domingo, 25 de febrero de 2007

MANEJAR EN QUITO



Mucho se habla de la amabilidad de los ecuatorianos, de su docilidad, de su sumisión. Pero basta ponerse al volante para ir aquisito nomás a Carcelén, a comprar algo en La Mejor Papelería, para darnos cuenta de que eso es parte de un vasto imaginario que pertenece al pasado. Y a un pasado bien remoto.
He tenido algunos encuentros verbales amistosos con los amigos de un grupo de jóvenes que producen un interesante programa llamado A patazo, que se transmite por radio La Luna los días miércoles a eso de las nueve de la mañana, y en estos encuentros les he planteado que no todos los que vamos al volante de un auto somos prepotentes, fatuos e irrespetuosos. Pero cada vez me convenzo más de que estos muchachos tienen razón.
Voy a hablar, como siempre, de lo que yo he vivido, descriptivamente (y si se me cuela una ironía, perdónenme, es la costumbre). Por ejemplo, la última moda: una va por el carril de la derecha porque tiene que curvar a la derecha, pone luz direccional hace tiempos, mucho antes de que falten los cien metros que dicen que tienen que faltar, y justo cuando vamos a curvar a la derecha, aparece por arte de magia alguien que viene desde la izquierda y que, entre pitos de advertencia y con un ruido de nave espacial, nos "gana" la curva a toda velocidad. A mí no me molesta que alguien curve antes que yo, no le hace; pero lo que sí me molestaría mucho es no alcanzar a frenar e incrustarme en el auto que se va, feliz porque ha ganado un par de segundos en su vida y feliz también porque ha demostrado una dudosa superioridad en algo que no se sabe bien qué es.
La otra, de la que ya he hablado: me quiero cambiar de carril, del derecho al izquierdo o viceversa, generalmente porque hay un obstáculo en mi camino, entonces pongo la luz direccional y todos los que vienen por el otro carril y/o atrás mío, hacen una de estas cosas: los que vienen por el otro carril ni piensan en ceder el paso, ellos se ganaron a pulso el derecho de no parar nunca, salvo alguno que otro conductor tan educado que habría que canonizarle en vida. Pero los peores son los del propio carril de una: al ver que se pone la luz direccional para salir a un lado, en lugar de esperar un rato, aceleran, pitan, y pasan, igual, felices de haber "ganado" y de impedir el paso de alguien, no importa quién sea.
Me dirán: avíspate, salte tu también, a la brava, no le dejes al que te ataca por la izquierda. Y a veces sí da ganas, pero hay dos factores que me lo impiden: el primero, es el miedo a provocar algo peor que la infracción, y el segundo es que yo no puedo ponerme en ese mismo plano.
Un día de noviembre pasado iba con mi hija menor del colegio a la casa cuando un camión pequeño que llevaba una viga de metal decidió rebasarme por la derecha. Lo hizo con tal mala fortuna que no calculó el tamaño de la viga, con la cual me desprendió el capot del auto. Para detenerlo, tuve que emprender una maniobra tipo McGyver (se acuerdan, ¿no?). Estaba furiosa. ¿Qué tal si mi nena tenía alguna herida grave? ¿Qué tal si por esquivar el choque me hubiera volcado en el parterre en declive? Cuando hablamos de arreglar el asunto, el tipo me propuso "ir a medias", porque, según él, "ambos tenemos la culpa". Claro: mi parte de culpa era no haberme volcado en el parterre, supongo, para que él pudiera pasar tranquilamente.
Hace poco decidí que alguien tenía que respetar al peatón, por lo menos en los pasos cebra, así que, si encontraba en un paso cebra a alguien que intentaba cruzar, me iba deteniendo poco a poco hasta cederle el paso. Gracias a eso me convertí en una de las mujeres más insultadas de Quito, por no decir del mundo. Los que venían detrás escapaban de chocarme, los que venían por el otro carril me miraban con sospecha, y la verdad no sé en qué les afectaba a ellos que yo cumpliera con una norma de tránsito que está en el papel pero de la que nadie se acuerda.
No quiero contar más casos. Ya he hablado bastante del bus que aterrizó a un kilómetro de aquí matando a nueve personas, entre ellas tres niños, o del dirigente transportista que afirmaba que como gremio no pueden hacer nada para frenar los accidentes, pues estos ocurren porque está escrito en el libro del destino y la gente se muere porque le llega la hora, así es. O sea que, por ejemplo, los chilenos tienen un destino muy diferente y las horas de la gente allá se calculan de otro modo (ahora, en tiempo de Pinochet también se calculaban de otra forma).
Supongo que el problema es muy complejo y que algo se podrá hacer aparte de quejarse. Debo decir, en descargo de muchos, y no porque me considere una pionera, que ahora encuentro más gente al volante dispuesta a ceder la vía al peatón en los pasos cebra de mi barrio. Por algo se empieza.
Muchas veces he pensado en dejar el auto en casa y utilizar más transporte público o andar a pie... pero me detiene la idea de que en ese caso me iría todavía peor... ¿será?

2 comentarios:

ximenanoboa dijo...

Tienes toda la razón Lucre. Cada vez que suceden accidentes de tránsito me lleno de tristeza y más aún al oìr en las noticias que los causantes de la muerte de la familia Fiallo fue un policia ebrio. El dolor se transforma en impotencia. Pienso que las quejas deben continuar y no sólo eso, pienso que se deben denunciar los atropellos hasta que la mayoría de la gente haga conciencia que el respeto al otro es la clave para vivir en armonía.

Diego Fabián dijo...

Hola... Estaba paseando un rato por los blogs, y me detuve cuando vi el tuyo... Estoy de acuerdo contigo en que todos deberiamos por empezar a respetar las leyes... No puedo jactarme de ser un excelente conductor, porque de cuando en cuando yo tambien intento ganar esos tontos "segunditos", pero al leer tu post me puse a pensar en eso... No deberia hacerlo (al menos, si no hay necesidad o urgencia), asi que empezare por rectificar de a poco mi manera de conducir...

Ahhh... Dejame decirte que ya no eres la unica que cede el paso a los peatones... Desde hace un par de años yo tambien me he ganado un poco de gestos de no muy buenos amigos por esa razon...

Me gusto tu blog y tu reflexion... Pasare por aqui seguido...

Saludos...

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