domingo, 13 de mayo de 2007

DESDE ESTE LADO


Es muy cierto eso que dicen los padres y las madres: "Cuando tengas hijos..." Tuve y tengo una hermana que cada vez que mi madre, asustada por mi manera de enfrentar la vida en mi adolescencia o juventud, lloraba o se quejaba, me vaticinaba, del modo más patronal: "En tus hijos has de pagar lo que le haces llorar a mi mami". Y sí, supongo que sí, porque yo también he llorado por causa de mis hijos. Pero creo que eso forma parte del proceso completo de crecimiento, tanto de madres como de hijos, y las lágrimas, por uno u otro motivo, pero sobre todo las de dolor o frustración, son las que más ayudan a crecer y a comprender la vida.
¿A dónde voy? Después de haber sido hija durante más tiempo del aconsejable, llegué al estatus de madre, y como decían los mayores, tuve hijos y comprendí.
Comprendí, por ejemplo, que las madres estamos hechas del mismo barro que los hijos, y que a veces tenemos pereza de levantarnos, y que tal vez con más frecuencia de la debida esperamos recompensas por lo que hacemos supuestamente bien cuando vivimos solamente fijándonos en los desaguisados de nuestros retoños y guardamos rencores de siglos por una nada.
Comprendí que no somos el sublime ángel de la guarda que vela por sus niños al pie de la cuna sino que a veces el mérito radica en no ceder al impulso de darles una paliza que nos mande a nosotras a la cárcel y a ellos al hospital.
Comprendí que con frecuencia cometemos el terrible error de colocar en nuestros niños y niñas la enorme responsabilidad de llenar nuestra existencia y de darnos satisfacciones (las que nosotras escogemos, no las que ellos y ellas quieran) y cumplir nuestras expectativas a costa incluso de sus anhelos, deseos, vocaciones e ideales.
Pero también comprendí que somos humanas, y como todo humano tenemos derecho a flaquear de vez en cuando.
Cuando la vida me convirtió en jefa de familia uniparental (¿unimaternal?), aprendí que ser madre es algo que te ayuda a vivir, a seguir, a sacudirte las depres y a mirar hacia adelante a pesar del dolor, la rabia, la frustración y todas las injusticias de la vida.
Aprendí a doblar y repicar, y quizá todavía no lo hago tan bien como quisiera, pero en el camino ando.
Mis hijos me enseñaron, a veces con severidad y fuerza, que debo concentrarme en lo que tengo, y no vivir lamentando lo que no tengo. Me enseñaron cuánto aprecian y valoran mi presencia a su lado y cuánta falta les hago cada vez que desaparezco o me borro de una u otra manera, aunque no sea precisamente del modo físico.
Ser madre me ayudó a descubrir el método ideal para sacar fuerzas de flaqueza, para hacerme el tubbing en Mindo a pesar de lo escaldada que siempre he sido para cualquier deporte, para caminar el medio kilómetro más que requiere acompañarlos en alguna aventura ecológica, para saber cuándo ponderar sus virtudes los pueda avergonzar y callarme la boca a tiempo aunque eso me signifique no exteriorizar como quisiera mi orgullo de madre de un guitarrista punk y de una excelente actriz infantil.
Ser madre me ayudó a descubrir mi humanidad, mi fragilidad, mi imperfección; pero también me ayudó a conocer el milagro de dar la vida con el cuerpo, a descubrir mis reservas de fortaleza y a saber que la perfección no es alcanzable pero que tarde o temprano se te reconoce el esfuerzo.
Y finalmente entendí que, si algo es indispensable que aprendamos las madres es a relajarnos un poco más y a dejar de temer el juicio que los demás (otras madres, profesoras, vecinas y un vasto etcétera) hagan de cada una de nosotras. Es cierto eso de que en cada closet hay un esqueleto escondido; pero lo más maravilloso del mundo es poder sacarlo de vez en cuando y bailar con él en plena calle, digan lo que digan esas buenas gentes que jamás se atreverían a hacer lo mismo.
En el día de las madres, saludo a mi madre y a todas las madres del mundo; pero sobre todo saludo a todos los hijos e hijas que nos han convertido en madres, porque así nos permiten disfrutar la maravilla y el horror encerrados en cada reto que guarda el desafío de cumplir este papel.

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