sábado, 10 de marzo de 2007

HAY DÍAS Y DÍAS

Siempre me he preguntado por qué, si hay un día de la mujer, no hay un día del hombre. Al igual que no hay un día del soltero sin hijos, ni de la casada idem. ¿Por qué no hay un día, por ejemplo, del hombre blanco, occidental y europeo y sí hay un día del indígena o del afroamericano? ¿Por qué hay un día de la madre y no hay un día de la tía? ¿Por qué hay un día del niño y no hay un día de los adolescentes, o de los adultos jóvenes? ¿Por qué hay un día del anciano y no hay un día de la mujer entre treinta y cuarenta años? ¿Por qué hay un día de los enamorados y no hay un día de quienes se han divorciado, o de los sin pareja? ¿Por qué hay un día del sida y no hay un día del rotavirus? ¿Por qué hay un día de la bandera y no hay un día, por decir algo, de la llanta de emergencia, que nos saca de muchos más apuros y se nos hace más indispensable y útil en la cotidianidad?
Parecería que estas fechas pretenden dos cosas: la primera es quizá poner en evidencia ciertas vulnerabilidades. Pero ahí también dudo. ¿No es el hombre un ser vulnerable? ¿Las tías no necesitan tanto o más cariño que las madres, y no son igual de vulnerables? ¿Acaso hay algo más vulnerable que una adolescente caminando a pie las dos cuadras que le faltan para llegar a su casa a las once de la noche? ¿Una mujer recién divorciada no está terriblemente vulnerable emocionalmente, por un montón de cosas? Pero para estos tipos de personas no hay un día clásico, y a veces ni siquiera nos acordamos de ellas, o hasta les echamos la culpa de sus dolores y problemas.
La otra puede ser homenajear… pero ahí también nos topamos con algunas inconsecuencias: porque bueno, está bien homenajear a una buena madre, pero ¿todas las madres se habrán ganado el homenaje? ¿Y los niños? ¿qué han hecho para ser homenajeados con payasos –que a veces les provocan pánico–, dulces –que les provocan caries–, y pizza con Coca Cola –una de las dos o tres combinaciones menos nutritivas del mundo-? ¿No será ese más bien un “contra homenaje” por lo que a veces se portan tan mal y nos sacan de quicio?
Y para colmo, como si no fuera suficiente, nos aparece de unos años acá el famoso Día de la Mujer.
No me quejo. Siempre me dan una rosa, aunque sea en la farmacia. Me mandan unos power point bien bonitos que a mi vez también reenvío a todas mis amistades. Y algunos almacenes ya comienzan a apuntarse para las ofertas, como pasó con el sacrosanto día de la madre y con el día de los enamorados. Días que deberían caer en agosto por el solo hecho de que todos hacen su agosto con ese pretexto.
Pero, ¿alguien se acuerda, me pregunto yo, en este famoso día de la mujer, por qué lo festejamos? ¿Pasó en aquellas fechas algo digno de festejarse? ¿Saben los dueños de los almacenes de ropa por qué han decidido hacer una oferta para que más mujeres caigan en la trampa de comprarse más ropa innecesaria solo porque se festeja su día clásico?
Recordar que un ocho de marzo, hace más de cien años, ciento veinte mujeres trabajadoras norteamericanas dieron su vida por defender no precisamente sus derechos, sino los derechos de todas las que vendríamos después, y así marcaron un ejemplo a todo el resto de mujeres trabajadoras de la historia, quizá por un momento nos quite las ganas de farrearnos como si fuera un día más de fiesta. También nos puede aguar esta celebración conocer que en nuestro país el analfabetismo femenino alcanza a un 14% de la población ídem, y que el Ecuador es uno de los países del mundo en donde más elevadas son las tasas de maltrato doméstico. Entonces es cuando el día de la mujer deja de ser un simple motivo de festejo y se convierte más bien en un motivo de reflexión y una propuesta de acciones.
Sin embargo de todo esto, por ahora, aquí, entre amigas, quizá conviene que por un momento comamos en paz el pastel, aceptemos la rosa (qué bueno que no trajeron payaso); y eso sí, nunca, pero nunca, nos olvidemos de cómo y cuánto valemos (al igual que todos los que no son mujeres), y del respeto y amor que nos merecemos todos y cada uno de los días del año y de la vida.

1 comentario:

Esteban Jara dijo...

Ese día una amiga en la universidad me hizo pensar en lo mismo. Llegó con una rosa blanca que alguien le dio y se sentó junto a mí. Le dije “Feliz día” y le di un abrazo. Me dijo “gracias por el abrazo, pero no deberían darme rosas; yo no fui la que murió pidiendo respeto, fueron otras. ¿Sabes por qué festejamos este día?” Le dije que sí, me quedé pensando un rato en eso y después le dije “y a ellas quizás nadie les llevó rosas” Me dijo: “ellas murieron por que la gente las vea y ahora, por rebote, a las mujeres nos abrazan y dan rosas solo por seguir vivas en un ocho de marzo” Y me sentí bicho raro y medio machista, no sé por qué.

Por otro lado, también pude hablar de algo más ligero con un amigo. Me dijo que los jóvenes también merecemos un día y le dije que yo me festejo todos los días porque es mejor abrazar y decir mientras puedes y cuando se te antoja, que esperar un año para romper las barreras. Y le di un abrazo y no se incomodó. (Sé que lo que pondré a continuación puede ser una opinión fuera de lugar, pero le veo un pequeño parecido)

El ocho de marzo las mujeres reciben abrazos y flores porque otras recibieron golpes exigiendo derechos que recibirían las futuras generaciones. En mi caso, yo puedo abrazar libremente a mi amigo, y a mi novio, porque hace unos años a unos gays en Estados Unidos se les ocurrió decir “mírame” y cambiar las legislaciones y definiciones (antes nos veían como una enfermedad más y en el Ecuador dejaron de penalizarnos en el 97).

No creo que las fechas sean momentos exclusivos para evidenciarnos como seres humanos; tampoco deberíamos restringir nuestra afectividad a una sola fecha. Pero sí creo que, gracias a los momentos significativos en la historia, ahora las distancias entre personas se pueden recorrer con menor dificultad. Es verdad que hay muchas cosas que no hemos solucionado todavía como humanidad en cuando a barreras y límites. Pero creo que gracias a ellas, las ciento veinte trabajadoras, y ellos, los chicos de New York, ahora las barreras están porosas, podemos esquivar la estupidez humana y abrazarnos un poco.

Genial leerte. Como siempre, tus entradas me llevan frente al espejo

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