domingo, 4 de marzo de 2007

POR MARZO...

Vamos a hablar de mujeres, y esta es una sugerencia de mi amiga Luli Camacho, a quien le doy el crédito, y que me ha enviado este hermoso artículo para compartirlo con ustedes:

EL VUELO DE LA MARIPOSA HERIDA: MARGARET RANDALL



Por Eve Gil
Fecha: febrero 20, 2007
Escribo como mujer,
y porque soy mujer estoy profundamente consciente
de las formas en las cuales se puede abusar del poder.
Margaret Randall

Margaret Randall, escritora y poeta neoyorquina que fue educada para casarse y criar niños, terminaría recorriendo el mundo a bordo de una motocicleta, involucrándose en las diversas rebeliones latinoamericanas de la década de los setenta y ochenta.

Randall rompió radicalmente sus ataduras con el mundo. Podría decirse que nació una y se volvió otra: ¿Quién supondría que una niñita vestida de encaje y moño, nacida en el seno de una tradicional familia judía de la clase media en Nueva York, criada esencialmente para casarse y criar niños, terminaría recorriendo el mundo a bordo de una motocicleta, involucrándose en las diversas rebeliones latinoamericanas de la década de los setenta y ochenta, enamorada de la cultura andina y proclamándose lesbiana en la madurez?

Por supuesto, tuvieron que pasar muchas cosas y muchos años sobre aquella niñita de largas trenzas que, según revela en su doloroso poema "La segunda foto", enfrenta a la cámara en demanda de respuestas, mientras su abuela materna:

"(…) rodea mi trasero engalanado como para una fiesta,
tus dedos en una rara postura, como haciendo un signo secreto"
(Esto sucede cuando el corazón de una mujer se rompe (Poemas 1985-1995), traducción, prólogo y notas de Víctor Rodríguez Núñez, edición bilingüe, Poesía Hiperión, 1999, p. 55).

Sistemáticamente violada desde la más tierna infancia por su abuelo materno, parapetado por la abuela de Margaret, la poeta calló por la sencilla razón de que no recordaba nada. Nunca supo qué nombre darle a aquello que la rompió por dentro y la obligó a vivir recogiendo pedazos hasta restaurarse como obra maestra.
Como cualquier chica de su condición se casó, y junto con su flamante esposo, con quien procrearía a su primer hijo, Gregory, emprendió su primer viaje en moto al norte de África y Europa, apenas graduada de la high school, en 1954. Pararía en Sevilla durante un año, empleándose como criada, asimilando la lengua de la que habría de enamorarse: el castellano. Y si bien probó la libertad absoluta y le encantó, por alguna razón no especificada terminaría de vuelta en Nueva York, la ciudad donde nació el 6 de diciembre de 1936 (aunque se criaría en Nuevo México), y donde conocería al padre de Gregory, un hijo, señala Margaret en todo momento, muy deseado.

Durante este trance despertaría su conciencia política, año 1961, al grado de hacerla dar un giro de 360 grados, con todo y su bebé de diez meses y dos libros de poesía publicados, rumbo a México. Ahí descubriría otra veta: la poesía, vía ideal para la expresión de sus dolores y anhelos.
En México, asegura Margaret, se hizo feminista y empezó a usar la voz ajena. Publicará también su primer libro sobre feminismo: Las mujeres. Antología documental (Siglo XXI, 1970). A través de la poesía surge por fin lo que le había sucedido en la más tierna infancia y pudo ponerle un nombre: incesto. Margaret se reencontró, al fin, con Margaret:

"Cuando Margaret escribe su nombre
Margaret es un poema
los lectores deben detenerse y considerar semejante evidencia (…)"
("Primera nota al pie", p. 23).

Finalmente, la otrora niña violada encara al abuelo violador, a la abuela cómplice, y a los anonadados padres que nunca supieron:

"En este poema sostengo tus ojos y grito:
por favor, mamá, no sigas diciéndonos
las palabras que piensas que queremos oír. Háblanos desde tu propio miedo.
(…) Mira, yo ahora reúno a mis hijos
agrupo sus estaturas
mato al santo a treinta años de su muerte
toco su carne putrefacta bajo la luna
veo cómo caen en los pilares.
(…) Recojo sus pedazos".
("Para matar al santo", p. 59).

Encarará también a los dictadores, en especial a sus compatriotas que se asumen herederos de Dios:

"Bajo mi piel
todas las muertes se aglomeran
junto a esa sola muerte:
en algún lugar de El Salvador,
mayo, 1975:
Roque, revolucionario, poeta, amigo,
torturado y luego asesinado
por miembros desertores de su propia organización.
Uno de sus abusos de guerra desigual,imposible de borrar".
("Muertos", Dentro de otro tiempo: reflejos del Gran Cañón, Alforja, CONACULTA, FONCA, Traducción de María Vázquez, 2006).

En México se relaciona entrañablemente con los también poetas Juan Bañuelos, el nicaragüense Ernesto Cardenal. Con Sergio Mondragón fundaría, en 1962, la revista bilingüe The plumed horn (El corno emplumado), que alcanzaría 32 números y publicaría, además, más de veinte títulos de poetas norteamericanos y latinoamericanos. También procrearía con él dos hijas: Sarah (1963) y Ximena (1964), divorciándose al poco tiempo de nacer esta.

Ya desde su labor editorial empezó a tener problemas con el poder por el simple hecho de publicar poetas cubanos, y su maternidad de dos niñas mexicanas (Ana estaba por nacer) no suavizó la actitud represora del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz sobre la norteamericana, implicada con toda su alma en el movimiento estudiantil de 1968 y asumiendo una actitud crítica contra los represores a través de su revista, circunstancia que la forzaría, primero, a vivir en la clandestinidad (como tantos mexicanos participantes del movimiento), aunque al poco de nacer Ana, su tercera hija fruto de su unión con el poeta Robert Cohen, salió ilegalmente del país que no hubiera querido abandonar jamás, con rumbo a la Habana donde viviría felizmente hasta 1980, sin lograr recuperar la nacionalidad norteamericana a través de su unión con Cohen que le sería nuevamente regateada en 1986 tras comprobársele que era "comunista" por escribir un poema al Che Guevara.

Se le cuestionó también por asuntos tan absurdos como pintar desnudos en una clase de arte y trabajar como mesera en un bar gay. Sus conceptos, más que sus experiencias (cuya vía de expresión, insisto, es la poesía) se reflejan en tres ensayos sociológicos publicados por la editorial Siglo XXI: Los hippies, expresión de una crisis; Las mujeres; El espíritu de un pueblo: las mujeres de Vietnam; Mujeres en la revolución, y una hermosa crónica en coautoría con el poeta cubano, Ángel Antonio Moreno, sobre un querido artista callejero de Matanzas, el Che Carballo: Sueños y realidades del Guajiricantor (1979), así como en su material periodístico, desperdigado en las más importantes revistas latinoamericanas.

En los años ochenta se mudaría a Nicaragua para vivir desde dentro la lucha del Frente Sandinista, lo que daría lugar al libro «Todas estamos despiertas», donde detalla la muy activa participación de las mujeres contra el terrible General Somoza. Publicado en su país natal bajo el título de Sandino`s daughters, estaba destinado a ser su libro emblemático por el que hasta la fecha recibe amorosas cartas de sus lectores: "Muchas creímos que, a pesar de las importantes contribuciones del FSLN, su incapacidad de enfrentar el feminismo (así como el racismo y el abuso generalizado del poder) contribuyó a su derrota. El Liderazgo Sandinista, masculino en su mayoría, continúa hablando de su compromiso con la igualdad de la mujer, ¿pero dónde están las acciones que apoyan las palabras?"

A través de Las hijas de Sandino, una historia abierta, expone las mentiras que sobre el movimiento circularon a nivel internacional, manipuladas desde Estados Unidos: "Muchos norteamericanos ni siquiera sabían donde estaba Nicaragua – diría la autora-, ni siquiera qué idioma se hablaba ahí, porque la ignorancia que mantiene el pueblo norteamericano es una ignorancia abismal…"

A decir de la autora nicaragüense Gioconda Belli: "Margaret Randall tiene la calidad de esos pájaros deslumbrantes que se le quedan a uno grabado en los ojos cuando se camina por las veredas de Mombacho (…) Una mata de pelo largo y blanco todavía húmedo en los bordes, los ojos azules llenos de melancolía y la voz que oscila entre el lamento y el canto…"

El despertar de una conciencia feminista, particularmente durante su experiencia nicaragüense, hizo a la poeta y periodista reparar en el hecho de que, como poeta, había terminado por trabajar con su propio dolor, que era suyo, que era ella. No se trataba, sin embargo, de abolir este aprendizaje más cultural que espiritual, sino de honrarlo, nombrarlo, poetizarlo.
Y no tiene que ver con un regodeo masoquista, mucho menos con autocompasivo lamento, porque el dolor de una mujer puede ser transformado en goce estético de terceros, como el que Margaret imprime a su poesía: "…en las mujeres ha habido una enorme capacidad de resistir, que te joden pero te levantas y sigues…"

El dolor de ser mujer, una vez conscientizado, internalizado, reflexionado, se transforma en un valor, en la posibilidad de una enseñanza mutua, en una lección que requiere ser compartida, transmitida, hasta volverlo leyenda: "¿Dónde está el espejo lo bastante limpio/ como para decirnos quienes somos?" ("Espejos", p. 83).

Una vez asimilada esta lección, canalizando el dolor a través del arte y de la protesta contra la injusticia, Margaret reconstruyó a Margaret y del mismo modo que grita hasta enronquecer que ella es Margaret, gritó al fin su amor por las mujeres.

Madre de cuatro hijos, abuela de diez nietos, se dio el lujo de iniciar una nueva vida en Albuquerque, al lado de su pareja, la pintora Bárbara Byers a quien dedica su obra antológica, «Esto sucede cuando el corazón de una mujer se rompe». Su delicioso poema, "Nuestro aniversario" , incluido en su más reciente poemario, «Dentro del otro tiempo: reflejos del Gran Cañón», ilustrado, por cierto, por Bárbara, plantea el compromiso amoroso entre dos mujeres; un intercambio de anillos que, en este caso, adquiere un toque de sublime subversión:

"en una fiesta móvil. Primera cita, primer toque, una noche
hasta la mañana
hace dieciocho años. La decisión de estar juntas todo el tiempo
que nos queda. Luego confesamos que queríamos anillos.
Y ahí es cuando surgió mi primer sueño: un mapa
para buscarnos a nosotras mismas." (p. 29).

Este incesante rastrear en su consciencia, en su memoria y en la propia identidad, efectuada a través de una terapia pero anteponiendo a los metáforas emocionales las de la poesía, le hizo ver que era menester aterrizar en este mundo si realmente deseaba contribuir a cambiarlo, de ahí que cualquier asomo de culpa, si lo hubo, se diluyó en un feroz anti imperialismo y un radical rechazo al sionismo.
Lo anterior no signifique que manifieste un arrobamiento perpetuo por el paisaje que actualmente la rodea. Su más reciente poemario, de hecho, es un himno al paisaje y a la naturaleza de Norteamérica que la petrifica al grado de dejar muda el cuaderno acarreado expresamente para capturar aquel entorno milenario:

"Cada vez que me tocaba escoger
entre escribir o sentarme silenciosamente,
inhalar este lugar,dejarlo entrar en mis poros, me quedé conmigo misma,
invitando al lugar a entrar. ¿Sabía entonces
que podría acceder a los recuerdos después?Ni siquiera me hice la pregunta."
("El cuaderno", p. 103, 104)

Margaret, pues, nunca se quedó de brazos cruzados, de hecho, y como dice Rodríguez Núñez, es probable que ningún otro escritor haya trabajado tan intensamente y a la par en su propia obra y en actividades políticas. Su poesía refleja las múltiples facetas de su transformació n y de su lucha y la riqueza de su pensamiento nutrido de las más diversas escuelas. La falta de poder en las mujeres, ha dicho en forma decisiva, no es, como se ha querido hacer creer, un fenómeno privado, porque lo personal y lo político son dos caras de la misma moneda: "El sistema necesita mantener a las mujeres subordinadas y bien controladas, por eso pinta la vida de rebeldía como una vida desdichada. Pero si a mujer le fue mal en una relación y tiene que probar otra vez, habría que ver si ella es menos feliz que aquella que dice: «Bueno, me conformo con lo que tengo, no voy a mover el agua y me quedo donde estoy…»", declara en entrevista con el sitio web La Boletina.

Aunque su poesía la escribió en inglés, quizá por ser el lenguaje de la infancia, del dolor, de lo renegado, Margaret está muy influida por Sor Juana Inés de la Cruz, César Vallejo, Roque Dalton, Violeta Parra y Carlos María Gutiérrez, aunque reconoce la influencia de Whitman, Hart Crane y la también poeta lesbiana Adrienne Rich.

Sin embargo, a decir de Rodríguez Núñez, el verdadero lugar de Margaret está junto con escritoras negras, indias e hispanas como June Jordan, Audre Lorde, Sandra Cisneros, Michelle Cliff, Janice Gould, Sonia Sánchez, Luci Tapahanso y Gloria Anzaldua. José Vicente Anaya la ubica, muy atinadamente, junto a otras poetas de su generación que transformaron el entorno doméstico en nueva poesía, como Sylvia Plath, Anne Sexton y Diane di Prima. Uno de sus mayores afectos artísticos es Frida Kahlo, sobre quien escribe:

"Siempre vuelvo a las mariposas
asombradas como tu cuerpo roto,
fijas en su vitrina de cristal
bajo el dosel de tu última cama.
(…) Yo también amo a la gente –a las mujeres–
pero hay momentos en que la gente, incluso las mujeres
me cansan".

Frida es ejemplar respecto a la forma en que una mujer puede domesticar el dolor, más aún, someterlo. No es necesario haber padecido el dolor físico que mantuvo postrada a la pintora mexicana para, como mujer, entenderla… particularmente cuando como Margaret se ha vivido recogido los propios pedazos.

El dolor hace de las mujeres un ser en perpetua construcción, mutando continuamente de piel y, en casos extremos como los de Frida y la propia Margaret, transformarse en obras maestras de sí mismas: "Para mí la política y la vida son la misma cosa –le dice Margaret a Franklin Fernández–. Pero no hablo de la política estrecha o partidaria, sino de la política en el sentido de intentar hace la vida más sana, más segura y más creativa para todos… pero asumir un cargo político… ¡jamás!" Actualmente trabaja en sus memorias, que promete ser una obra monumental.
Fuente: Revista Anodis.

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