sábado, 3 de febrero de 2007

EL PAÍS DE NUNCA JAMÁS

(por los accidentes)


A los que se quejan de que el Ecuador no se destaca en nada, les tengo una buena noticia, o quizá ya la sepan: hace muchos años que no bajamos del cuarto puesto mundial en un tema. ¿Adivinen cuál? De seguro ya la saben: en accidentes de tránsito. ¡Y a veces hasta hemos quedado primeros!
Pero no solamente en ese tipo de accidentes nos destacamos, cómo van a creer. También tenemos un record impresionante en accidentes de aviación. Y por si esto fuera poco, estos últimos son accidentes donde mueren nada menos que ministros de varias carteras, presidentes de la República, y público en general, aparte de las tripulaciones, los incautos acompañantes y ve tú a saber quiénes más.
Desde mi más temprana adolescencia recuerdo, cuando desapareció el primer avión de Saeta y luego se cayeron los aviones de San (el típico chiste quiteño: ¿En qué se diferencian Saeta y San? En que San sí devuelve los cuerpos...), la infaltable explicación después de las agotadoras investigaciones era, casi siempre, la proverbial "falla humana". Y si le hacemos caso a esto, entonces resulta que, como fallar es humano, los ecuatorianos somos muy humanos, y bastante fallosos, también.
Así, tenemos varias fallas humanas que recordar: por ejemplo la falla humana de un conductor de camión, de apellido Guanoluisa Chiquito, que confundió freno con acelerador y de esa manera arrastró un bus de empleados de la Contraloría en el que iban varios niños con sus padres que los dejaban en la guardería de la institución, veintenas de muertos de todas las edades ¿se acuerdan?; o la falla humana del conductor de otro camión que transportaba troncos y que, en la panamericana Sur arrastró de igual manera bajo su peso a varios vehículos provocando una masacre que de seguro ni siquiera se vio por estos lares en las guerras de la Independencia . Y la reciente falla humana de un conductor de bus interparroquial que ya venía a exceso de velocidad desde el Mercado de Santa Clara (en el centro de la ciudad), lugar en donde un policía de tránsito detectó la indicada falla humana y le hizo una amonestación, pero como al hombre la falla seguramente lo hacía más humano, decidió seguir a toda hasta cuando el bus perdió los frenos, subió a un terraplén y aterrizó (nadie sabe cómo) en el desvío de la carretera, matando a nueve de los ocupantes del bus, entre los que se encontraba (perdonen la crueldad, pero por suerte) el conductor de la unidad.
Alguna vez, cuando por fallas humanas varias y combinadas dos buses interprovinciales se fueron río adentro en la provincia de Carchi, uno de los periódicos quiteños elaboró un reportaje sobre el tema. Y parte de ese reportaje era una consulta a un dirigente transportista sobre qué pensaban hacer como gremio ante tanto accidente. El hombre, con un candor muy similar al cinismo, respondía que nada, pues el accidente sucede porque está escrito en el destino, y la gente se muere porque le llega la hora, así nomás es. No hay por qué hacerse tanto problema ni tanta pregunta.
En fin, todavía no tengo claro qué puedo hacer como ciudadana para cambiar esta situación. Como conductora intento respetar las leyes y manejar a la defensiva, pero no puedo obligar al resto de conductores a hacer lo mismo que yo, y ese es el mayor problema.
¿Qué pasa, entonces, en este país, campeón mundial de accidentes de tránsito terrestre y varias veces huérfano de una u otra forma a causa de accidentes de tránsito aéreo?
Como dirían los expertos, son fenómenos multicausales, y las causas, más allá del piadoso genérico de "falla humana", tienen algunos nombres que nos negamos a reconocer como características de nuestro modo de ser: imprevisión, impericia, egoísmo, machismo (o si no qué es lo que hace que un conductor de bus pique al máximo de velocidad cuando advierte que es una mujer quien lo ha rebasado por la izquierda, como es justo y correcto), irrespeto a las normas de convivencia, imprudencia, desconocimiento de las leyes, quemimportismo...
Existe también algo que no sé cómo se podría definir, pero que voy a ejemplificar: han notado que, con frecuencia, cuando, por ejemplo, encendemos la luz direccional o sacamos el brazo para pedir paso por el motivo que sea, los que vienen detrás, en lugar de dar paso o por lo menos reducir la marcha, al ver la luz direccional del pobre que cree que sirve para algo, aumentan la velocidad y ni muertos permiten que esa pobre persona pase a ninguna parte, nunca; puestos de acuerdo entre todos, además. ¡Y pobre del que ose dar paso o detenerse! Ipso facto se convierte en la persona más insultada del Ecuador. ¿Cómo se llama esa clase de falla humana? ¿Maldad? ¿Egoísmo? ¿Estupidez? ¿Ganas de contrapuntear? ¿Satanismo? ¿Odio al semejante? ¿Racismo aleatorio? ¿Esquizofrenia? ¿Apuro? ¿Deseo de ir al baño?
En fin, por no hablar de las fallas humanas de los accidentes en el aire, que por suerte todavía no he experimentado ninguna, pero que son tantas y tan frecuentes que incluso pueden haberse convertido en la mejor coartada para quienes quieran cometer fechorías de cualquier tipo.
Cuando algún niño o niña, un joven o una persona adulta tiene propensión a sufrir accidentes (caídas, fracturas, tropezones), se habla con frecuencia de que esa propensión refleja otros problemas, más allá de la distracción: falta de autoestima, inconformidad, recelo, miedo al futuro o al cumplimiento de plazos, inseguridad... Aparte de todas las "fallas humanas" anotadas, ¿cuál será nuestro caso?

Piénsalo tú también...

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