domingo, 22 de julio de 2007

GORDITAS HORROROSAS

Como a la gente le gusta hablar de lo mismo durante décadas y siglos, voy a volver sobre el tema de las gorditas horrorosas, pero no para referirme a los desatinados calificativos del presidente Correa, sino para hablar desde mi experiencia de gordita, horrorosa o no, en este mundo flaco y anoréxico.
Antes que nada, quisiera aclarar que estoy consciente de que hay que cuidar la salud: hacer ejercicio, comer saludablemente, no excederse. Y estoy consciente de haberme descuidado en varias etapas de mi vida.
Sin embargo, ahora suele sucederme, por ejemplo, que regresa a mi vida alguna ex vecina del barrio cuyo nombre ni siquiera conocía, y que aparte del saludo jamás cruzó media palabra conmigo, pero ahora viene a verme porque, como amiga mía que es (?) está "interesada por ayudarme". Así dice. Entonces llega con un maletín y se instala en mi sala y comienza primero que nada a predicar la religión de la cintura de sesenta centímetros, a hablarme del infarto, la diabetes, los accidentes cerebro vasculares, la orfandad de mis hijos, y cuando estoy a punto de tener todo eso solo por el terror, entonces saca la panacea. ¿Adivinaron? ¡Los productos para adelgazar! Un jugo de no sé qué. Un batido de por más acá. Unas pastillitas que tienen "solo un poquito" de picolinato de cromo. Facilito, según ella... pero, por si acaso, no me servirá de nada si no hago dieta y ejercicio. ¿Y entonces, dónde está el chiste? me pregunto.
O me sucede que estoy en la farmacia comprando cotonetes, y de la nada sale un señor educadísimo que no quiere ser grosero conmigo ni inmiscuirse en mi vida pero teme por mi salud, pues a simple vista puede observar que me acerco peligrosamente a los límites (nadie sabe si superiores o inferiores) de la obesidad mórbida. Entonces él, con todo respeto, me quiere recomendar un producto, unas capsulitas que esto y lo otro y que solamente tienen un inconveniente, al principio, y es que puede haber "fugas". ¿Fugas de qué? Bueno, ciertas "fugas intestinales". ¿? Pero eso solamente hasta acostumbrarse. Entonces salgo corriendo, mejor, antes de enterarme del resto.
Camino media hora diaria por lo menos cinco días a la semana. Los martes y jueves como exclusivamente frutas y líquidos. No soy flaca (probablemente nunca vuelva a serlo). Pero me siento bien. Obviamente, la edad pasa facturas, pero son facturas justas, que vienen de las batallas personales y no del señor que te vende un adelgazante diarréico o de una señora que se hace amiga tuya solo para venderte productos que en el fondo no sirven para nada si no haces dieta y ejercicios.
Comprendo que la gente tiene que vivir de algo. Comprendo también que la gente tiene que ser emprendedora y buscarse la vida en estas épocas de crisis. Pero cada vez que alguien, con la mejor intención del mundo, se me acerca y alude -con todo respeto, cortesía y sana preocupación - a mi peso, me siento mucho peor de lo que pudo haberse sentido Sandra Ochoa ante el infortunado desliz de Rafael Correa.

1 comentario:

Abigail Marquez dijo...

hola. porfis checa mi post respecto a este mismo tema.

http://www.big-sexy-girl.blogspot.com

y dejen sus comentarios

saluds

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