sábado, 22 de septiembre de 2007

CARLITOS Y LOS SKINHEADS

El mismo día, en las dos ciudades más importantes del Ecuador, ocurrieron dos hechos que tienen mucho de espeluznante y que, se me ocurre, están más relacionados entre sí de lo que se podría pensar. ¿Coincidencia? ¿Casualidad? ¿Sincronicidad? No lo sé.
Carlitos, dicen unos, no quería ir al fútbol ese día. Otros dicen que sí, pues era hincha a muerte del EMELEC. El caso es que fue. Y encontró la muerte. Una muerte, perdónenme la crudeza del término, bastante estúpida. Estúpida porque Carlitos tenía solo once años y faltaba apenas una semana para su duodécimo cumpleaños. Estúpida porque fue ocasionada por la estupidez de “Alguien” que, por otro lado, no hacía más que repetir los rituales que dicta en ciertos casos la efervescencia de masas, la mayoría de las veces también bastante falta de juicio: gritos, gestos, actitudes, agresiones, uso de ciertos objetos potencialmente mortales pero que forman parte del “aquí no pasa nada” orquestado por todos los estratos sociales y económicos de nuestro país: “Ponte el cinturón de seguridad”. No va a pasar nada. “Cuidado, que va a cambiar a rojo”. No va a pasar nada. “Guarda a ese perro”. No hace nada. “No dispares esa bengala”. No va a pasar nada. Así funcionamos.
¿Pero qué provoca que una bengala haga blanco en el pecho de un niño de once años y allí estalle? “Alguien” seguramente la arrojó. ¿Con intención? Lo dudo. Por lo menos no con intención de matar. ¿Intención de qué, entonces? ¿Para demostrar qué, por Dios? Somos muy machos, y lo sabemos. Muchos de esos “no pasa nada” que tienen fatales desenlaces nacen de un afán de demostrar que somos fuertes, que nada nos arredra, que nada nos da miedo, y que la prudencia no es “de hombres”. Por lo menos no de los hinchas de uno u otro equipo de fútbol. ¿Importa que las Fuerzas Armadas hayan calificado a las bengalas del tipo de la que estalló en el pecho de Carlitos como material bélico? Por supuesto que no. Manejar material bélico en un estadio abarrotado es una seña de que somos muy machos, ya lo dije. Arrojar material bélico a una suite llena de gente, sobre todo si son hinchas del equipo contrario, demuestra que somos “culazos”. Y de seguro que, si no hubiera muerto un niño, “Alguien” estaría en este momento jactándose de su ‘hazaña’ entre la admiración de sus amigos y parientes.
En Quito, la noche de ese mismo día, Cora Cadena se dirigía inocentemente a conducir su programa dominical en Radio La Luna. Iba en metro bus, como una muchacha común y corriente que no tiene auto. Iba confiada, de seguro. Tal vez estaba triste por las noticias de Guayaquil. Nunca pensó que en el brevísimo espacio entre la parada del metro bus y la puerta de la radio la iban a interceptar los agresores. Hombres y mujeres, dice que eran. Muchos contra una. Entre ellos, varios hombres contra una sola mujer. Armados, contra alguien inerme. Y, al igual que ese otro “Alguien”, escondidos en el anonimato, no de la multitud, pero sí de la noche. No manejaban material bélico identificado como tal por las Fuerzas Armadas, pues ellos son su propio material bélico: provistos de palos, entrenados en incontables horas de gimnasio y adiestramiento clandestino.
¿Por qué atacar a Cora? Porque no es hincha de su mismo equipo. Ya no de fútbol, en este caso, sino de opciones vitales. Solo que mientras Cora Cadena defiende sus posiciones y puntos de vista con palabras y argumentos, sus agresores atacan las palabras y los argumentos de manera cobarde, brutal y artera contra quien no podrá defenderse de igual forma. Material bélico estallando intencionadamente en la herida de su cabeza, en la fractura de su mano, en el resquebrajamiento de su ánimo. Muy machitos también, aunque entre ellos hayan estado mujeres. ¿Para demostrar qué? Entre sus confusas explicaciones se alcanza a entender que quieren abolir lo diferente, que identifican, con una inocencia que haría reír si no fuera porque primero indigna, a los delincuentes comunes (ellos no lo son, ojo), con los punk y anarquistas, a estos con los homosexuales, y a estos con las prostitutas, y a estas con los rockeros, y a los últimos con los niños de la calle, y así, con todo lo que les resulta molesto, incomprensible o solo distinto. Y de seguro que por todos ellos se sienten amenazados. Aterrorizados. Porque solo el terror puede conducir a ese tipo de reacciones tan destructivas.
Se supone que en una sociedad sana (¿la hay?) debe existir un lugar para todos. Para los hinchas de los otros equipos, para los de otra orientación u opción sexual, para aquellos a quienes les gusta otra música, para los que piensan diferente y lo defienden, sin agredir, ante un micrófono. Se supone que en una sociedad sana una muchacha que trabaja honestamente en una radio no tendría que ser agredida solo por su manera de pensar. Se supone que en una sociedad sana ningún niño tendría que morir en un estadio porque le ha estallado una bengala (material bélico, y no importa de los hinchas de qué equipo) en el centro del pecho. Ojalá que el sacrificio de Carlitos y de Cora, víctimas inocentes de un mundo esquizofrénico, nos lleve a reflexionar sobre lo que hacemos para convertir nuestras ciudades y nuestro país en lugares más habitables y tolerantes, sin miedos absurdos, en donde el respeto y la solidaridad vayan ganando poco a poco el terreno ocupado hoy por hoy por el pánico y la rabia.

2 comentarios:

Nadia dijo...

Lo que pasó la semana pasada, a mi me dejó con una sensación super extraña, Qué está pasando!!! ese tipo de violencia que lo veía tan lejano está cada vez más cerca, la intolerancia a un nivel intolerable nos persigue y sólo me quedan ganas de gritar de rabia y llorar por la impotencia.

cristina villagomez dijo...

Hola Lucre. Me encanto lo que escribio. La violencia progresa incansable por todo Quito me alegra tanto que personas como usted se preocupan de estos actos horribles. Me enorgullese saber que aprendo de una señora como usted... Este escrito solo demuestra que la impotencia se puede vencer y la rabia aun se puede calmar. Con esto, wque sinceramente creo que debe publicar en el periodico, demuestra que la ciudadania no es imparcial ante tanto espanto.
A pesar de ser un tema tan doloroso es un escrito sobresaliente.

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