ELLAS
y para Anita, mi hija
que me enseñaron a ser puente
para extender el camino del mayor amor que existe
quién eres tú
que renuncias a sufrir…
Pancho Prado
en alguna esquina de mi pasado
se pierde una mujer que vivió un terremoto con un niño en el vientre
y escuchó en medio de la noche los gritos de socorro de los otros pequeños
hasta que se los fueron tragando el miedo y el silencio
en alguna esquina de mi pasado
se encuentra la mujer que se casó antes de los catorce años
cambiando sus muñecas y juegos de cocina
por un hombre de bigote entrecano y ojos severos
al que trataba de usted y no se atrevía a mirar a la cara
y sin embargo se dejó hacer siete o más criaturas
sin preguntarle a la vida si eso era justo o no
en alguna esquina de mi pasado
se oculta la que tuvo varios hijos
de diferentes padres
y cuyo nombre no se debe pronunciar
en algún rincón oscuro de mi pasado
se esconde la mujer que perdió la razón y nunca más la halló
la que sedujo a un muchacho para cuya madre trabajaba
en alguna esquina de mi pasado
se agazapa una mujer desconocida
de ojos grandes y senos descomunales
que bebe con voluptuosidad los restos de sus lágrimas
y se miente hasta creérselo el cuento de que muchas veces
amar es dejar ir
en algún resquicio de mi pasado
hay alguien que sencillamente llora
y piensa que todo está bien como está
pero sigue llorando
en cualquier recoveco de mi ayer
está la hija que envejeció
cuidando de los padres y su espectro
la que prefirió vestir santos
para que nadie la desvistiera a manotazos y a mordiscos
y despertara así en su cuerpo las células dormidas del placer
por eso de que a veces la felicidad también espanta
en alguna parte
no sé en cuál exactamente
duerme la niña que murió de difteria antes de cumplir un año
y todavía agoniza de dolor la madre que la tuvo que enterrar
en el mismo lugar seguramente
se esconde aquella abuela que atravesó lo mismo otras tres veces
y jamás quiso hablarle a nadie del asunto
junto a la que vio morir a su hombre en un accidente de aviación
y a la que se prostituyó por miedo más que por monedas
a la que estaba convencida de que le pegaban porque algo había hecho
y a la que todavía muerde el deseo contra la almohada
para obtener el bendito pecado del placer
a solas desde el centro de su cuerpo
en alguna cercana vereda de mi pasado
se sienta a llorar la mujer que sabe que ya ha sido reemplazada
y despierta la mujer que descubre la fuerza en sus entrañas
en alguna otra parte
está la que vive con un hombre sabiendo que piensa en otra
y viceversa
junto a la que tiene miedo de no dar la talla
y a la que escribe palabras que nadie leerá
o a la que se enamoró de un cura
y se lo regaló a un improbable dios de humo y de papel
la que vivió y murió creyendo que era fea
pero inteligente
la que aún odia a los hombres precisamente por haberlos amado tanto
sin resultado
y la que prefirió olvidar para no soportar
ese dolor de siglos apilado en su carne
jamás llegué a enterarme de sus nombres
y jamás vi sus rostros
pero las conozco bien
vinieron de la sombra en pesadillas
me enseñaron sus llagas
y sé de sus pisadas porque yo hice lo mismo
también me desfloré sin matrimonio
y fui virgen con miedo hasta la muerte
también enterré niños
amortajé suicidas
abandoné a inocentes
seduje adolescentes
vendí mi cuerpo a cambio de comida
asesiné rivales
cuidé ancianos
desparramé veneno y salvé vidas
vestí santos y desvestí borrachos
y entre la niebla de mis propios pasos
hice de puente al entender al fin
que por alguna playa del futuro
ya camina sin prisa la mujer
que no repetirá la misma historia
porque todas pagamos el precio de su dicha
No hay comentarios:
Publicar un comentario