancias de la vida.
Y... ¡bú! ¡el cuco! El temor ancestral... el feminismo encierra una grave sospecha de lesbianismo. Se diga lo que se diga, vivimos en una sociedad en donde las raíces de la homofobia todavía anidan en las profundidades. Que ni vayan a sospechar que de repente 'somos del otro equipo'. No nos damos cuenta de que, si estamos en favor de la tolerancia, el respeto, la igualdad y sobre todo la paz y la justicia, jugamos en el mismo equipo, sea cual sea nuestra orientación sexual.
Si hay alguien que ejerce su feminismo por amargura, tendrá sus motivos, y sobre todo será su trabajo curar sus heridas para que su feminismo, aunque provenga de alguna de esas aleccionadoras malas experiencias que todos y todas tenemos de vez en cuando, ya no sea un reclamo de un corazón herido sino una opción de vida para construir un mundo mejor para los hombres y las mujeres de buena voluntad. Por mi parte, yo apoyo las principales tesis y demandas de un sano feminismo, y sé que en este camino y en esta lucha me acompañan muchos hombres que también piensan que, hoy por hoy, las cosas, aunque mejor que hace años, no están todavía como todos quiséramos respecto de la situación de las mujeres en el mundo.

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