lunes, 26 de marzo de 2007

EL IMPERIO ROMANO JAMÁS CAYÓ

Es cierto: mis conocimientos históricos son deficientes. Pero tengo ojos, y oídos, como decía la Biblia. Y me entero, con esos ojos y esos oídos que el Papa Ratzinger ha decidido dar luz verde a las misas en latín. Regularmente, no voy a misa, y como le decía a alguien, cada vez que pienso "volver al redil" de la religión, sucede algo que me dice que no es por ahí. Menos voy a ir a misa ahora que se darán en latín. No quiero hacerlo, y si alguien me va a mandar al infierno por eso, bienvenido sea el infierno.
Lo que observo desde mi modesto lugar de ser humano corriente es algo que podría parecer propio de una mente paranoica: el Imperio Romano jamás cayó. Lo que cayó a menos de tres siglos de aparecido fue el cristianismo, o mejor dicho, la doctrina predicada por ese hombre poco instruido, pero muy inteligente y sobre todo muy rebelde que fue Jesús. El emperador Constantino fue uno de los más sagaces, maquiavélicos e inteligentes estadistas que en el mundo han sido, y "secuestró" la enormemente atractiva figura de Jesús para convertirla en icono de su imperio, que hasta hoy en día no cae, para nada.
¿Pruebas?
¿De qué creen que están vestidos los sacerdotes cuando ofician misa o cualquier ceremonia religiosa? No están vestidos precisamente de Jesús y sus discípulos. Cada una de las partes de la vestimenta religiosa de los ceremoniales católicos tiene su origen en la vestimenta de los diversos dignatarios del Imperio Romano. ¿Por qué? Dirán que sí, claro, pero que se les dio un nuevo significado... Y con eso nos comerán el cuento, porque en realidad ese no es más que un modo de reciclar el poder de Roma dentro de la supuesta "cristiandad".
¿Cuál es el idioma oficial de la iglesia Católica? El latín, cuando podría lo mismo ser el arameo (Mel Gibson estaría feliz...), y ahora se va a popularizar más. ¿Por qué? Porque era el idioma oficial del Imperio Romano, que jamás cayó.
Pero estos aspectos son de forma, claro, y quizá no parecerían tan relevantes si no hubiera algo "más de fondo". ¿Y qué es eso más de fondo? La leyenda cuenta que, después de mucho tiempo de intentar vencer el poder espiritual del naciente cristianismo, el emperador Constantino tuvo un sueño en el que se le apareció una cruz mientras una misteriosa voz le decía "con este signo vencerás". Y los cristianos, con eso, se ponen felices porque dicen que la voz de Dios le indicó a Constantino que la cruz le ayudaría a vencer a sus enemigos. Pero si hacemos un análisis menos ingenuo, veremos que el subconsciente de Constantino era tan sagaz como su parte consciente y le estaba diciendo lo que finalmente sucedió: apodérate del cristianismo, romanízalo, y matarás muchos pájaros de un tiro.
Entonces, de ser un líder cuya doctrina destruía los cimientos de las estructuras de poder vigentes en aquella parte del mundo en aquel entonces, Jesús se convirtió en "Dios", y así quedó fuera del alcance de la humanidad. Claro, le dejaron unos restos visibles para que no fuera tan evidente el truco: un llanto frente a la tumba de Lázaro, un terror que hacía sudar sangre en los minutos que precedieron a su captura, tortura y ejecución. Pero lo importante es que es Dios, está en el cielo, allá, a la diestra del Padre, lejísimos de nosotros. Jesús resucitó, y así se le quitó sentido a las nada misteriosas pero muy significativas circunstancias de su muerte: la ejecución de quien se rebela contra el poder establecido. La ejecución, además, a la manera que Roma empleaba contra cierto tipo de delincuentes y sobre todo contra los traidores del Imperio.
La doctrina predicada por Jesús en los polvorientos pueblos de Palestina, cuyo resumen más claro está en el capítulo 25 del Evangelio de Mateo, pasó completamente a segundo plano ante otro aparato más legal que doctrinal, repleto de vericuetos incomprensibles para el común de los mortales, aquellos a quienes Jesús habría querido llegar con más fuerza porque los sabía más transformadores.
El poder romano, entonces, se apoderó de la figura de Jesús y le dio el sentido que le pareció más conveniente para, con esa figura secuestrada, reubicarse en un poder que ya no sería solamente continental, sino planetario. Jesús se habría espeluznado (y de seguro, si está en alguna parte, estará espeluznado) al ver cómo se establecieron los más horrendos mecanismos represivos en nombre de su palabra. Como dijo, aguda, sabiamente, el escritor guatemalteco Augusto Monterroso: la doctrina de Jesús era algo tan revolucionario y novedoso que hubo que crear la Iglesia Católica para impedir que se cumpliera.
Para quien la estudia con honestidad e imparcialidad, la historia de la Iglesia Católica, Apostólica y sobre todo ROMANA es la historia de todas las trafacías y artiulugios de un imperio básicamente perverso por mantener el poder temporal más allá de cualquier otro interés humano o espiritual.
No quiere decir esto que dentro de esta institución no hayan existido corazones sinceros y mentes abiertas que buscaran la verdadera palabra de Jesús entre tanto código, encíclica, concilio y ve tú a saber qué más enrevesamientos filosófico-teológico-legalistas... San Francisco de Asís, San Francisco de Sales, Santa Teresa de Ávila, Juan XXIII, Juan Pablo I, Mons. Óscar Romero... pero más tarde o más temprano, todos y cada uno de ellos se dieron con la piedra en los dientes al enfrentar al poder de Roma, aunque después los haya avalado en sus actitudes. ¿O no es sintomático acaso que mientras el Papa Juan Pablo II se dio prisa en beatificar a unos aztecas delatores y a una mujer que se dejaba pegar, hasta ahora la causa de beatificación de Mons. Romero no haya avanzado medio milímetro? ¿Y cuándo sabremos realmente cómo murió Juan Pablo I? ¿Dentro de quinientos años otro papa pedirá perdón por esta muerte y esta omisión?
La Iglesia Católica, además, al controlar la vida sexual de sus miembros e imponer desde arriba y sin conocimiento de causa una legislación antinatural en este aspecto, que ha afectado a cientos de miles de personas con traumas y patologías de todo tipo, ha establecido el más perverso sistema de control de la conciencia y de la vida de la gente.
Desde mi punto de vista, son débiles e insustanciales las supuestas justificaciones bíbilicas a todos los avances del poder del Imperio Romano actual. Es su misma perversidad la que siempre los ha llevado a manipular cualquier cosa para mantenerse en el control de la situación, ellos, o sus pares, porque ¿no fueron el Papa Juan Pablo II y Ronald Reagan casi que amigos personales?
La misma historia, sin embargo, se encarga de juntar los símbolos de acuerdo con su sentido. No es de extrañar que la Virgen que supuestamente se 'apareció' en varios lugares del Latinoamérica en las últimas décadas del siglo XX se haya expresado siempre en español, pero con acento peninsular, como para recordarnos que el imperio de los reyes católicos fue uno de los más importantes brazos del poder romano en cierto momento de la historia. Tampoco es de sorprender que ahora, en una misma figura, por suerte nada carismática, se junten al acaso y por pura sincronicidad el signo del poder romano más represivo y el también romano signo del águila que, en épocas más recientes, cobijó a las huestes nazis.

1 comentario:

Unknown dijo...

Estimada Lucrecia:
Concuerdo con sus apreciaciones sobre la Iglesia y su poder ideológico.
En verdad a veces da ganas de ir a misa y todo aquello, pero siento que tampoco es por ahí la cosa.
La fría costumbre ha vaciado de contenido a las ideas del cristianismo.
No se si recuerda que Xavier Oquendo nos presentó en el lanzamiento del libro de Indira Córdoba.
Saludos,
Juan

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