domingo, 13 de mayo de 2007

ELLAS

ELLAS

para Martha, mi madre

y para Anita, mi hija

que me enseñaron a ser puente

para extender el camino del mayor amor que existe


quién eres tú

que renuncias a sufrir…

Pancho Prado

en alguna esquina de mi pasado

se pierde una mujer que vivió un terremoto con un niño en el vientre

y escuchó en medio de la noche los gritos de socorro de los otros pequeños

hasta que se los fueron tragando el miedo y el silencio

en alguna esquina de mi pasado

se encuentra la mujer que se casó antes de los catorce años

cambiando sus muñecas y juegos de cocina

por un hombre de bigote entrecano y ojos severos

al que trataba de usted y no se atrevía a mirar a la cara

y sin embargo se dejó hacer siete o más criaturas

sin preguntarle a la vida si eso era justo o no

en alguna esquina de mi pasado

se oculta la que tuvo varios hijos

de diferentes padres

y cuyo nombre no se debe pronunciar

en algún rincón oscuro de mi pasado

se esconde la mujer que perdió la razón y nunca más la halló

la que sedujo a un muchacho para cuya madre trabajaba

en alguna esquina de mi pasado

se agazapa una mujer desconocida

de ojos grandes y senos descomunales

que bebe con voluptuosidad los restos de sus lágrimas

y se miente hasta creérselo el cuento de que muchas veces

amar es dejar ir

en algún resquicio de mi pasado

hay alguien que sencillamente llora

y piensa que todo está bien como está

pero sigue llorando

en cualquier recoveco de mi ayer

está la hija que envejeció

cuidando de los padres y su espectro

la que prefirió vestir santos

para que nadie la desvistiera a manotazos y a mordiscos

y despertara así en su cuerpo las células dormidas del placer

por eso de que a veces la felicidad también espanta

en alguna parte

no sé en cuál exactamente

duerme la niña que murió de difteria antes de cumplir un año

y todavía agoniza de dolor la madre que la tuvo que enterrar

en el mismo lugar seguramente

se esconde aquella abuela que atravesó lo mismo otras tres veces

y jamás quiso hablarle a nadie del asunto

junto a la que vio morir a su hombre en un accidente de aviación

y a la que se prostituyó por miedo más que por monedas

a la que estaba convencida de que le pegaban porque algo había hecho

y a la que todavía muerde el deseo contra la almohada

para obtener el bendito pecado del placer

a solas desde el centro de su cuerpo

en alguna cercana vereda de mi pasado

se sienta a llorar la mujer que sabe que ya ha sido reemplazada

y despierta la mujer que descubre la fuerza en sus entrañas

en alguna otra parte

está la que vive con un hombre sabiendo que piensa en otra

y viceversa

junto a la que tiene miedo de no dar la talla

y a la que escribe palabras que nadie leerá

o a la que se enamoró de un cura

y se lo regaló a un improbable dios de humo y de papel

la que vivió y murió creyendo que era fea

pero inteligente

la que aún odia a los hombres precisamente por haberlos amado tanto

sin resultado

y la que prefirió olvidar para no soportar

ese dolor de siglos apilado en su carne

jamás llegué a enterarme de sus nombres

y jamás vi sus rostros

pero las conozco bien

vinieron de la sombra en pesadillas

me enseñaron sus llagas

y sé de sus pisadas porque yo hice lo mismo

también me desfloré sin matrimonio

y fui virgen con miedo hasta la muerte

también enterré niños

amortajé suicidas

abandoné a inocentes

seduje adolescentes

vendí mi cuerpo a cambio de comida

asesiné rivales

cuidé ancianos

desparramé veneno y salvé vidas

vestí santos y desvestí borrachos

y entre la niebla de mis propios pasos

hice de puente al entender al fin

que por alguna playa del futuro

ya camina sin prisa la mujer

que no repetirá la misma historia

porque todas pagamos el precio de su dicha

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